La velocidad del vehículo no era tan alarmante como antes, algo que agradecí. En estos momentos, sentada del lado del copiloto, me sentía mucho más segura. Me garantizaba que Joker tenía las manos ocupadas, y no podía usarlas para atormentarme. Quizá el hombre era un lunático, pero al parecer quería seguir viviendo, por el momento.
-Cuéntame –dijo de pronto, con tono exagerado - ¿Cómo se encuentra la pequeña Katsy?
La pregunta me tomó desprevenida. Lo miré desconcertada.
-No muy bien- respondí, bajando la vista al arma que se encontraba en mi regazo. No quería imaginar cómo me debía ver con el vestido agujereado, la piel lastimada y el maquillaje intensamente corrido, sosteniendo un arma- Pero... podría... debería estar peor –una pequeña risa se escapó de mis labios- eso me preocupa.
Sabía que quizá no debía soltarme a hablar de ese modo con el Príncipe Payaso del Crimen, pero tenía la necesidad de hablar con alguien sobre lo que estaba sucediendo. Con quien fuera, incluso Joker. Con todo lo que había visto, estaba algo preocupada de no haber entrado en estado de Shock o algo similar. Quizá yo era muy fuerte. Sí, eso debía ser. Tenía un gran sentido de supervivencia. Una mente fuerte.
-Suena a que lo estas llevando mejor de lo esperado. Bueno, ¿no?- comentó, con un tono divertido pero a la vez extrañamente serio.
-Depende. Si estoy relativamente bien con todo lo que está pasando... no parece un buen signo...-lo miré con genuina duda y preocupación.
Levantó una mano del volante y me señaló, dedicándome una rápida mirada.
-No lo sé, tú dime, ¡eres la profesional, después de todo!
Me encogí de hombros. No podía auto analizarme, para eso necesitaba de alguien más, pero iba a intentar buscar alguna explicación lógica.
- Solo estoy apartando estas cosas momentáneamente porque hay otras más importantes, como no perder la cabeza, por ejemplo... o la vida. Es natural. Sucede mucho. Solo, evito morir.
Sí. Era eso. Un día de vuelta a la vida normal que venía llevando y todo caería fuertemente en mí. Iría a terapia, superaría el trauma, me ayudaría de mis amigos, mi familia. Le pasaba a mucha gente. Estaba eliminando los eventos por supervivencia, almacenándolos en mi inconsciente. Luego explotarían cuando el peligro desapareciera. Era eso, ¿no? Tenía que serlo.
-Vaya. Racionalización, ¿eh? Tú más que nadie debería saber que eso es solo justificarte –se quedó callado un segundo, cayendo en la cuenta de algo que yo había dicho- De hecho, Katsy, la idea no es matarte, así que no hay razón por la cual deberías retenerte tanto.
¿La idea no era matarme? Sentía que la frase no hacía un click del todo positivo en mí, lo cual era absurdo.
-Dijiste que no había un plan- le recordé.
-¿Acaso dije plan? Eso, querida, se llama "alucinación". Podrías estar teniendo esquizofrenia, mucho cuidado –rió y levantó un dedo, negando- No. Es una idea, un curso posible. Tú decides si lo tomas.
-Es decir... ¿si muero o no es mi decisión?
-Más bien, si te dejas ir o no- me corrigió- Pista: la primera opción es más sencilla y divertida.
Lo miré sin entender del todo y repetí tontamente.
-¿Si me dejo ir?
Rió y se le adelantó a un auto con un movimiento rápido.
-Dime, Kats- dijo lentamente las palabras- Si mañana regresaras a tu vida "normal", ¿crees que podrías? ¿Podrías seguir pretendiendo que manejas una empresa, podrías ir a hacer las compras los sábados y sacar la basura?
Veía lo que quería hacer. Quería decirme que era imposible volver a ser normal con una vida normal. No iba a dejarlo.
-De hecho, me encantaría- dije, ácidamente- Llevaría un poco de tiempo, pero creo que podría. Con el trabajo psicológico adecuado...
-Después de ver tu edificio derrumbarse aplastando a tus vecinos, niños morir, personas desangrándose en el suelo, ¿realmente podrías? – hizo ruidos con su boca y largó una carcajada- ¡Luego el frío soy yo!
-¡Llevaría su tiempo de recuperación! ¿Qué hago si no hago eso? ¿Lloro para siempre? ¡¿Arruino mi vida?! ¿¡No hay opción correcta, o qué!?-grité, enojada y asustada.
