Capítulo 7

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Estaba petrificada en mi lugar. No podía mover un solo músculo. Mis ojos se encontraban desenfocados, y solo podía distinguir las formas negras del humo ondulando ante mí. Escuchaba, a lo lejos, gritos. Me quedé quieta hasta que algo llamó mi atención. Dirigí mi mirada hacia la sombra que se movía y pude ver a Gale, arrastrándose, dando saltos torpes en una pierna, alejándose del orfanato, en dirección a la Van. Sin pensarlo, levanté el arma en su dirección, sin poder creer lo que él había hecho.

-¡¿A niños?! ¿Es en serio?- apreté el gatillo y el hombre se agachó, tapándose la cabeza.

Sin controlarme, apreté una vez más, con la intensión de asustarlo. No le había dado con ninguno de mis dos tiros, y no sabía si era por falta de puntería o si realmente no quería lastimarlo. No me hubiese gustado verme hiriéndolo, pero sentía que se lo merecía. ¡Niños huérfanos, por amor de Dios!

De pronto, abrí grandes los ojos y cambié mi dirección. Caminé con furia hacia la parte delantera de la camioneta. Gale era solo un títere. Él no tenía realmente la culpa. La culpa era del maniático payaso que había tenido la retorcida idea. Con él debía desquitarme.

Di la vuelta y me paré en frente de la puerta del piloto y la abrí, llena de ira. Allí estaba Joker, con una sonrisa en los labios.

-Creo que te equivocaste de puerta, Kats. ¡Vuelve al asiento, hay que seguir!- subí el arma, apuntándole al pecho- Vaya, vaya. Empuñas decentemente, ¿quién lo diría?- suspiró audiblemente y negó con la cabeza- Ambos sabemos que no tienes las agallas. ¿Te importaría subirte? Vamos tarde.

No me moví. Volví a repetirme mentalmente que no quería hacerle daño a nadie, pero ¿qué tan malo era que lo hiciera? Él era un peligro, pero era inimputable por estar loco. ¿Acaso tenía sentido eso? ¿Justificar cientos de muertes por inestabilidad mental? Miré a Joker, con sus ojos vivaces. Este hombre podía estar loco, pero a la vez, sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Me disponía a seguir deliberando, pero, sin darme cuenta, apreté el gatillo con fuerza.

Nada pasó. Al ser consciente de lo que había hecho, no junté el valor para apretarlo de nuevo y me quedé mirando mi mano con la boca abierta.

Joker comenzó a reír maniáticamente, lo que hizo que yo diera unos pasos para atrás. El hombre daba miedo.

Se bajó del vehículo y se acercó a mí, tomó el arma de un manotazo y me apuntó a la cabeza. Cuando apretó el gatillo, instintivamente cerré los ojos, pero de nuevo, solo un pequeño sonido y ninguna bala.

-¿Todos los psicólogos son tan malos con las matemáticas o solo eres tú?-luego levantó la pistola y sentí un fuerte dolor cuando, al bajarla, me dio en la cabeza con la culata. Me tomó del brazo, dio la vuelta a la Van y abrió la puerta para arrojarme en el asiento del acompañante – Bien, no más retrasos.

Me tomé la cabeza, sobándomela. En realidad, me había ido bastante bien, considerando que había intentado dispararle. Sorprendentemente bien. Sospechosamente bien.

Se sentó en el asiento del conductor y puso en marcha. Miré hacía un lado, mientras los ruidos de sirenas de ambulancias comenzaban a sonar a lo lejos. El humo continuaba saliendo por las ventanas, y por la puerta principal unas señoras comenzaban a sacar a los niños del lugar. Aparté la vista, para no seguir mirando, mientras nos alejábamos.

-¿Qué fue eso?-pregunté, con un tono de voz monótono, calmado.

-Eso mismo iba a preguntarte. Pensé que nos estábamos llevando bien, pero ¿resulta que querías dispararme? Quiero el divorcio. Y quiero quedarme con la tenencia de nuestros pequeños, ¡eres muy peligrosa!- dijo y comenzó a reírse.

La cordura es una ilusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora