Capítulo 1.

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1.

Hoy era 14 de septiembre; un día que los ciudadanos temían. Todo el mundo odiaba ese día con gran fuerza.

¿Por qué era tan odiado? Porque era el Día del Sirviente.

Cada año, el 14 de septiembre, el rey iba al pueblo y elegía a una persona para que fuese su sirviente. Una vez que había escogido al Elegido, dejaba libre a uno de sus actuales sirvientes.

El rey tiene un gran número de sirvientes esperando ser liberados, ya sabéis, por lo que esto hacía que cada uno de ellos rezase por ser la persona liberada.

Cada persona del pueblo temía, a su vez, ser elegidos como sirvientes del rey. Normalmente el rey elegía a alguien joven, ya que para él, alguien con una edad casi pasada de la decena o recién entrados en la veintena, eran sirvientes perfectos.

Esperemos que los ciudadanos estén preparados para este día.

* * *

Era una fría mañana de septiembre. El cielo estaba embotado y nublado como usualmente solía ser en el reino.

Los ciudadanos estaban alineados, de nuevo, contra la pared de una casa, esperando calladamente a la llegada del rey y tan nerviosos que no podían ni hablar.

Algunos jugaban con las manos y se preguntaban quién sería el elegido, mientras otros rezaban bajo su aliento. Incluso cuando nadie estaba hablando, el aire estaba lleno de miedo y ansiedad.

Un sonido en la distancia llenó el silencio. Cada cabeza se giró rápidamente para mirar hacia donde provenía el ruido.

Finalmente, un carruaje emergió de la niebla con dos caballos negros​ en la delantera. Era el rey.

La multitud miró cuidadosamente con los corazones latiendo fuertemente mientras el carruaje se acercaba. Los niños se ocultaban detrás de sus madres, sin querer ver al intimidante rey. Las mujeres alisaban sus ropajes, igual que los hombres, ya que si el rey veía algo fuera de lugar, habría grandes consecuencias.

El carruaje se paró delante de la multitud. Hubo unos minutos de silencio mientras los ciudadanos esperaban a que la puerta se abriese. Finalmente, un soldado apareció por el lado del carruaje y abrió la puerta para el rey. La gente miró intensamente.

Una bota de cuero que llegaba por el muslo, salió del carruaje seguida de la otra. Un momento de silencio volvió a pasar y lo único que la gente veía eran las botas del rey.

Después, repentinamente, el cuerpo del rey emergió de la oscuridad, bajándose del carruaje. Estaba vestido de rojo y oro, salpicado con diamantes azules y gemas. En la parte superior de su capa, había una cuerda de piel suave y blanca que rodeaba su cuello; la capa caía al suelo y se movía mientras andaba. Todas esas cosas eran maravillosas pero de lo que la multitud estaba más impresionada, era de su corona. La corona tenía una fila delgada llena de diamantes.

Aunque no era extraño, el rey era una persona egocéntrica, siempre estaba enseñando sus posesiones.

Los ciudadanos miraban cómo andaba lentamente hacia ellos. El único sonido era el de sus botas en el suelo de piedra. La gente no podía quitar sus ojos de él.

De repente, el rey paró de andar y miró a la multitud. La gente contenía sus alientos mientras el rey miraba a la multitud. Él se mantuvo silencioso por un momento hasta que una sonrisa diabólica surgió en su cara.

—Saludos, ciudadanos —dijo con una vil risa. Los ciudadanos estaban tentados a darle una mala mirada pero sabían a qué podría llegar eso—. Como ya sabéis, hoy es el Día del Sirviente —continuó pausadamente, andando de arriba abajo en la línea de gente—. Uno de vosotros seréis elegidos para venir a mí castillo y convertiros en mis sirvientes. Y uno de mis actuales sirvientes será liberado. De hecho, está en mi carruaje ahora. —Dijo y cada cabeza se giró en dirección al carruaje. Todo el mundo se preguntaba quién sería el afortunado de ser liberado.

—... Pero primero —dijo el rey, obteniendo la atención de todos—, tengo que elegir a mi sirviente. —Una gran sonrisa creció en su cara. Él anduvo hacia el principio de la línea, dónde un hombre delgado estaba de pie. El hombre trató de no parecer asustado, pero era casi imposible.

El rey le miró de arriba abajo y se movió a la siguiente persona. De vez en cuando, le oías murmurar: muy delgado, o no lo suficientemente fuerte.

Mientras andaba hacia cada persona, todos mantenían sus alientos, ansiosos por saber quién sería el Elegido. Todo estaba en silencio excepto por las respiraciones lentas del rey, mientras estudiaba a cada persona de pies a cabeza.

Finalmente, se paró frente a una mujer joven y, probablemente, recién entrada en la veintena. El rey la estudió de pies a cabeza y sonrió.
—¿Cuál es tu nombre, amor? —Preguntó suavemente y los ciudadanos miraron, asustados de lo que pasaría.
—A-Ariana —dijo temblorosa. No había duda de que estaba aterrorizada; su corazón bombeaba en su pecho más y más deprisa.

El rey se acercó con su aliento golpeando el cuello de ella.
—Ariana —dijo. Tocó su mejilla y ella se estremeció asustada—, ¿cuántos años tienes? —Preguntó el rey.
Ariana cerró los ojos.
—Veinte. —Dijo con mucho miedo en su voz. Sentía la mano del rey en su cuello.
Los ciudadanos aguantaron la respiración.
Ella es perfecta. —Exclamó el rey— ¡Guardias! Llevarla a mi carruaje.

La multitud inmediatamente empezó a murmurar cosas.
—¡No! Por favor, ¡no! —Gritó Ariana con lágrimas cayendo por su cara mientras dos guardias se acercaban a ella. Los ciudadanos se quejaron.
—Por favor, ¡ella no! —Dijo un hombre.
—¡Es solo una niña! —Gritó una mujer.
Mas el rey ignoró las protestas.
—Llevad a mí sirviente a mi carruaje —demandó el rey—. Necesito espacio para la nueva —rió. Los guardias cogieron a Ariana por los brazos y la empujaron al carruaje del rey.
—¡No! —Ella trató de luchar contra ellos pero no servía de nada.

De repente un hombre salió del carruaje del rey y corrió hacia la multitud con lágrimas de felicidad. Todo el mundo inmediatamente supo que era el sirviente liberado.

Todo era demasiado para Ariana. Sentía que su visión empezaba a nublarse y su cuerpo se sentía débil. Cuando los soldados la metieron en el carruaje, se desvaneció.

El rey fue hacia el carruaje también, pero antes de que uno de los guardias cerrase la puerta, él miró a la multitud.
—Soy el Rey Justin Bieber y esto concluye nuestro Vigésimo Tercero Día del Sirviente Anual. Tened una buena noche. —Guiñó el ojo y la puerta se cerró. El carruaje se dirigió hacia el castillo donde Ariana se uniría con los demás y empezaría su trabajo de sirvienta.

Ella no tenía ni idea de adónde se había metido.

——

¡Aquí está el primer capítulo!

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Besis de fresis,
Anny xx
winterbiebs

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