|Capítulo 11| ✔

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Una vez que llegó a su casa y recapacitó las cosas en frío, Robín comenzó a analizar sobres sus reacciones cada vez que estaban juntos, como reaccionaba su cuerpo cada vez que estaba cerca de ella. ¿Cómo podía ser tan necio de no darse cuenta? La muy condenada estaba haciendo que se enamorara de él, y lo peor de todo, era que no lo hacía conscientemente, aún no sabía con exactitud si ella también sentía algo por él.

Empezó a pensar en Anna, era muy distinta a las mujeres con las que había estado. Aquellas mujeres eran superficiales, frías, calculadoras y manipuladoras, pero Anna no, ella parecía ser distinta, era la impresión que tenía de ella, si bien hacía poco que se conocían, aparentaba ser dulce e inocente. Ya había pasado por eso una vez con Clair Stevens cuando era más joven. Por entonces era un adolescente, apenas si sabía algo de la vida cuando se enamoró de Clair. Debía ir despacio para no cometer ningún error.

Anna estaba algo alegre, si se lo podía llamar de alguna manera, hacía una hora que habían llegado a su casa y se había acostado. Estaba tan contenta que no podía dormir. Creía estar en lo correcto, algo sentía el marqués por ella, no sabía si estaba enamorado, pero sí que se sentía atraído. Aquella noche la había mirado de una manera diferente a otros días y sonrió mientras recordaba ese momento junto a él.

Tres días más tarde, Anna, su hermana y su madre se encontraban en los jardines de la mansión de los Bincent tomando el té, cuando el mayordomo de la familia se dirigió a donde se encontraban las damas llevando un recado.

-Señorita Brigthon, ha llegado esto para usted. -El mayordomo extendió mano para entregarle una nota.

-¿Para mí? -preguntó Anna algo sorprendida.

-La trajo, un mensajero. -Dijo el mayordomo.

-Gracias Willy. -Respondió con una sonrisa.

El mayordomo hizo una reverencia y se alejó.

Anna miró la nota, al girarla vio el sello lacrado del marqués.

-¿Y eso? -preguntó su hermana, fijándose en el rostro iluminado por la alegría de Anna y en la carta que sostenía- ¿Quién te la envió?

-Me la acaba de traer Willy, me la envió el señor Henderson. -Y dicho esto despegó el sello con dedos temblorosos y se dispuso a leerla.

-¿Y bien?, ¿Qué dice? -preguntó Lucy con una nota de impaciencia en su voz.

-Me informa que mañana llega a Londres y que espera verme en el baile de Lady Cameron. -Contestó con alegría.

-Ay, Anni, que emoción. -Dijo con una sonrisa.

-Si, espero verlo. -Contestó emocionada.

Media hora después, las cuatro damas se encontraban caminando en el parque conversando animadamente.

-¿En qué piensas Anna? -preguntó Chloe viendo a su amiga algo distraída.

-Ven, te contaré. -Contestó Anna tomándola del brazo.

Una vez que le hubo contado el contenido de la carta, su amiga frunció el entresejo.

-Vas a tener que ir con pie de plomo Ann, es evidente que se siente atraído por ti, eso no es novedad, pero por algo se apartó de nuestro círculo social en el pasado. Tendrías que hablar con alguna anciana, que te cuente bien que fue lo que pasó, porque una persona con una posición social como la de él no se aleja por qué si de la noche a la mañana. -La aconsejó su amiga.

-Si, antes que nada quiero saber que pasó. -Dijo Anna- Mañana en el baile de la embajada le voy a preguntar a Lady Cameron que pasó, ella me va a saber decir bien.

Cuando llegaron al final del recorrido las dos familias se separaron. Durante el regreso a su casa, Anna tenía la vista absorta en la calle, estaba recapacitando sobre lo que le aconsejó su mejor amiga. Con algo de suerte podría saber lo que había sucedido en el pasado para que tomara la decisión de alejarse de los salones más importantes de Londres.

A la noche siguiente, Robín la observada a Anna desde una columna del salón del Lady Cameron, se encontraba rodeada de un séquito de ancianas.

Mientras chismoseaban los últimos escándalos de la temporada, Anna preguntó cómo al pasar.

-¿Qué me pueden decir de lord Henderson?

-Mmm, es un buen partido, de hecho, es el soltero más codiciado, lástima que le pasó aquello con Clair Stevens, -contestó una anciana- sino hoy estaría fuera del mercado matrimonial.

-Oí algo, ¿pero qué pasó en realidad?

-Lord Henderson estuvo comprometido con la señorita Clair, creo que por cuatro o cinco años. Cuando le propuso matrimonio a ella, en ese momento se los veía feliz, claro, ninguno nos imaginamos ni siquiera el pobre de Robín, que el día de su boda ella iba a huir con otro hombre. Lo dejó plantado en el altar. Por eso se alejó de las temporadas sociales. Reapareció justo para el día de tu presentación. -Le contó Lady Marshall.

-Pobre, imagino lo doloroso que debe haber sido.

-Si, a él se le destrozó el corazón. -Contestó otra.

Mientras conversaban, Anna apartó la vista y la dejo vagar por los invitados hasta posarla en unos ojos de rasgos familiares.  Al ver a Robín, se levantó de la otomana y despidiéndose de las damas se encaminó hacia donde se encontraba él y se saludaron cortésmente con reverencias.

-¿Cómo has estado Rob? ¿Cómo te fue en el viaje? -quiso saber Anna.

-Bien, aunque algo cansado por el viaje todavía. Por suerte he solucionado todos los asuntos que me retenían en Southampton, ¿Tú cómo pasaste estos días? -quiso saber.

-Bien , repleta de eventos sociales. -Respondió Anna.

-Más entretenida que yo seguro. -Se burló él y los dos rieron al unísono.

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