5. Crimson red

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Saoirse no se quedó a terminar de arreglar a la novia pues aseguró que había que relevar a Otabek, así que la boda la pasaría a su lado. Le fastidiaba un poco, pero no se quejaría, quería ver qué tan gracioso estaba con ropa hindú.

Le gustaba bastante cómo se veía la novia, con su vestimenta roja y el largo echarpe que la cubría entera, las brillantes joyas que adornaban la imagen y su bonito cabello ondulado cayendo sobre su hombro en un peinado complicado que la irlandesa le había hecho. Lakshmi se veía increíblemente emocionada y contenta, por lo que creyó que podría irse con Saoirse para evitar la incomodidad de pasar tiempo a solas con Otabek, pero no.

Sarayu le arrastró a una habitación y le hizo vestirse con el sari amarillo que había escogido para él, luego le puso el echarpe encima y se alejó pensativa para ver si así estaba bien. No dijo nada y solo le vio salir con prisa, dejándolo confundido.

Se acercó al espejo y se vio confundido, no es que le disgustara, es que se veía en extremo extraño. Se quitó el manto que lo cubría y trató de arreglarse el cabello para que no estorbara, luchando con su brazo atrapado en el largo sobrante de la tela.

Se tallo la nariz y se removió incómodo, esperando que la mujer volviera pronto para que le quitara eso tan estorboso.
Sarayu le sonrió al cruzar la puerta y alzó una mano.

—Creo que esto te irá mejor, era para Saoirse pero ya que se fue, mejor te lo doy a ti.

Asintió en silencio y dejo que lo desvistiera de nuevo, se sentía como un muñeco. Cuando tuvo la oportunidad de verse de nuevo, se sorprendió de lo bonita que estaba la ropa. A diferencia del anterior, este era dorado, era más suelto que un kimono, en los bordes de la falda era de color vino y tenía detalles bordados cuidadosamente repartidos.
El echarpe sobre su cabeza era de color vino también y dejaba sueltos sus brazos a diferencia del anterior

—Si, este te queda mejor —sonrió ampliamente—. Fue hecho para ti, definitivamente.

—Es muy lindo.

—Te ves muy lindo también, eres él omega más bonito que he visto —dijo contenta, acomodándole la ropa.

—Gracias, yo...no sé qué hacer durante la ceremonia.

—No te preocupes, quédate al lado de Otabek y cuando veas a todos lanzar pétalos de rosas tú síguelos.

Se rió y asintió, dejando que le acomodara un pequeño cinturón para atorar el echarpe.

—Ve al Mandapa, Ota ya te está esperando —dijo luego de arreglarle el maquillaje que le había puesto.

Parpadeo, aún sentía extraños sus ojos pintados con Kohl y le recordó a cuando comenzó a usar el labial, maldijo la pintura facial.

—No hagas caras, mancharas tus párpados.

—Lo siento, ya me voy —alzó su falda y comenzó a alejarse.

La ventaja de todo eso es que no debía usar zapatos de tacón ni nada, debía andar descalzo por todos lados y era una bendición.
Bajar las escaleras sin tropezar con alguien fue un reto, pero finalmente, y luego de perderse un par de veces entre la gente, llego al jardín donde ya había algunos invitados esperando con paciencia.

Divisó el fuego al centro de la carpa y del otro lado, lo más lejos del centro, Otabek estaba conversando con otro alfa y lanzaba miradas a su alrededor de vez en cuando. Quiso reírse cuando era obvio que no lo reconoció y, pensando en una pequeña venganza, se acercó sin prisas, cuidando que el echarpe no cayera de su cabeza, sus orejas estaban un poco incómodas bajo la tela pero nada extraordinario.

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