Capitulo 1

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"Pipipi, pipipi"

Buscaba desesperada el maldito despertador para poder apagarlo y dormir al menos cinco minutos más. Justo cuando lo encontré, después de un intenso esfuerzo dado que estaba con los ojos cerrados, se apagó por si solo.


"Vas lista Dul." Pensé.


Yo creo que desde el primer momento en que empezamos a despertar nuestros cinco sentidos, sabes si ese va a ser un buen día o no. Aunque bueno, en mi vida es bastante fácil acertar. Casi todos son malos, pero algo me decía que ese día iba a ser diferente.

Como cada mañana me levanté, busqué mis zapatillas por el suelo y comprobé si estaban mojadas. Mi perro, Tor, suele jugar con ellas. Esa mañana tuve suerte en ese aspecto.
Medio dormida todavía caminé hacia el cuarto de baño, prendí la luz y me miré al espejo. ¡Dios, estaba horrible!

Tenía unas ojeras enormes y en general mal aspecto. Me metí en la ducha, como siempre cantaba la misma canción cada mañana.


"Quiero abrir los ojos si es contigo, en la madrugada tu y yo unidos y te des cuenta que estoy. Y alrededor ya no hay peligro, tu estarás por siempre aquí conmigo aunque te marches, amor."


Creo recordar que la oí una vez en la radio, mientras iba de camino al antro donde trabajo.
Cuando terminé de ducharme me enrollé una toalla alrededor del cuerpo para que el agua no escurriera al suelo, la verdad es que es un engorro luego tener que limpiar. Mientras me secaba el pelo y me lo peinaba seguía cantando.


Después de aproximadamente una hora salí de mi habitación, dejando todo lo más ordenado posible que se puede tener, dado el sueño acumulado en mi caso. Llegué a la cocina. Ni rastro de mi hermano. En seguida Tor vino a darme los buenos días, siempre me recibía cariñosamente, a veces demasiado.


Dulce: ¡Tor! ¡Acabas de mancharme los pantalones!

¿Dónde habría estado el perro para que estuviese tan sucio y tal lleno de barro? Esperemos que fuera barro y no otras cosas. Me arreglé un poco el pantalón y lo limpie un poco por encima, al ver que no se iba la mancha tomé la decisión de cambiarme antes de salir de casa.


Le puse comida y agua al perro y me preparé mi desayuno. Un café y unas tostadas. No quedaban ni cereales. Tenía que ir a comprar. Me senté con el café una mano y la otra pasando las páginas del periódico. De repente oí un ruido seguido de una voz bastante familiar.


- Dul ¿Me prestas dinero?

Dulce: ¿Ya se te acabó el que te dejé, Sergio?

Sergio: Dul tuve que comprar unas cosas para la casa. Ya sabes, cosas.

Dulce: Ya, claro. Pues en estos momentos no tengo. El mes me lo pagan hoy, así que tendrás que buscar tus ingresos en otro lado.

Sergio: ¡No me jodas, Dul! Sabes perfecto que no tengo trabajo.

Dulce: ¡Pues ese no es mi problema! ¿Sabes? Yo no tengo ni siquiera la mayoría de edad y trabajo en un antro de beep para que me paguen un sueldo de beep. Tienes 21 años Sergio. ¡Madura y búscate algo!

Sergio: Si estuviera papá y mamá aquí no me hablarías así, eso te lo aseguro.

Y por fin se fue. Pensaréis que es un imbécil, un mal criado pero ¿Sabéis? En el fondo es mi hermano, y no se me hace justo dejarlo tirado en la calle. Al fin de al cabo tenemos la misma sangre, ¿No?

Cuando terminé de desayunar y leer el periódico llamé a Tor, quien enseguida vino a mi lado. Le até la correa, cogí mis cosas y salí de casa, no sin antes intentar despedirme de mi hermano, quién por lo que supuse se había ido después de nuestro "pequeño intercambio de opiniones".

Iba de camino hacia el taller mecánico de Christian. Bueno, si él no me visitaba lo haría yo, ¿no? Llegué y entré. Lo encontré donde siempre. Dormido.

Dulce: ¡Chris!

Christian: ¿Qué? ¿Qué pasó? ¡Le juro que estaba trabajando, se lo juro!

No pude aguantar y me reí a carcajadas.


Dulce: Christian, soy yo, Dul. ¿Durmiendo de nuevo en tus horas de trabajo?

Christian: Bueno, tampoco dormir. Estaba descansando los ojos.

Dulce: Claro Christian. Eso díselo a tu jefe, conmigo no cuela.

Christian: Ok Ok Ya entendí. Y cuéntame, ¿Qué onda? ¿Qué haces por acá?

Dulce: ¿Qué qué hago por acá? Pues venir a visitar a mi mejor amigo, ya que él no se digna a hacerlo.

Christian: Lo siento, Dul, pero por las mañanas estoy muy liado en el taller, y por las tardes me pasa lo mismo. Los ratos que tengo libres los utilizo para comer y dormir. Y por las noches trabajas tú.

Dulce: Sabes que esas no son excusas, yo también tengo muchísimas cosas que hacer y siempre tengo tiempo para visitaos a ti y a Anahi, de la cual no sé nada desde hace tres días. ¿Te ha llamado, o algo?

Christian: Lo sé, Dul, pero ando mal. Necesito dinero y.. Bueno, mi jefe ya sabes cómo es.
Pues no, de hecho yo tampoco sé nada de ella, ahora mismo te iba a preguntar si tú sabías algo. Se me hace raro que no haya llamado si quiera.

Dulce: Debe de andar muy ocupada con su "noviecito". Cada vez me cae peor.

Christian: ¿Quién? ¿Anahi?

Dulce: ¡No menso! Obvio Jon. No sé, no me da confianza. Serán cosas mías pero no me gusta nada ese chavo.

Después de una hora hablando poniéndonos al día de qué era de nuestras vidas el supervisor vino y me tuve que ir para no meter en problemas a Chris, ya bastante tenía el pobre como para causarle uno más. Antes de irme le dije que se pasara esa noche por el antro.

Mundos desigualesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora