La vergüenza de la familia

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Corro hasta la cocina, de donde provienen los gritos. Me encuentro a mi madre con su típica inexpresiva mirada que adoro, porque nunca tengo que intentar descifrarla. Y como ya había imaginado, está mi hermano Aaron. Está totalmente tatuado, incluso en el cuello. Tiene aspecto del típico chico malo.

- ¿No piensas darme un abrazo de bienvenida, Al? - Pregunta Aaron con una sonrisa burlona.

- Que te jodan, Aaron. - Digo.

Primero que no abrazo ni a mi madre, segundo que menos abrazaría la escoria de mi hermano. Doy media vuelta y me encierro en mi habitación.

Enchufo el teclado y me pongo los auriculares, mis dedos se empiezan a mover automáticamente.

Aaron ha vuelto. Los problemas han vuelto. Claro, hoy es su cumpleaños dieciocho y hoy su día de libertad condicional. Aaron es un chico problemático, que desde el principio de su adolescencia tomó malas decisiones, un camino erróneo que mis padres no supieron detener a tiempo. A los catorce años comenzó a fumar marihuana, y de a poco se encamino a drogas más potentes. A los dieciséis, dos años atrás, una noche como cualquier otra para él, drogado, mató a un chico en una pelea. Desde aquello fue decidido por las autoridades llevarlo al correccional de menores hasta cumplir los dieciocho. La noticia de Aaron Young, el adolescente que asesinó a otro chico se hizo viral, fue la vergüenza de la familia.

Aaron y yo siempre fuimos muy unidos, hasta el día que mató aquel chico. Desde aquello, nunca fui a verlo al correccional. Me importaba una mierda que sea la vergüenza de la familia, me importaba él, ¿Mi hermano un asesino? Dolía. Quizás no estaba consciente de lo que hacía, pero si era consciente de que las drogas lo podían obligar a hacer algo malo.

Lo desterré de mi corazón.

La puerta se abre de golpe. Aaron tiene una mirada de las que no entiendo.

- Alice...

- Vete. No quiero verte.

No dice nada, simplemente cierra la puerta y se va.

Tengo ganas de llorar por él, por su desastrosa vida. Al pensar que cuando era un niño era tan dulce. Y ahora siento que lo he perdido, que ya no queda nada de lo que alguna vez fue. Pero no puedo, no sé llorar.

En la cena evito su mirada, e insiste bastante. Hebe no para de preguntarle sobre su estancia en la cárcel de menores. Él cuenta todo como si fuera una experiencia divertida, Hebe lo mira asombrada. Mamá se molesta y dice que no es algo divertido estar ahí. Yo no hablo hasta finalizar la cena, me voy sin decir nada.

Estamos Leone y yo en la calle, pero está totalmente inundada, tanto que el agua llega hasta nuestros pechos. Intento acercarme a ella, pero cada paso que doy es como si estuviera más lejos, trato de llegar hasta donde está, desesperada, pero lo único que logro es alejarme más y más. Leone simplemente me mira, con tristeza, pero de repente algo la aleja rápidamente, la lleva hacia atrás y ella grita mi nombre. Quiere que la salve pero algo me estira hacía atrás también, haciendo cada vez más pequeña su figura, hasta que finalmente desaparece y me levanto sobresaltada.

Miro el reloj y es apenas la madrugada, me levanto a tomar agua y me encuentro con Aaron en la cocina, fumando.

- Ten un poco de respeto a la familia y tira esa mierda aunque sea en esta casa. - Le digo fulminándolo con la mirada.

- Vale, lo siento, es casi una necesidad. - Se excusa y apaga el cigarrillo sobre su mano.

No digo nada, lo miro con mi peor cara de asco. Cargo el vaso de agua y me voy. Escucho que me llama con voz insistente, no le hago caso.

Por suerte me despierto temprano, sin haber tenido ninguna pesadilla más con Leone. Voy a la escuela y cuando llego al curso, temprano como siempre, no me encuentro con ella. El curso está vacío. Poco a poco llegan todos, incluido Dan que mira contento el asiento vacío a mi lado.

- Al fin esa chico no roba mi lugar.

- Parece que ahora es suyo...

- En sus sueños. - Ríe.

De repente, se pone serio y vacila al preguntarme algo.

- Ya dilo, Dan.

- ¿Qué ha pasado entre Marcia y tú? No se acerca desde la fiesta, y yo la extraño, no sé tú, pero quiero que vuelva.

- Pues háblale. - Revoleo los ojos.

- Le pregunté que le pasaba y evitó el tema, sólo sonreía, con ese tipo de sonrisa que oculta algo que duele. No sé si será por algo que dijiste, porque ciertamente eres muy hiriente con tus palabras, pero si no es por ti, entonces algo le pasa y a Dina y a mi nos tiene preocupados.

- ¿Y yo qué?

- Que tienes un talento para herir sin querer a la gente. Nunca hablamos de esto pero creo que es momento de hacerlo...

Esto no me está agradando.

- Tienes Síndrome de Asperger...

- ¿Qué te hace pensar eso? - Digo a la defensiva.

- Siempre noté que eres diferente al resto de la gente, y yo amo a la gente que no es igual a todos. Por suerte soy alguien muy insensible y tus palabras no me duelen, pero Marcia es alguien sensible y creo que la noche de la fiesta le dijiste algo que le dolió. Pero primero hablemos de tu Síndrome, querida.

- ¿Cómo te has dado cuenta?

- Porque tengo un primo con síntomas parecidos a los tuyos, la obsesión con algo en especial, la insensibilidad por los sentimientos ajenos, falta de entendimiento al doble sentido, torpeza con relaciones interpersonales...

- Ya ya, no hace falta que sigas, sé lo que soy. - Digo cortante. - ¿Alguien más sabe lo patética que soy?

- No eres patética. Eres extraordinaria. Y sí, verás, Dina y Marcia desde el principio que lo saben porque yo les dije.

- Genial, entonces fueron mis amigas por lástima.

- No, les dije que tu Síndrome te hace ser una persona divertida a tu manera, y que puedes ser insensible pero aún así eres leal y buena amiga.

Me quedo sin palabras ante su confesión.

- Te estoy abrazando mentalmente, Dan.

- Gracias, te devuelvo el abrazo y me alegro que sea la primera vez que me abraces mentalmente. Espero que algún día lo hagas físicamente.

- Eso nunca.

- Mala. Bueno ahora es momento de hablar de Marcia...

- Vale, hablaré con ella hoy.

En recreo, Dina viene con nosotros, sin Marcia.

- Hola Dina, ¿Sabes a dónde se fue Marcia?

- No tengo idea, los últimos días se va sola, no sé dónde. A veces se salta las clases... - Dice Dina en casi un susurro.

- Escuchen, tengo un plan. - Dice Dan. - En el próximo recreo, vas a seguir a Marcia disimuladamente, cuando llegue a su destino secreto, nos mandas sus coordenadas, ¿Entendido?

- Sí, capitán. - Digo fingiendo ser un militar y haciendo el gesto con la mano.

Llega la hora, Dan y yo esperamos ansiosos al mensaje de Dina. <<Está en el patio prohibido, no puedo ver con quién porque me vería y se acabaría el operativo, vengan ya.>>

Vamos casi corriendo hacia el patio prohibido. Se llama así porque lógicamente nadie puede ir allí. Nadie sabe porqué no se puede, simplemente está prohibido.

Nos encontramos con Dina, que está en una esquina escondida.

- ¿Y ahora qué, capitán? - Pregunto.

- Ve, Alice, haz tu trabajo.

Revoleo los ojos y voy. Allí me encuentro al anfitrión de la fiesta de aquella vez llamado Tomas, al chico camello, a Marcia, y Leone...



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