La confesión

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...

-Si no es protección lo que quieres a cambio, ¿entonces qué es?-Le cuestionó con un siseo frío de voz.

-Lo que quiero a cambio... es dinero.-Minho sonrió de lado, levantándose de su cama y acercándose a un nervioso Taemin, cuando estuvo frente a él lo tomó del mentón y lo obligó a mirarlo a la cara.

-Acepto.-Le dijo al final el azabache muy cerca de sus labios.

-¿Ni siquiera me preguntarás qué cantidad quiero y para qué?-Le cuestionó un confundido Taemin.

-No importa cuánto o para qué sea. Mientras seas mi juguete, me da igual lo que pidas a cambio.-Fue lo último que le dijo antes de comenzar a besarle demandante, el pelirrojo muy a su pesar se dejó hacer, ya no había vuelta atrás de todas formas.

"Espero que logres recuperarte, mamá" Fue lo último que pasó por la mente del pelirrojo en aquellos momentos mientras era besado por el mandamás de aquella cárcel.

Minho comenzó a deslizar su adiestrada mano por todo el torso cubierto de ropa del menor mientras seguía besándolo con ímpetu, entrelazando sus lenguas y saboreando uno la saliva del otro. Al azabache le encantaba el sabor de la boca del pelirrojo, era adictiva, pero estaba seguro de que su culo sería mucho más adictivo.

En un arrebato, el de ojos negros alzó al más delgado por la cintura y lo llevó casi con desesperación hacia la cama de abajo, tirándolo allí y posicionándose encima de él para luego comenzar a atacar su cuello. Lo mordisqueó, lo besuqueó y lo lamió varias veces con gula, sonriendo entre dientes al percatarse de que el joven que tenía debajo suyo estaba mordiéndose el labio inferior fuertemente para no gemir, el desgraciado se negaba a emitir sonido alguno, Minho se estaba divirtiendo, puesto que a él le encantaban los retos. De un momento a otro chupeteó intensamente el pálido cuello del pelirrojo, arrancándole un gemido de dolor y placer a la vez, el mayor se deleitó al oír tan erótico sonido y más aún al ver el gran chupón que provocó en el frágil cuello del menor. Exactamente eso quería, marcarlo.

-Al fin te dignas a gemir, pero tranquilo que te haré gritar muy fuerte del placer.-Le advirtió con prepotencia, el menor simplemente miraba hacia otra parte, sin decir absolutamente nada y tapaba sus ojos cafés con su espeso flequillo rojo. Estaba completamente sonrojado, maldición, estúpidas hormonas ¿por qué su propio cuerpo le traicionaba y respondía ante los estímulos de esa forma? Y para colmo el mandamás había atacado su punto débil: su cuello era su zona más erógena.

-Levanta los brazos.-Le ordenó el azabache y el otro obedeció, al hacerlo sintió cómo era despojado de su playera blanca, quedando solamente con los pantalones puestos. Minho se relamió los labios al observar su delgado, pálido y frágil torso al descubierto, centró su oscura mirada en los dos botones rosados del otro y se inclinó para comenzar a lamer uno de ellos de forma premeditadamente lenta, sonrió al ver cómo el menor nuevamente se mordía los labios, completamente ruborizado, tratando de retener sus gemidos. Siguió lamiendo el pezón derecho mientras que con su mano jugaba con el izquierdo, luego pasó a mordisquear el botón mirando siempre con intensidad y lujuria líquida reflejada en sus orbes oscuras al pelirrojo. Cuando empezó a succionarlo, Taemin no puedo retener más sus alaridos y gimió del placer que sintió ante tal contacto. Minho sonrió para sus adentros y prosiguió a realizar el mismo procedimiento con el botón izquierdo del chico, dejando ambos pezones completamente erectos y ensalivados, relamiéndose gustoso los labios una vez terminada su labor.

-¿Te gustó?-Le preguntó con morbo antes de comenzar a besarlo apasionadamente mientras bajaba su poderosa mano por el frágil pecho del menor hasta llegar a su abultada entrepierna, se separó del beso y le sonrió ladino al pelirrojo.-Se ve que sí te ha gustado, por lo excitado que está tu amiguito.-Le comentó de lo más burlón mientras toqueteaba la erección del otro por sobre la ropa, Taemin gimió nuevamente del placer y se maldijo así mismo y a ese desgraciado por provocarlo de esa manera. Realmente nunca se imaginó haciendo esas cosas con un tipo, jamás en su vida, pero ahí estaba ese maldito mandamás de la Underground Prison, con toda esa seguridad, sensualidad y soberbia que lo caracterizaba tan bien. Incentivándolo a pecar de aquella forma, porque muy a su pesar, estaba sintiendo un gran placer, pero a su vez trataba de auto convencerse de que eso se debía a la falta de sexo que padecía desde que entró a la cárcel.

Underground PrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora