Estaba segura de que Joker me había colocado el antídoto. Lo había sentido. De hecho, aún dolían mis costillas en dónde me había punzado con la aguja. Pero si estaba tan segura de aquello, ¿por qué desde hacía unos días no dejaba de oír, a lo lejos, unas risas de fondo? Mi mente, por momentos, reproducía como un eco las risas maniáticas que me habían desesperado durante el delirio que la droga me había ocasionado. No estaba segura cuántos días habían pasado, sin dudas Joker no había cumplido con su palabra de ir todas las mañanas a practicar mi puntería, pero estimaba que se trataban de unos tres días en los que Joker se había encerrado en su habitación para no salir. Asumí que estaba trabajando en perfeccionar de algún modo su espantosa toxina, o en averiguar cómo distribuirla.
En esos días la única compañía que había tenido a la fuerza habían sido los secuaces. Eran rudos, eran matones, pero supuse que ante la imposibilidad que veían en maltratarme por miedo al Joker me trataban de hecho bastante bien. Todos en un intento de hacer más llevadera la espera habíamos intentado congeniar. No tenía otra cosa que hacer.
-¿Kat, estás bien?- la enervante voz de Richard preguntó incansablemente como si solo pudiese formular esa frase.
No iba a negar que dentro de aquel grupo de hombres, Richard fuera al que mi mente se había aferrado más para intentar no sentirme tan sola en toda la situación. Sabía que me había dicho que yo le recordaba a alguien, aunque no había profundizado en ello, pero le debía a ese alguien la ternura que Richard direccionaba hacia mí. Si, según él mismo había matado gente, era un criminal, pero yo no podía verlo de ese modo. ¿Cómo era posible? Su preocupación se sentía genuina, real. El resto de los hombres me trataban de una forma más normal. Algunos me ignoraban un poco pero otros, como Steve o Joe, se habían relajado frente a mi presencia y se permitían un trato más relajado. Era sumamente agradable y me hacía sentir menos fuera de lugar. Me esforcé por intentar armar lo que yo consideraba un pequeño grupo amistoso, notando lo bien que aquello me hacía para olvidar todo lo malo que había sucedido. Por fortuna, tuvieron la delicadeza de prender la televisión lo menos posible. Quería relajarme, quería olvidarlo todo. Por ello, cada vez que Richard me preguntaba si estaba bien, no podía evitar enojarme un poco. No quería pensar en que efectivamente no, no estaba bien. No quería. No podía.
- Por amor de Dios –dije irritada, con un humor de perros por no dejar de escuchar aquellos sonidos inexistentes en mi mente- ¿es lo único que sabes decirme?
En esos días Richard había conseguido unos baldes con agua y la había calentado específicamente para que pudiese asearme. Había sido la ducha más extraña de mi vida. En un abandonado y sucio baño, con los productos de limpieza más baratos del universo, con una banda de criminales al otro lado del pasillo, un psicópata maniático encerrado en una habitación y un frágil estado de salud mental. El baño me había tomado siglos, porque no había podido dejar de sentir que no importaba cuánto me fregase, seguía oliendo a sangre, a químicos, a humedad.
Al salir, vestida con el mismo sucio vestido, ya que era lo único que tenía, me encontré con que varios hombres se habían ido a hacer Dios sabía qué. Me había sentado y allí Richard había comenzado con sus preguntas.
-¿No vas a contar qué te pasó en el cuarto de Joker? Cuando saliste temblando... con los ojos desencajados... - sus ojos intentaban mirarme mientras se acercaba a mí sobre el sillón- Sé que te encuentras tratando de que todo mejore, pero hablarlo es mejor que ignorarlo. Debes saberlo.
-Lo sé- le dije escurriendo mi mojado cabello sin importarme que mojase al sillón- Créeme, lo sé. Pero no puedo –no estaba lista para contarle a nadie que aparentemente una toxina había hecho que me tirase delante de una bala imaginaria para salvar al Joker y menos podía contarle que luego de aquello había recibido un extremadamente confuso beso del mismísimo payaso- Rick... ¿a quién te recuerdo?
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La cordura es una ilusión
FanfictionLa vida normal de Kat Hampton se ve interrumpida cuando, una noche, entran en su casa tres hombres a secuestrarla. Uno de ellos es nada menos que el Payaso en persona: el Joker. ¿Podrá Kat mantenerse cuerda luego de todo lo que Joker le hará vivir...