Extra/Epílogo

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Yuri se encontraba peinando los cabellos rubios de su hija menor, Juliet. La niña de siete años estaba sentada frente a su tocador mientras pintaba un dibujo que Niko -su hijo de diez años- le había regalado hace un par de minutos.

A Niko le gustaba mucho dibujar, y tenía mucho talento. Por otro lado, Juliet amaba bailar. La niña estaba inscrita en una escuela de ballet.

Niko era hijo biológico de Yuuri y Juliet de Yuri. No habían adoptado niños, si no que habían alquilado vientres, todo por medio de contratos que fueron y serían cumplidos rigurosamente por las madres biológicas de los niños. Ellas no verían jamás a Niko o a Juliet. Y todos estaban bien con ello, después de todo, las desconocidas estaban acostumbradas a ello porque era su trabajo.

Los Yuris ya tenían 31 y 33 años y hasta ahora habían tenido una vida feliz, con problemas y obstáculos, por supuesto; pero lo habían superado y ahí estaban hoy. Ambos habían formado una hermosa familia, vivían en una cómoda casa y trabajaban en lo que les gustaba.

Yuuri trabajaba de maestro de niños de primaria, y Yuri de arquitecto.

-¿Cuánto falta, papá? -Preguntó la niña, alzando la vista hacia el espejo de su tocador rosa.
Sus ojos verde azulados, idénticos a los de Yuri, Juliet y Nikolai, observaron a Yuri con inocencia.

-Ya casi termino. -Respondió Yuri. Lo único que la niña no tenía de él, eran los rizos en las puntas de su cabello. Plisetsky suponía que eran de la madre de su hija. Una mujer que nunca había visto, ni siquiera en fotografías. Solo sabía que sus tipos sanguíneos eran compatibles, y sus genotipos parecidos. -Debo dejarte preciosa para tu primera presentación, pequeña.

-¿Papi también irá? -Preguntó, refiriéndose a Yuuri, que en ese momento estaba trabajando.

-Sí, Julie. -La llamó por su apodo. -Papi irá corriendo desde su trabajo sólo para ir a verte. -Le dijo, con una sonrisa. -Ya estás lista, princesa. -Dijo acariciando la cabecita rubia.

La niña sonrió con ojos cerrados, idéntica a Yuuri.

-Gracias, papá. -Dijo, alegre. Luego miró a su hermano mayor, que estaba recostado en su cama. -¿Cómo me veo, Niko? -Preguntó, girando con gracia sobre su pie derecho. Estaba vestida totalmente de blanco, y aún faltaba ponerle el tutú rosa y las zapatillas de ballet. Pero tenía un lindo peinado.

Los Yuris habían tomado un curso de peluquería cuando Juliet ingresó en la escuela de ballet, ya que para las presentaciones la niña necesitaría lindos peinados para estar a la par de sus compañeritas.

-Fea. -Respondió Niko, sin mirarla siquiera, pues estaba jugando en su celular. Juliet frunció las cejas e hizo un puchero.

-¡¿Cómo me dijiste?! -Casi gritó, acercándose a su hermano, que ni siquiera se inmutó.

-Además de fea, sorda. -La molestó Niko, girándose en la cama y enterrando su rostro en una de las almohadas de la niña. -Mejor ni te miro, que se me queman los ojos.

Juliet inmediatamente olvidó su enojo y la tristeza reinó en su rostro. Yuri suspiró y abrió los brazos invitándola a un abrazo. La niña corrió hacia él y Plisetsky la alzó. Juliet se aferró a su cuello.

-El torpe de Niko sólo está jugando, Julie. -Le dijo cariñosamente. -Sabes que te ama como un loco.

El mencionado gruñó.

-No arruines la broma, papá. -Se quejó el chico de cabello castaño y ojos color chocolate. Tenía ligeros rasgos orientales de Yuuri, pero muy pocos.

-Tu hermana estaba a punto de llorar. Debes ser más cuidadoso con lo que dices, Niko. -Habló con tranquilidad, acariciando la espalda de su hija.

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