Sobre la ruptura y el tiempo de recuperación.

Día 7 después de la ruptura (9 de junio de 2017)

Lo más difícil de dejar ir a una persona tóxica es saber que no te buscará, y entender que nunca le importaste.

Todos los recuerdos vividos han estado estancados desde que me desperté, simplemente al oler la sudadera que le presté, la última carta que me dio, la última foto que nos tomamos. Todo viene a mi mente como si lo vivido hubiera durado tan poco; he aquí la sensación de "nos faltó tanto por vivir juntas". Y en verdad, es difícil olvidar cuando tenían pequeños planes a futuro. Aunque no fueran grandes planes, eran especiales. Planeábamos salidas, cenas, sueños. Planeamos cada cosa tan real, y a veces, tan estúpida. También no puedo dejar de pensar en todas las cosas que hicimos que en verdad desearía repetirlas, una vez más. Conciertos, cenas, fiestas, noches, besos. Siento que nunca disfruté tanto como pude haberlo hecho, que no aprecié cada segundo a su lado. Confieso que después de pasar un día con ella, no dormía hasta haberlo repasado mínimo 3 veces en mi mente, aunque suene ridículo. Así, sabría que lo tendría guardado durante siempre.

Sinceramente, me siento vacía aún, hace unos días sentía una mejora, pero ahora todo vuelve a lo mismo. Y todo gracias a su perfume en mi sudadera, a sus pequeñas e inesperadas cartitas, a las tantas canciones que nos dedicamos sin decirnos. A cada pequeño instante que marcó esta gran etapa. Sé que podría usarlo como una lección, o tal vez como un buen recuerdo. Pero simplemente no quiero dejarlo ir, no quiero soltar los recuerdos. La he soltado físicamente, pero no emocionalmente. Es que en verdad, me acostumbré a ella en tan poco tiempo. Se me hacía rutina llegar en las mañanas al colegio y darle un beso y un abrazo, salir de cada clase e ir directo a buscarla, escuchar una canción de amor y ponerla en su playlist, escribir sobre ella e ir a mostrárselo. Porque en verdad, se hizo tan rutinario, tan "indispensable", tan nuestro; que ahora, no sé como soltarlo.