25. Bordeaux

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Tuvo una crisis emocional en ese mismo instante. Sí. Bien. Cualquier omega se habría tirado a los brazos de su alfa al verle vivo -con un brazo seguramente roto por como lo traía colgado de forma improvisada-, pero Yuri no era cualquier omega...y estaba teniendo una crisis emocional tan extraña que su madre prefirió huir y dejar solo a Otabek con las consecuencias. Hubo un largo silencio y entonces Yuri estalló en furia, comenzando a dar vueltas por la sala como tigre enjaulado, menos mal sólo era un gatito o el tigre ya habría matado al lobo, sin dudas.

—Yuri —Otabek intentó decir algo, solo para tantear terreno.

—No —advirtió con los ojos brillantes y la mandíbula tensa, no podía detenerse—. Me dijeron... —un suspiro, el golpe de su pie contra el suelo y otra nueva vuelta—, ¿por qué no...? —se mordió el labio con fuerza y quiso tomar el florero para lanzárselo a la cabeza, a lo mejor así sacaba toda su frustración—. ¡Idiota!

—Yuri —volvió a intentar, dando un paso a él.

— ¡No! —gritó exasperado, corriendo detrás del sillón, como refugio.

— ¿Quieres escucharme? —le pidió con una voz calmada, su rostro se veía increíblemente demacrado y cansado, más aún con la barba como la tenía.

Negó, encogiéndose detrás del sillón para dejar de verlo, ¿se había vuelto loco? ¿Su madre también porque lo veía? ¿Estaba durmiendo, finalmente?
No tenía idea de nada, le aterraba girarse y asomarse desde el sillón para comprobar que de verdad estaba perdiendo la cabeza.
Escuchó los pasos acercándose, las botas resonando en el fino piso de mármol, entonces su cuerpo entero tembló, las alucinaciones auditivas eran lo peor.

—Yura, ¿vas a escucharme o no?

Se encogió más, estaba al borde del llanto y la desesperación, con la poca cordura que tenía le gritaría a sus padres para que lo internaran en un psiquiátrico...sólo por las dudas.

Sintió entonces una mano pesada en su hombro, su orejas se levantaron y movieron para detectar el sonido a su espalda, su nariz percibió el aroma característico a chocolate de su alfa y giró despacio abriendo los ojos para ver la realidad, cualquiera que fuera, estaba preparado para enfrentarla.

—Soy yo, en verdad —le sonrió cuando finalmente sus ojos se encontraron de nuevo, había extrañado esos dulces orbes esmeralda que eran lo más hermoso que había visto jamás.

Yuri mordió su labio inferior, se puso de pie con prisa y brinco sobre el sillón para abrazar a su alfa con toda la fuerza que poseía, no estaba alucinando, no era un sueño, era algo verdadero y le encantaba porque no necesitaba despertar, Beka estaba ahí.

Sintió un beso en el hueco entre su cuello y su hombro, provocándole cosquillas, sonrió y suspiró sin querer soltarlo, estaba tan feliz que podría pegarse a él el resto de su vida, sólo para asegurarse que no ocurriera de nuevo.

—También te extrañé, Yura —dijo palmeando su espalda con el brazo derecho.

Se separó despacio, limpiando sus ojos con el dorso de la mano.

—Gracias, gatito, estabas aplastando mi brazo.

—Lo lamento —murmuró, tocando su brazo con cuidado—. ¿Te duele algo más?

—Estoy seguro que tengo un par de costillas rotas pero una vez que te acostumbras al dolor al respirar, todo esta bien.

Yuri hizo una mueca y le tomó de la mano buena.

—Vamos al hospital.

— ¿Me vas a curar tú? —sonrió levemente.

—No, no te lo mereces  —dijo determinante, aún estaba enfadado pero podía manejarlo, era un nivel de enojo normal.

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