El Renegado de Plata II

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El agua tibia pasaba por todo mi cuerpo al mismo tiempo que me llenaba de jabón, en verdad me encontraba cansado por todo lo que había recorrido en el museo y mi cabeza estaba a punto de explotar por toda la información que tuvo que procesar.

Me encontraba ya a punto de terminar de asearme cuando me percate que el speudo tatuaje que me había hecho con la tinta de mi marcador no se había borrado de mi piel, aquello me llamo la atención pues no era la primera vez que me escribía pequeñas tonterías en mi piel con esa clase de marcadores y aquellas en ocasiones ya se borraban con mi sudor. Recuerdo que mi madre siempre me reprimía por ello, con el sermón de que alguna vez me dañaría escribirme cosas por el cuerpo, penosamente luego tuve que darle la razón en secreto.

Ignore aquel hecho inusual pero a la vez poco representativo pues me gustaba como se veía en mi mano.

Esa noche tuve un sueño bastante raro pero real, me encontraba en medio de un desierto con demasiado calor, podía sentir como mi sudor caída de mi frente hasta el piso y que caminaba sin un rumbo fijo. Estando ahí presencia una ceremonia bastante llamativa pues parecía que la gente de ahí estuviera festejando algo.

Ya en medio de una ciudad donde los habitantes vestían ropas muy antiguas con accesorios bastantes llamativos confirme que el evento se trataba de una fiesta en conmemoración a lo que creía que era un Faraón por la forma en que estaba vestido y donde se encontraba sentado con muchos sirvientes a su alrededor, su trono estaba hecho de un oro que su brillo podía hacerte bajar la mirada en unos segundos pero lo que hizo que me concentrara es que a su costado más cercano pues siquiera un sirviente estaba tan cerca como se encontraba esa criatura, era un especie de puma totalmente negro con unos ojos que podrían erizar la piel a cualquier persona y lo mas resaltable, dos alas en su espalda que parecían bastante reales que se movían muy lentamente.

Cuando dirigí mi mirada de vuelta al faraón pues este se había levantado para elevar lo que sería una especie de cetro milenario haciendo que todas las personas se inclinen ante él y ahí fue cual lo vi, vi en su mano la misma marca que me había hecho en la mía.

Desperté al escuchar mi alarma, era hora de ir a la universidad, me encontré realmente sorprendido por el sueño que había tenido, lo real que parecía pues hasta me encontraba empapado de sudor y con la marca en mi mano que hasta parecía que se había impregnado mas en ella.

Decidí darme una ducha para poder comenzar mi día, obviamente la marca no desapareció de mi mano como lo podía haber pensado en un momento pero no permití que eso haga que deje de hacer mis actividades diarias. Baje al comedor donde mi madre me esperaba con un desayuno fenomenal, esa mujer si sabia complacer a su hijo.

-Hijo que tienes en tú mano otra vez?

Mi madre era una mujer detallista, jamás la iba a engañar o hacer que no se fijaría en algo que tenga que ver conmigo.

-Mama es solo un garabato que me hice con mi marcador.

Mi madre se acerca a mí, me tira la mano y lo ve más de cerca.

-Pero qué tipo de marcador es este?, hasta parece un tatuaje de verdad, no me estés tomando el pelo Sebastián que sabes que no soy una tonta.

-Mama en verdad te lo digo, seguro me lo quito hoy para que veas que no es un tatuaje.

-Eso espero, ya sabes lo que pienso cuando te pintas tú cuerpo, sabes que un día te hará mal.

Decidí tomar mi patineta e irme hasta la universidad ignorando el raro sueño que había tenido esa mañana.

HOMOSEXUAL (relatos gays)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora