visita inesperada.

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[Tiempo después]

Una vieja leyenda japonesa cuenta que hay personas que están destinadas a conocer a otras, dependiente del tiempo, lugar o circunstancia, unidas a través de un hilo rojo, un delgado y largo hilo rojo, el cual puede estirarse o incluso enredarse, pero jamás se romperá.

Adrien miraba el reloj de su muñeca, pronto atendería a un par de personas importantes, pero no importaba, esperaba como siempre a la chica que se robaba cada uno de sus suspiros. Se encontraba algo ansioso, quería abrazarla y susurrarle alguno que otro piropo.

Tras escuchar el tono de su celular, lo tomó entre sus manos para contestarle a quien realizaba la llamada, sonrió al ver el nombre de quién era la persona que buscaba hablar con el, sería algo importante, ya que lo llamaba a esas horas, era demasiado temprano a decir verdad.

—hola —pronunció al aceptar la llamada.

—hola —su voz sonaba nerviosa y tímida, algo tan común en ella —¿Podría pedirte un favor?

—el que quieras.

—¿Puedo ir a tu trabajo?

—claro, pero ¿Para qué lo necesitas?

—cosas...

—que misterio —bromeó, últimamente no la había visitado, estaba muy preocupado respecto a Marinette, aunque también se encargó de darle avances apropiados —mi chófer pasará por ti.

—no —se apresuró a contestar —puedo ir sola.

—¿En serio?

—alguien me llevará.

—bueno, no me preocupare por eso.

—no, ¿A qué hora puedo ir?

—cuando salgas de la escuela está bien.

—ahí estaré.

—¿Ya no saludas? ¿Perdiste los modales?

—perdón, era importante.

—claro.

—oh no ¡lo siento! —dicho ésto terminó la llamada, el rubio rodó los ojos con una media sonrisa, no sabía que se tendría entre manos, pero era algo extraño.

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No comprendía aquella petición por su hija adoptiva, esperaba a la pequeña en las puertas del imperio, había cancelado cada una de sus juntas, con tal de atenderla. Hizo una pequeña mueca notando como el cielo lloraba, aunque el día comenzó lleno de radiante luz, ahora era diferente; notaba los distintos paraguas, como las personas se trataban de cubrir de la lluvia. 

Analizó las escasas gotas que llegaban al cristal y resbalaban por el con una lentitud extrema, uniéndose con otras, tragó saliva sin apartar la mirada, efectivamente había entrado en un ambedo. 

—¡Adrien! —se escuchó la voz de una niña, salió de aquel trance, observó a la infante, a su lado dos chiquillas más la acompañaban —yo... —miró a sus amigas, las tres se encontraban en un estado eufórico combinado con nerviosismo, según la más joven del grupo era: explosión de emociones —tenemos algo especial.

—¿Tienen? —preguntó con curiosidad, las observó con una sonrisa —que modales Miranda —reprendió con sarcasmo —hola soy...

—¡Adrien Agreste! —exclamaron al unísono, ambas se miraron para después informar sus nombres.

—estoy nerviosa —comentó Miranda.

—bueno, lo que haremos será fabuloso —deliró la menor —tenemos algo para usted señor Adrien —murmuró, de su pequeña mochila sacó un par de finos hilos carmesí, le entregó uno a Miranda, escuchó como el rubio reía, mirándolo incrédula.

—perdón, pero llamame Adrien, me siento viejo, como eres super amiga de Miranda, eres mi amiga.

Una sonrisa se formó en su pequeña boca, la otra chica sonreía nerviosa, la castaña le entregó a su amiga uno de los hilos, Miranda gritaba internamente, en serio lo harían, no era un plan bien elaborado, pero tal vez, si todo salía bien, causarían una reflexión. 

—no grites —sugirió Harumi, aunque estaba en la misma situación, trataba de mantener la postura, repetía mentalmente cada palabra que diría, trataría de hablar con elocuencia, ya que eso era base.

—Miranda, respira, suelta, respira, suelta —instruyó la niña de iris caoba oscuro —todo saldrá bien. 

—no sé que tienen entre manos, pero tengo miedo —parlo el joven empresario.

—no te preocupes, no es nada malo, es especial. 

Las puertas del elevador se abrieron, la segunda diseñadora más importante de Agreste's salió de él, las miradas inmediatamente se dirigieron a ella, la párvula poseedora de uno de los hilos rojos corrió hasta ella, la azabache la analizó algo confundida, sonrió agachándose para quedar a su altura. 

—eres mi inspiración —susurró antes de rodearlo con sus delgados brazos.

El corazón de la azabache se derritió ante tales palabras, efectivamente, no sabía quién era la párvula, mas no lo evitó y correspondió al abrazo gustosa. 

Tras alejarse y pedirle que la acompañara, se acercó a sus amigas inseparables, según ella los saludos estaban de más, deberían de cumplir su misión antes de todo, Harumi sostuvo el celular en mano, grabaría todo,  Miranda le solicitó su mano al exmodelo, Abigail la de Marinette, un par de miradas complices.

Cada una ató una punta del hilo rojo al meñique de los adultos, sonrieron, fueron precavidas para que el nudo fuera recio; Marinette y Adrien se miraban desconcertados, no comprendía que pasaba con exactitud.

—la fiel leyenda del hilo rojo cuenta que un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a conocerse en cualquier momento de sus vidas —susurró Harumi atando las otras dos  puntas de cada segmento —tal vez no nos conozcan bien, pero sabemos su historia, la leyenda para ustedes es diferente, su destino es estar juntos —tragó saliva —aunque parezca que algunas veces se rompe, en realidad nunca lo hará, los juntaran hasta que decidan estar juntos.

Marinette estaba bastante aturdida, aquello la dejó sin palabras, estaba boquiabierta estudiando lo que rodeaba a su meñique, Adrien esbozó una sonrisa, aquello le llegó al corazón. 

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Las luces de su departamento estaban apagadas, al parecer su prometida efectivamente todavía no llegaba de su trabajo, sonrió para sí mismo, cargó las bolsas con cuidado, buscó el apagador con torpeza. La luz artificial inundó el lugar, se sorprendió al ver a la azabache recostada con en el sofá, mirando su meñique con aire soñador, podía percibir sus ojos llorosos. 

—azulita ¿Estas bien?

—no —sollozó un poco, se sentó mirándolo fijamente, acercó sus piernas a su pecho y las abrazó, negó repetitivamente con la cabeza, estaba cansada, liada. Pasó más de una hora recostada mirando lo que le entregaron las niñas, anonada al recordar como los labios del rubio aprisionaron los suyos, tal vez ir a hablar con él no fue lo mejor, solo un par de palabras, varios besos que no logró evadir.

—¿Qué ocurre? —dejó sus adquisiciones en el suelo, se acomodó frente a ella. 

—no sé explicarlo —sacó de bolsillo un hilo rojizo —estoy confundida —admitió, apretó aquel hilo en su puño.

—¿Por qué?

—no se lo que deseo, pero mi corazón dice que quiero cancelar la boda —afirmó escondiendo su rostro en sus piernas; la expresión facial de Alexander cambio, la aura de tensión dominó. 

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Se ve, se siente, el dra... Digo, doble actualización está presente.

Y Tomaste mi mano... [Terminada] #PremiosLadybugTLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora