40.

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Sebastián y yo estábamos charlando en su departamento acostados en su pequeño sofá.

— ¿Qué harías si tus padres se enteran de que tienes una relación a escondidas con tu profesor de matemáticas? — preguntó Sebastián

— Probablemente me cambiarían de escuela y a ti te denunciarían. Es algo que no quiero que suceda

— ¿O sea que iría a la carcél?

— Probablemente — respondí

— ¿Y no sientes raro andar con alguien mayor que tú? ¿Es tu primera vez?

— Realmente es la primera vez que tengo un novio que me importa más que los anteriores

— ¿Qué viste en mí para gustarte tanto?

— Tu sonrisa

— ¿Sólo eso?

— Eres un tipo demasiado lindo

— Y tú una chica muy guapa, eres distinta a las demás. Antes pensaba que las chicas de tu edad sólo sabían romper corazones

— ¡Hey! ¡No estás tan grande! — grité. — ¿Tú que viste en mi?

— Tu forma de ser, tus delicados gestos y esos ojos tan llenos de amor

— A veces siento que tienes una edad mental menor

— Pero yo no soy tu típico chico drogado de 18 años

— No estoy diciendo eso, amor

— Es raro que una chica de 17 años y medio como tú ande conmigo, ¿no deberías follar con alguien de tu edad?

— ¿Qué estás diciendo Sebastián?

— Olvídalo, soy un tonto, sólo espero que nunca nadie intenté separarnos. Mi hermano probablemente me ahorqué si le digo algo sobre mi relación contigo

— Nadie se va a enterar

— Creo que no hacemos lo correcto, a ti te faltan muchas cosas por vivir. Deberías intentarlo con alguien de tu edad

— Pero yo te quiero a ti, y yo puedo ser todo lo que necesitas con tan sólo 17 y medio

— ¿Y si no llega a funcionar?

— Ha funcionado desde el momento en que juntamos nuestros labios por primera vez — dije y sonreí.

Él me abrazó y luego me miró directamente a los ojos, besó mi nariz y después mis labios, bajó lentamente a mi cuello y luego a mis clavículas, volvió a mi cuello y lo mordió muy suavemente, era una sensación extraña, pero sin embargo lo disfrutaba y quería más de ello.

— ¿Me prometes que vamos a estar juntos siempre? — se volvió hacia a mí

— Te lo prometo — y nuestras manos se entrelazaron y ambos nos apretamos muy fuertemente

Bajó a mi cuello y entre besos lentos comenzó a jalar la blusa que llevaba puesta, en un instante desapareció y ahora sólo estaba con el sujetador, lo arrancó también a mordidas. Yo quité su camisa y sus jeans, ambos estábamos casi desnudos. Las caricias aumentaron de nuevo y los besos ya no eran muy románticos. Ambos ahora estábamos llenos de deseo y lujuria. Justo cuando íbamos a llegar a la mejor parte, alguien llamó a su puerta, estaba tratando de abrir. Me levanté muy rápido cubriéndome con la camisa de Sebastián el cuerpo entero, él también se levantó muy rápido y en calzoncillos se dirigió a la puerta esperando alguna señal.

Al parecer habían dejado de insistir con la puerta por unos instantes, pero momentos después volvieron a llamar. Sebastián decidió abrir sólo asomando su cabeza, era el encargado del edificio diciendo que alguien había entrado a robar al edificio y que tomarán sus precauciones.

— Gracias — fue todo lo que dijo él. Volvió al sofá y puso su cuerpo sobre mí, comenzó a menearse de un lado a otro.

Simplemente amaba a este chico.

Tú eres mío.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora