Capítulo 4

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- Así que Malcom...y no tiene novia...ejem!! prometida, ni esposa...¿y nunca ha contado de dónde viene?....¿y porqué nunca me has hablado de él?, me has contado la vida de casi todos los aldeanos, guerreros, nobles, incluso de alguno de los caballos, y no me dices nada del hombre más interesante que hay por aquí...¡oh dios!, ¿te gusta verdad?...por eso no me has hablado de él - Laura fue acercándose a Tekel con las manos en las caderas y gritando cada vez más fuerte hasta que su nariz quedó a la altura de la garganta de la otra, recordándole que Tekel le sacaba una cabeza.
Tekel la miraba con una sonrisa socarrona en los labios, Laura era baja, pero lo compensaba con un carácter fuerte y un poco excesivo que junto con su extraña forma de hablar resultaba irresistible. Era imposible enfadarse en serio con ella.
-Tranquila amiga, no me gusta, no he hablado lo suficiente con él para que me guste, o si nos ponemos, para que me disguste. No te he hablado de él, pues... porque no sé nada. Solo su nombre y que apareció medio ahogado en la playa.
- ¡Menos mal!, porque me gusta, me gusta mucho y voy a conocerle.
-Pero si apenas le has visto, ¿como sabes que te gusta?, estás un poco loca niña.
-¡Paparruchas!, dijo Laura agitando la mano, déjame, tengo que pensar en cómo acercarme a él, por lo menos tengo que conocerlo.

Laura se encaminó hacia el acantilado, no tenía que ser tan difícil conocerle ¿no?, la cuestión era que no se notara que ella quería conocerle. A los hombres les gustaba perseguir (sobretodo en esta época), no ser perseguidos por una mujer del siglo XXI, casada y con dos hijos.

Malcom estaba sentado dentro de una enorme bañera de madera que apenas podía albergarle, su posición era bastante incómoda con las piernas encogidas y las rodillas tocándole casi el mentón. Pero no importaba, Calina, una de las criadas del castillo, y Horag, su hijo, le estaban echando cubos de agua limpia por la cabeza. Se sentía fantástico mientras se enjabonaba el pelo. Odiaba la sangre pegada a su cuerpo, era pegajosa, y le hacía recordar su hogar. Le hacía recordar a su padre y a su hermano y a él mismo bañados en sangre, intentando llegar al barco, intentando huir. Si cerraba los ojos veía a su dulce madre Sonya atravesada por una enorme espada, y a sus amigos y vecinos despatarrados por el suelo de la gran sala, todos muertos.
Ya solo quedaba él.

Malcom sacudió la cabeza para echar esos pensamientos fuera.
-¡eyy! ¡Acabas de mojarnos enteros!, te has sacudido como un chucho recién bañado -gritó Horag.
-Lo siento pequeño, no me había dado cuenta.
-Horag, no le hables así al señor, debes ser respetuoso, vamos,vamos,dejaremos que el señor acabe. -dijo Calina empujando al niño hacia afuera. Horag bajó la cabeza, pero antes de poner cara de ángel le guiñó un ojo a Malcom.

Malcom se levantó de la bañera. Era un hombre muy grande, con un cuerpo musculoso y fibrado, surcado de cicatrices de todas las batallas en que había luchado. El pelo se le pegaba a la cabeza oscurecido al estar mojado, destacando una cara casi perfecta en su belleza de labios gruesos y nariz aquilina, donde destacaban un par de ojos de color violeta. Tal belleza solo se veía ensombrecida por una enorme cicatriz que comenzaba en el rabillo del ojo izquierdo y se curvaba hasta media mejilla.
Salió del baño y se envolvió en una tela que Calina había dejado en una silla.

De repente se oyó un fuerte chillido, el ruido de algo al romperse y unos gritos ahogados.
Malcom se puso las calzas rápidamente y sin nada más encima salió corriendo hacia las escalera.
La escena que vió al bajar las escaleras le paralizó el corazón, Horag estaba tumbado boca abajo en medio de un charco de sangre.
Malcom empezó a rugir órdenes a todos los que estaban rodeando al niño sollozando y gimiendo pero sin hacer nada.

- ¡Ya está bien!, coged al niño y Llevadlo a mis aposentos. Mairi - dijo mirando a la mujer del herrero- lleva a Calina a buscar otras ropas para su hijo. Donald, - dijo mirando a uno de los sirvientes- ve a buscar a la curandera, y tu Galena, coge un par de criadas y limpia esto. Y dejad de chillar, todo este ruido no será bueno para Horag.
- ¡Que es todo este alboroto!, ¡no se puede descansar en este castillo!- Raven, el laird del castillo bajaba por las escaleras metiéndose la camisa dentro de las calzas.
- Malcom, ¿no habrás vuelto a asustar a las mozas?, ¿Les has echado una de esas miradas condenatorias tuyas y se han asustado?- dijo el laird.
-No, Raven, mi horrible cara no las ha asustado. El joven Horag ha tenido un accidente, he mandado llamar a la curandera.
-Esa vieja loca, espero que su día anual de baño haya sido hace poco o no podremos quitar del castillo su hediondo olor en mucho tiempo. Iré a ver al muchacho. Te dejo al cargo. - dijo Raven comenzando a subir de nuevo los escalones.

En Mis Sueños (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora