XXXII

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Era la hora, miedo del mundo en la espalda

Ella prefería derramarse en una carta

Antes que mil siglos de silencio

Y ardió.

Sus latidos en una hoja, esperaban un no

Sus estrellas la habían consumido

Y se acercó.

Esa era su condena, por haber caído en amor

Por verse el alma en aquellos ojos

Y musitó.

Sus versos habían tejido

Un quizás que la dejaba

Intranquila en labios mordidos

Y aguardó.

Así se acababa la historia

De un chico poesía

De cómo los vacíos se llenan unos a otros

Y de cómo se pierden almas gemelas.

Pues su ser estaba en aquella carta

El verano que besaba sus labios

Y que en un parpadeo

Se convertía en helada.

Y las historias que susurraba el viento

Atardeceres en el puerto

La música de dos cuerpos

Que entonan una misma canción.

Todo estaba en manos

De aquel chico y de sus estrellas

Elige a ella, gritaba el sol

Descubrirás

como

las alas rotas

se entienden

unas a otras.

Las horas tristesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora