Capítulo 14

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Estaba sudando, nerviosa. No se veía muy bien el lugar en donde me encontraba, pero podía ver una sombra delante mío, a unos pocos metros de distancia. Un hombre, sin dudas, alto y de contextura grande. Rió socarronamente, burlándose de mí. Sentí una presencia detrás, pero no me di la vuelta. Miraba con odio a la figura que se encontraba delante.

-Asesina-susurró.

No estaba enojado, solo tenía ganas de decírmelo, de restregármelo en la cara.

-Asesina- dijo otra voz, desde otro lugar.

-Asesina- gritaron varias voces de niños, a lo lejos.

Me hubiese gustado decir que sentía ganas de llorar, pero lo que honestamente sentía era ganas de callarlos a todos. ¡No entendían nada! ¡Había hecho lo mejor posible!

-Así es la gente, Kasty. Así es el mundo- la presencia detrás de mí dijo a mi oído- Haz un error, ¡uno solo! Y te condenarán por él.

-Matar no es un "error". Quizá es mejor si muero.

-¿Tú mente te tortura? –asentí a su pregunta- Y quieres que pare, ¿verdad?

-Fue un día espantoso.

-Oh, no te preocupes, yo también he tenido un mal día. Resultó muy iluminador. Ilumínate, Kats. Toma las riendas de tu propia vida. Haz tus reglas- desde atrás tomó mi mano, y puso algo en ella- Hazlo.

Miré mi mano. Una navaja.

De pronto, todas las sombras que me rodeaban se lanzaron en una carrera contra mí.

-¡Ayúdame! –pedí, sin saber bien a quién.

Eran demasiados, no iba a poder contra todos. Iban a matarme. Sentí unos brazos tomando los míos, como si fuesen uno, y comencé a moverme sin controlar del todo mi cuerpo. Tenía una destreza que no era mía, pero podía sentirla. No quería, me sentía disgustada, pero uno por uno cortaba los cuellos de las sombras, eliminándolos. Se evaporaban en el aire, pero el corte se sentía real, profundo. Eran reales. Los estaba matando. No podía dejar de moverme. Esquivando, saltando, agachándome, levantando el brazo en el momento justo. Era horrible y era injusto. Era como si yo no corriese ningún tipo de peligro.

Abrí los ojos, respirando agitada y miré desorbitada alrededor, en la oscuridad. Había sido solo un sueño, pero lo sentía inexplicablemente real. Mis manos temblaban. Alguien tomó mi brazo y lo saqué por instinto de un manotazo, paranoica.

-¿Kat? Soy Richard, tranquila.

Me fui dando cuenta que me encontraba sobre el polvoriento sillón, y Richard sonaba desde abajo.

-¿Duermes en el suelo?

-No duermo, casi. Gritas un poco y respiras muy fuerte. Casi nadie puede dormir, pero nadie se atrevió a despertarte- dijo risueño, hablando en voz baja.

Miré a mí alrededor. Mis ojos comenzaban a acostumbrarse y fui distinguiendo bultos en el piso: los secuaces, acostados, aparentemente sin poder dormir. Nadie se atrevía a despertarme. Me sentía mal por ello, como si fuese peligrosa, y a la vez, eso me reconfortaba. ¿Me tenían miedo? Ciertamente no era por mí en su totalidad. Vi sus rostros cuando Joker me tomó y me pegó a su cuerpo. El respeto que me había ganado se lo debía al payaso, en parte.

-Necesito tomar algo- le comenté a Richard, mientras me paraba silenciosamente.

No me dijo nada. Me acerqué a la cocina y tomé un vaso de plástico descartable de un montón que se encontraba apilado. Abrí la vieja y oxidada nevera y me serví el agua, sentándome en la mesa. A pesar de haber luz en algunos lugares del departamento, evidentemente no había suficiente potencia como para darle buena energía a la heladera, porque el agua se encontraba casi a temperatura natural. Me quedé allí, sirviendo y bebiendo, sentada, mirando al vacío. Algunas lágrimas rodaban por mis mejillas, pero yo seguía mirando hacia la nada. Bajé mi mano a mi pierna, e inconsciente pasé mi dedo una y otra vez sobre la J, trazándola, ignorando el dolor. Ya nada importaba. No quería ver a mi padre. No quería nada. Un día había bastado para asegurarse de que mi vida nunca pudiese volver a ser la misma. Un día. Era increíble. Era casi fascinante.

La cordura es una ilusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora