Capítulo 28.

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LEED LA NOTA


Los carruajes iban por el suelo inestable y el sonido de los cascos de los caballos llenaban el aire fresco. La próxima reina tenía su cabeza apoyada en su rey; su ropa suave era un cojín perfecto para su pequeña cabeza y su brazo la rodeaba, apoyando su mejilla contra el pelo suave de ella. Su corona lujosa estaba perfectamente ajustada en su cabeza. Los labios de la chica se curvaron mientras descansaba sobre su prometido.

Dos guardias estaban sentados a sus lados, incómodos y tratando de no mirar a la pareja, ya que al menos dos guardias tenían que estar sí o sí en el carruaje del rey en caso de un ataque.

El sol brillaba por las ventanas, iluminando completamente el interior del carruaje. Las hojas otoñales llenaban el mundo de un precioso naranja y marrón; un mundo tranquilo alrededor de ellos. Una cálida brisa viajaba por el aire, haciendo que las hojas danzasen en el viento. Era un día perfecto.

De repente, el carruaje se desestabilizó furiosamente y Ariana se levantó de su siesta con los ojos confusos, pero Justin le acarició el brazo con confort.

—Malditas carreteras —dijo—. Las piedras siempre provocan lo mismo aquí —murmuró mirando hacia afuera y Ariana asintió, descansando su cabeza en su regazo de nuevo. Pero el carruaje volvió a sobresaltarse y más fuerte.

Ariana se sentó igual que Justin. El carruaje dio un salto y un grito se oyó desde fuera. Los dos guardias, sentados frente a ellos, cogieron las espadas y salieron. El miedo se expandió en el cuerpo de Ariana y sus ojos se abrieron alarmados mientras agarraba el brazo de Justin.

—¿Qué está pasando? —preguntó ansiosamente. No quería que este día tan bonito se arruinase, ¿qué podía ir mal ahora?

Justin levantó la corona y se pasó los dedos por el pelo nerviosamente. Volvió a colocarla en su cabeza y murmuró algo que Ariana no escuchó.

—¿Qué? —preguntó suplicante y la cabeza de Justin se dirigió a la ventana.

—Ladrones —dijo más alto—. Siempre se meten en el maldito camino.

Los ojos de Ariana lucían como los de un toro confundido y Justin, dándose cuenta de sus nervios, le tocó el brazo.

—No te preocupes, me ocuparé de esto. Siempre hacen igual.

Se bajó del carruaje y se giró hacia Ariana.

—No te bajes de aquí, ¿entendido?

Ariana asintió y Justin cerró la puerta, dejándola sola dentro y ella presionó la cara contra la fría ventana para poder tener visión de lo que estaba sucediendo.

Cuatro hombres estaban delante del rey y de los cuatro guardias. Vestían de negro, cubriendo todo su cuerpo excepto los ojos. Buscó los otros carruajes, donde iban los sirvientes, pero debían ir más adelante, puesto que no vio a ninguno.

Justin tenía la mano sobre la espada como los guardias y Ariana se dio cuenta de que los ladrones no tenían espadas, sino dagas.

—Bien, ¿qué es lo que queréis? —dijo Justin yendo al grano. Los ladrones se miraron y asintieron. Uno de ellos dio un paso hacia adelante.

—Sentimos molestarle, Su Majestad, pero necesitamos que nos digan cómo ir a Opassen.

Justin alzó las cejas y se cruzó de brazos. Opassen era un pueblo alejado del castillo y opuesto a lo amigable, en realidad. Los criminales y bandidos vivían ahí, era un sitio en el que no querrías vivir nunca. Su nombre, Opassen, en alemán significaba "tener cuidado".

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