Capítulo 6.

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Ariana se despertó con el sonido del golpeteo a la puerta. Sus ojos se abrieron mientras oía a las demás trastear por la habitación y sus susurros. Ella suspiró y apoyó los pies en el suelo, se levantó y abrió su baúl lleno de ropa. Todas eran lo mismo, excepto por una: era para ser vestida el día del cumpleaños del Rey. Por desgracia era el día.

La ropa era un elegante y simple vestido blanco que todas las sirvientas eran obligadas a vestir, solamente este día, en honor al Rey. Para los chicos era un traje.

Aun así, no había que ponérselo todavía, así que Ariana se puso su ropa habitual de sirvienta. Recodó que Rachel le había dicho que no iban a tener los habituales horarios hoy de trabajo. Hoy todos los sirvientes estaban asignados a la gran celebración. Ariana resopló. Él no merecía ninguna celebración, ¿por qué alguien querría celebrar el nacimiento de un ser tan vil? Pero, después, ella pensó en el incidente que ocurrió hace unos días. Él fue amable en ese momento, quizás había un buen lado en él… Aunque ella odiase admitirlo, él no es que fuese feo.

Ariana disipó esos pensamientos de su cabeza cuando todo el mundo empezó a salir de la habitación. Alcanzó a Rachel y cuando ésta la vio, le sonrió levemente. Ella sonrió de vuelta. Todo el mundo andaba silenciosamente a través del castillo y se dirigieron inmediatamente al Gran Salón donde tenían que decorar las mesas y hacer las decoraciones del lugar. Iba a ser divertido…

Todo el mundo comenzó inmediatamente a trabajar. Ariana empezó poniendo un mantel blanco en una mesa redonda, después puso los platos y utensilios. Uno a uno, ella puso cada plato en cada lugar. Para su sorpresa, Ed fue hacia la mesa y le sonrió.
─Hola ─dijo.
─Hola ─replicó.
─ ¿Necesitas ayuda? ─Preguntó y Ariana asintió.
Ed colocó los utensilios en los sitios correctos mientras Ariana ponía las servilletas y vasos. Finalmente, para terminar, puso un centro de mesa en mitad de ésta. El centro de mesa consistía en un ramo de preciosas flores bancas en un jarrón de cristal.
Ariana y Ed dieron un paso hacia atrás y admiraron su trabajo. Tenía que admitir que había quedado precioso.
─Bien ─dijo Ariana─. Ahora tenemos quince minutos más de cosas que hacer ─Ed gimió─. ¿Cuánta gente habrá?
─Creo que unos trescientos ─replicó y los ojos de Ariana se ampliaron. Miró a través del salón. Habían sirvientes por todos lados. Algunos estaban decorando los pilares con lazos blancos, otros preparando mesas. Esto iba a ser un gran evento. Ariana se acordaba incluso de cómo era este día en el pueblo: todos los ciudadanos eran obligados a hacer una celebración en honor al Rey, aunque no quisieran. Ella recordaba cómo era bailar en las calles con otros ciudadanos y sonriendo falsamente mientras pretendía que disfrutaba. Recordaba los fuegos artificiales tan preciosos que brillaban en la noche oscura. Odiaba que todo eso fuera para el Rey.

A ningún ciudadano le gustaba este día. ¿Por qué deberían de honrar al Rey? ¿Qué había hecho él de bueno por ellos o por cualquiera?
Ariana suspiró mientras preparaba otra mesa. Miró hacia arriba y vio a Harry mirándola. ¿Por qué siempre tenían que estar mirándola? Rápidamente miró hacia abajo esquivando su mirada. Agradeció que él no se acercase.

Mientras colocaba platos en la mesa, vio a Rachel acercándose.
─Hey ─dijo Ariana.
─Hey ─replicó, pero su conversación no llegó más lejos porque una gran figura se paró en las escaleras cerca de ellos. Adivinad quién era: el Rey. ¿Quién si no?

Él estaba comprobando que todos los sirvientes estuviesen hacienda correctamente las cosas y en orden para su cumpleaños. Paseó su mirada por todos hasta que llegó a Ariana. Su corazón se aceleró; el Rey la estaba mirando directamente con sus ojos avellana. Finalmente, rompió el contacto visual y Ariana suspiró con alivio. Bajó la mirada solo un momento, pero cuando volvió a mirar hacia arriba, el Rey se había ido. Era extraño, pensó Ariana. A veces parecía un fantasma; estaba siempre ahí pero no podías verle. Era agobiante pensar sobre eso, así que apartó los pensamientos y continuó trabajando. Nadie parecía querer hablar tras eso. Cuando Ariana había acabado, se fue con los otros sirvientes. Era la hora.

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