Sentí las lágrimas rodar por mis mejillas. ¿Es que no había forma de volver de esto? Maldito psicópata. Sus palabras tenían un doloroso sentido que intentaba ignorar sin éxito. Si volvía a mi vida normal y me sentía bien, era dementemente fría, pero si jamás volvía a mi vida normal... era sufrir o dejarme ir. Lo comprendía ahora. Dejar mi sanidad mental ir. Cuantas más cosas sucediesen, más descabellado sonaba el volver a mi vida normal. Necesitaba que todo terminase ya.
-Eso me hizo acordar a un chiste- dijo de pronto, saliéndose totalmente de tema- Hay un psicólogo, ¿no? Y vienen tres locos a él. Para corroborar el nivel de locura, les hace una simple pregunta- hizo una pausa, y me miró por un momento- "¿Cuánto es cuatro más cuatro?" les dijo. El primer loco grita "¡Caballo!", a lo que el segundo loco responde "Idiota, ¡es cebra!", pero el tercero, luego de un tiempo, comenta tranquilamente: "ocho". El psicólogo le pregunta cómo es que supo la respuesta y muy serio le explica "Es simple. Solo dividí caballo por cebra"- se quedó serio un momento, mirándome, y luego comenzó a reír despacio.
-Un psicólogo jamás haría esa pregunta- fue lo primero que me salió.
-¡Eres el alma de las fiestas! ¡Es un chiste!- se quejó, con un tono infantil.
Levanté los brazos y solté un bufido. ¿Realmente? Un chiste, ¿después de lo hablado? ¿Y pretendía que me riese?
-¡Bien!- fingí unas risas, dejando mis brazos caer hacía abajo nuevamente, sobre mis piernas.
Al tocar el arma, sobre mis muslos, la miré preocupada. No me sentía bien teniéndola encima y, a la vez, me hacía sentir más segura. Miré el bolsillo de mi sacón rojo. No parecía caber ahí dentro.
-No piensas dispararme de nuevo, ¿eh, Kats?- su tono despreocupado desentonaba con sus palabras.
-Ni siquiera se me había ocurrido- dije y me sequé las lágrimas con la mano.
Así que esa era la diferencia. Después de todo, él podía hacer bromas y reír. Yo lloraba.
La velocidad fue aminorando, hasta que la camioneta se detuvo a un lado de la calle.
-Bien- dijo, mientras abría la puerta, bajándose- porque vas a necesitar esas balas. Se una buena niña y espera aquí- estiró su mano y me dio unos golpes firmes, pero no dolorosos, en la mejilla.
Se dirigió atrás y abrió la puerta trasera, donde se encontraban Richard y otro secuaz, junto con los barriles. De la Van blanca, el último secuaz, que ahora viajaba solo, se bajó para reunirse con todos allí.
Me quedé en silencio unos segundos, pensando. Varias preguntas atravesaban mi mente. ¿Qué habría dentro de esos barriles? ¿Cuál era el plan en todo esto? ¿Había un plan o no? ¿Acaso mucha gente iba a salir herida? Y lo peor de todo... ¿qué tenía que ver yo con todo? ¿Cuál era la gracia de llevarme de aquí para allá si no había plan? ¿Solo verme enloquecer? Parecía insulso. Nadie hubiese secuestrado a alguien tan importante solo para algo tan tonto. ¿Por qué yo? Sentía que había algo que se me escapaba.
Más lágrimas salieron de mis ojos. Los caminos ante mí se cerraban, y lo que, en el fondo, me hacía llorar, es que no sabía realmente si quería lidiar con todo lo que había vivido si llegaba el momento de volver a mi vida. Era demasiado. Si me aferraba a mis seres queridos... ¿podría ser suficiente para superarlo? Hasta el momento había dado por sentado que no iba a volver jamás a mi vida, que no iba a sobrevivir. Pero él me había dicho que la idea no era matarme, y por alguna razón, le creía.
Eso me daba futuro. Me daba libertad. Y con la libertad, la responsabilidad aparecía amenazante. No sabía si quería esa responsabilidad.
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La cordura es una ilusión
FanfictionLa vida normal de Kat Hampton se ve interrumpida cuando, una noche, entran en su casa tres hombres a secuestrarla. Uno de ellos es nada menos que el Payaso en persona: el Joker. ¿Podrá Kat mantenerse cuerda luego de todo lo que Joker le hará vivir...