Una parte del pasado de MinHo. Un nuevo TaeMin.

4.1K 344 256
                                    


...

La primavera estaba en su máximo apogeo, las familias se encontraban más unidas que nunca y las parejas caminaban por las calles tomadas de la mano, irradiando amor por cada poro de su cuerpo. Minho nunca entendió nada de eso, pues jamás había experimentado ese extraño sentimiento al que todos llamaban "amor". No obstante, tampoco tenía tiempo para ponerse a pensar en esas trivialidades, pues estaba concentrado en terminar de organizar los envases con kimchi como su jefe se lo había ordenado. Sí, él trabajaba en un pequeño drugstore cerca de su casa.

-Ya terminé, señor.- Dijo el azabache una vez finalizada su última tarea del día. Un viejito canoso que se encontraba revisando la caja registradora asintió con una sonrisa adornando su rostro repleto de arrugas.

-Muy bien hecho, Minho. Acércate para que te dé tu sueldo de la semana.- Le dijo mientras sacaba algunos billetes de aquella caja para entregárselos al niño. El pequeño azabache se acercó con un andar lento pero seguro hacia aquel anciano.

-¿Ya me puedo ir, señor?- Preguntó mientras cogía los billetes y los guardaba en el bolsillo trasero de su gastado pantalón azul.

-Sí, ya puedes irte. Nos vemos mañana pequeño.

-Hasta mañana.- Fue lo único que dijo el niño para luego darse la vuelta y encaminarse hacia la puerta automática por la cual se entraba y se salía. Sin embargo, el viejito le volvió a hablar.

-¡Minho!

-¿Si, señor?

-Sé que quieres ayudar a tu familia y por eso haces todo esto. Pero... no te sobre esfuerces demasiado, intenta disfrutar de tu infancia. Después de todo... sólo tienes 6 años.

-Lo tendré en cuenta. Adiós.- Fue lo último que le dijo ese frío azabache antes de salir de aquel drugstore.

Pobre viejo ingenuo... si tan solo supiera que no trabajaba para ayudar a su maldita familia, sino que lo hacía para poder comer él mismo pues sabía que al llegar a su casa, lo único que le esperaría sería una absoluta indiferencia y desprecio por parte de sus propios familiares; pero jamás un jodido plato de comida calientita. Aunque bueno, tampoco era su intención causarle lástima a nadie, así que prefería callarse todos sus problemas y esforzarse por tratar de salir adelante aunque sea él solo. No quería que la gente lo mirara con pena, le daba náuseas ver lástima en los ojos de las demás personas. Por lo tanto, todos los días al despertar se repetía a sí mismo para darse fuerzas: "Sí Minho, ahora eres pobre, pero algún día serás rico. Algún día lo serás., así que no te rindas."

El pequeño azabache se detuvo en un mini mercado para comprarse algo rico que llenase su estómago vacío. Se compró cuatro barras de chocolate, ya que realmente le encantaba ese dulce. Aunque sabía que su cuerpo se llenaría de bichos si seguía comiendo así, pero bueno, ya pronto mejoraría su insana dieta. Minho se alegró al ver que el vecino de su edad que siempre lo molestaba no estuviera esa tarde en su casa, pues no tenía ganas de lidiar con él ese día. Por suerte, su "hogar" quedaba bastante cerca del drugstore en el que trabajaba, lo cual significaba que sólo necesitaba caminar durante unos veinte minutos para llegar a la pequeña y humilde casa en la que vivía.

Cuando finalmente se paró delante de la puerta, sacó la llave del bolsillo de su pantalón y agradeció mentalmente que ni su hermano ni su padre se encontraban en la casa esa tarde, pues se habían ido juntos a ver un partido de fútbol callejero. Minho realmente odiaba el fútbol, pero no decía nada por temor a que su padre le partiera la boca a patadas, pues éste era un fanático empedernido de aquel deporte.

Underground PrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora