Capitulo 13: Mis padres

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Narra Willy

El chaval prendido en fiebre, eso era lo que tenía en estos momentos, Samuel estaba ardiendo y no encontraba qué hacer para bajarle la temperatura. Y para colmo no había aspirinas en casa, me cago en todo. Aproveche que estaba durmiendo para ir rápidamente a la farmacia.

En el trayecto pensé en lo mucho que había pasado esta mañana, y es que flipo. Que me haya escuchado es lo mejor que pudo haber pasado… o eso creo. Ahora mi interrogante es ¿somos algo? No pensaré en eso ahora, tengo que concentrarme en lo que hago.

Al llegar a la farmacia estaba vacía, cosa extraña, fui hasta el mostrador que era de un blanco que daba miedo, era demasiado blanco y brillante. Me acerque hasta poder hablar con el farmacéutico a cargo, le pedí las aspirinas y solo eso, el encargado me veía de manera extraña. No le di importancia, pague y salí a la calle de nuevo, estaba haciendo un día soleado, el cielo estaba libre de nubes, dejando a la vista el profundo azul, y pensar que anoche estaba lloviendo como si no hubiera un mañana.

Mientras caminaba a casa más de una mirada se quedo fija en mí, seguramente porque en mi apuro sin notarlo salí en pijama, estaba flipando con mi descuido, pero que los follen, si estuvieran en mi posición les pasaría exactamente lo mismo que a mí.

Logre al fin llegar a casa, estaba silenciosa, muy silenciosa. Subí las escaleras y cruce el pasillo hasta quedar frente a la puerta de la alcoba de mis padres, gire el pestillo con suavidad evitando hacer ruido, atravesé la habitación y me pose al lado de la cama para observar como aun dormía, no tarde más de quince minutos, perfecto.

Baje de nuevo a la cocina a preparar un caldo de pollo para como dicen, sude la fiebre. Había aprendido a hacerlo a causa de que Caro se enfermaba con regularidad y esto era lo único que comía. Estaba cocinando cuando escuche como alguien maldecía desde las escaleras. ¿Este pringao’ no sabe lo que es descansar acaso?

— ¿Tendré que amarrarte a la cama para que descanses? —le dije viéndolo levantar un marco del suelo.

—Me puedes amarrar, pero no precisamente para descansar—pronuncio con un tono pícaro y pervertido, y con razón. Mande el mensaje erróneo, es que eres un caso Willy.

— ¿Eres así de pervertido normalmente? —pregunte ácidamente esperando una respuesta sensata. O algo parecido.

—Solo contigo, si. Con otras personas, no—joder, fue suficiente para hacer ruborizar. ¡Madre mía! Como le encanta hacerlo, y lo hace a posta, cree que no lo sé.

—Eres tonto, eres tonto chaval—dije regresando a la cocina donde ya el caldo estaba listo. Él entro detrás de mí tomando una silla y sentándose apoyando las manos en la mesa.

Tome un plato hondo y le serví hasta el borde, toma por gracioso. A su vez le puse dos aspirinas junto con un vaso de agua, al principio me miro confundido, la fiebre le está afectado de manera descomunal, levante las cejas y moví la cabeza en señal de que es lo que pasa parece que el no toma nada en serio porque simplemente se descojono como un tonto.

Tome una silla y me senté frente a él, no sé porque tenía la sensación de que tendría que ponerme a presionarlo para que hiciera caso, es como un niño pequeño el chaval, tonto e infantil como ningún otro. Le hice señas para que comiera, pero hizo un puchero diciendo que no quería, repitió el mismo acto con las aspirinas, ¡madre mía chava! Que lo reviento joder. Que testarudo, seguro lo hace a posta para molestarme.

—Deja de hacer el tonto y come Samuel—hable firme, tal y como debí hacer desde un principio, que si así es cuando está enfermo no me imagino cuando… calla Willy, calla.

Un viaje juntos (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora