Capítulo 3: ¿Será el fantasma?
Monsieur Faure-Dumont llegó a su casa cerca de las dos de la mañana esa noche. Traía las manos bien apretujadas por los guantes negros de invierno y el sombrero de copa todavía puesto sobre su cabeza. La velada había sido algo digno de recordar; con patrocinadores rondando por aquí y por allá, halagando el trabajo que el director dimisionario había hecho con la Ópera, así como a su hija, su belleza, inteligencia e incluso ofreciéndole una que otra propuesta matrimonial conveniente para la joven; lo extraño había sido la fuga del celebrado, que se había desaparecido del lugar al tiempo que Anya, haciéndole tener al director un ligero resentimiento hacia el tenor, que claramente había encontrado un sentimiento por ella.
Llegó a su casa caminando de puntas, intentando no hacer el mínimo ruido para no despertar a su hija; pero se sorprendió—e incluso espantó—cuando la vio sentada en la sala con las lamparillas de gas apagadas, el cabello más alborotado que nunca y los dedos en la boca mientras se mordisqueaba las uñas.
—Anya, me espantaste, pensé que estarías dormida —dijo Monsieur Faure-Dumont.
—¿Qué es esa habitación que está pasando el pasillo de los camerinos comunes? —preguntó de repente Anya sin mirarle.
—¿Hablas del camerino de la Paulette?
—No. El otro camerino (o al menos pienso que es un camerino) que está aislado del resto.
—Ah —suspiró Monsieur Faure-Dumont—, es un camerino, sí; el viejo camerino de la Daaé.
Anya se quedó callada, sus manos temblorosas.
—¿Que ocurre? —preguntó el director.
—Estuve por ahí hoy —dijo ella—, un hombre me advirtió que no me acercara después de haberme llamado Señorita Daaé.
—¿Un hombre? ¿Quién? ¿Le conozco?
—No sabría decir. Apenas pude ver su rostro, pero no me pareció familiar.
—Debe ser el Persa —dedujo finalmente Monsieur Faure-Dumont—. Algunos citan de haberlo visto caminando por aquel camerino. Dicen que él estuvo presente durante el rapto de Christine Daaé y que días más tarde habló con el juez Faure para explicarle lo que sucedió con la cantante.
—¿Y qué fue lo que sucedió?
—No lo sé. Yo leí en algún periódico que la raptó el conde de Chagny, que se oponía al matrimonio de su hermano con ella, y a partir de ahí, nadie la volvió a ver. Ni a ella, ni al vizconde; y al conde se le encontró muerto al poco tiempo —resopló el viejo que ahora se sentaba en el sillón frente a su hija y prendía una de las tantas lamparillas de gas.
—Pero, ¿qué dijo el otro? (¿Persa, dijiste?)
—Ah, sí, el Persa; dicen que no confesó más que incoherencias. Dijo, según escuché por ahí, que Christine Daaé había sido raptada por nada más y nada menos que el fantasma de la Ópera.
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Anya | El Fantasma de la Ópera
FanficPAUSADA Algunos lo llamaban fantasma. Otros lo llamaban bestia. Ella lo llamaba Erik. «El fantasma de la ópera existió. No fue, como se creyó durante mucho tiempo, una inspiración de artistas, una superstición de directores, la grotesca creación de...