Capítulo 4

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Me quedé en silencio el resto del viaje, abrazando mis piernas y pensando en las imágenes que había visto. No podía sacarme de la mente esos rostros. No quería dormir nunca más, temía soñar con Lewis y Boris, temía soñar con Joker haciendo cosas aún más terribles que las que estaba haciendo. Todo comenzó a decantar en mí, y las lágrimas no tardaron en llegar. ¿Al final mi padre tenía razón? ¿Había sido una pésima idea irme a vivir sola? Apreté los puños con fuerza, lastimándome las palmas de las manos. Era tan injusto. Quería tener una vida normal, y al ir a buscarla, terminaba en las manos del peor villano de Gotham. Lo miré de reojo. Se encontraba con los ojos cerrados, moviendo los labios, como hablándose a sí mismo.

Abrió un ojo en mi dirección y desvié la mirada. Se desperezó un poco y se asomó por la pequeña ventana. Se paró, con increíble estabilidad para el balanceo que había, y tironeó de mi brazo, obligándome a pararme.

-Arriba, arriba. ¡Ya llegamos!- tomó un gran bolso negro del piso y lo arrojó en mi dirección sin mirar. Lo esquivé para evitar que me golpease- Vamos Katsy, hay que ayudar. ¿No tienes modales?

Al intentar tomar el bolso que se encontraba caído a mis pies, descubrí que era increíblemente pesado y no había forma de tomarlo con una sola mano, pero necesitaba la otra para sostenerme.

-¡Dios mio! ¿Qué hay acá dentro? – se me escapó.

-Bazookas, granadas. ¿Qué más?- comentó casualmente, con un tono de obviedad.

Solté la correa del bolso automáticamente, sin saber si estaba bromeando o no. Al menos mi pregunta no lo había molestado mucho. Puso los ojos en blanco y se acercó a mí. Tomó el bolso y se lo colgó en el hombro, llevando el otro del otro lado.

-Niños ricos – murmuró.

La camioneta frenó de golpe y me sujeté de lo primero que encontré, soltando un grito. Al abrir los ojos vi que me estaba sosteniendo fuertemente del brazo de Joker. Con un rápido movimiento se deshizo de mi agarre y me tomó el brazo levantándolo entre su rostro y el mío, mirándome a los ojos.

-Lo sien—

-..to?- me observó formando una sonrisa con sus labios- Creo que es lindo que ya terminemos las frases del otro.

Contuve la respiración y abrí los ojos con miedo. Me guiñó un ojo y la puerta trasera de la Van se abrió, encontrándose el secuaz con máscara de payaso del otro lado. Del brazo que me sostenía, Joker tiró y me arrojó fuera. Caí en el suelo, raspándome las rodillas y las palmas de las manos. Me levanté y examiné mis heridas. Salía sangre. Miré al payaso, parándome derecha, y fingí que no me dolía en lo absoluto. Elevó una ceja en mi dirección y saltó de la camioneta con agilidad. Se paró a mi lado y apoyó su mano sobre mi hombro.

-Me gusta esa actitud- dejó caer los bolsos al piso con un ruido seco- Tú –se giró hacia el otro hombre- lleva esto. Y tú- se giró hacia mi nuevamente- vienes conmigo. Hay que prepararte. No puedes andar así, ¿qué pensará la gente? –dejó escapar unas risotadas y me empujó por la espalda para que comenzara a caminar.

Me callé y observé alrededor. Todo era gris. En frente había lo que parecía ser un edificio abandonado. Había maderas rotas colgando, columnas con los alambres a la vista. Comencé a apurar el paso, tiritando de frío. Al llegar a la puerta, con un empujón, corroboré que estaba abierta. Una vez dentro, nos encontramos con un polvoriento pasillo a oscuras. Solo un débil rayo se colaba por una ventana en lo alto, dejando entrar la suficiente luz como para intuir las formas.

-Puerta- ordenó.

Busqué con la mirada y observé lo que parecía una puerta de emergencias. Caminamos y la abrí, haciendo un chirriante ruido. Al pasar donde mí, apoyó su mano en la puerta y comprendí que yo debía seguir caminando. Mientras la mantuvo abierta, pude ver que había unas escaleras. Al cerrarse, dejé de ver del todo. Me quedé quieta y pronto sentí el impacto del payaso, haciéndome caer hacía delante, sobre los escalones de concreto. Fruncí el rostro y me mordí los labios, reprimiendo un grito, y comencé a subir gateando, tanteando los escalones y evitando golpearme de nuevo. Era el único modo de subir rápido y evitar golpes. Oí su risa por detrás. De pronto, sentí su mano agarrando mi cabello y comenzó a arrastrarme escaleras arriba.

La cordura es una ilusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora