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Ayer les conté de mi discución.

Hoy les contaré de mi perdón.

Y yo no lo pedí. Mi madre lo hizo.

Me despertó, y me lo preguntó. Se escuchaba el arrepentimiento en su voz, en su mirada, aunque yo tenía la cabeza gacha, me la imaginaba.

Siempre la podré perdonar.

Me abrazó, y sentí esa calidez maternal. Ese cariño. Ese amor.

Como un ave que protege con sus alas cansadas, pero aún fuertes, a su pequeño pajarito.
Como una leona que cuida, y no se rinde.

Así es mi mamá. El odio es en el momento.

Odiarla...

Nunca podré hacerlo realmente.

Amarla...

Eso lo siento en todo momento.

Desahogo de un idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora