Mundos desiguales

Capitulo 10

-¡¿Se puede saber por qué hicis..?! comenzó a decir Dulce, enojada, entrando en el despacho de Christopher-
-Ey, ey, ey.. Tranquila..¿no? –se encogió de hombros- quizá me dejé llevar.. Pero no me vayas a montar ahora una escenita que no te queda..
-Mira, no me vengas a decir tú lo que tengo o no tengo que hacer..
-Soy tu jefe.
-¡Y a mi eso qué! –dijo furiosa- Creo recordar que el comportamiento tuyo de hace unos momentos no fue, precisamente, el de un jefe hacia una empleada..
-Bueno, ya, basta.. Tengo que hablar de algo importante contigo, así que siéntate.. Y si quieres seguir con esta discusión será mejor que lo hagamos en algún lugar privado.. –profirió con sorna-
-No pienso ir a ningún lugar privado contigo.. –le dijo, mirándole desafiante-
Christopher se encogió de hombros, alzó una ceja y la miró divertido.
-Tú misma. Tenemos que salir de viaje mañana a primera hora, así que cuando antes aceptes que tú y yo pasaremos bastante tiempo juntos, mejor.
-¿Qué?. Espera... ¿Un viaje?
-Exacto, un viaje. Ya sabes.. te montas en un avión, vas a otra ciudad.. asistes a reuniones importantes..
-Sé lo que es un viaje, ¿Vale?. Lo que no sé es qué voy a hacer yo allí.
-Sencillo –respondió Christopher-.
Se levantó y acorraló a Dulce contra la pared, quedando los dos muy pegados. Christopher estudiaba el rostro de ella.
-¿Sen..sencillo?
-Sí.. Vendrás conmigo. Mientras yo asisto por el día a las correspondientes reuniones –hizo una pausa, cogió un mechón de pelo de Dulce y se lo puso tras la oreja- tú te relajaras en el hotel. Tomarás un baño, irás al spa.. y por la noche, me rogarás que te haga el amor.. que me sacie de ti y tú de mí, cariño..
Dulce no podía articular palabra. No podía ser cierto que, él, si jefe.. Christopher estuviera diciéndole eso a ella.
La verdad es que ,al revés que con su antiguo jefe, le encantaba oír de la boca de él aquellas palabras.
Si quería jugar, ella también sabía.
Dulce posó su dedo índice en el labio inferior de Christopher. Lo recorrió lentamente mientras le miraba fijamente a los ojos.
-Bien –dijo-. Iré.
Christopher atrapó el dedo de Dulce en la boca, lo introdujo en ella y lo lamió.
Se lo sacó delicadamente y lo dirigió, con su mano, hacia los labios de ella, haciendo el mismo recorrido que ella había hecho con él.
-Mañana a primera hora pasaré por tu casa.