Capítulo 24

3.2K 462 28
                                    

No había sido tan incómoda la cena como pensó al principio. Miguel estaba sentado entre su esposa y Cristina. Laura estaba muy guapa esa noche, pensó mirándola de reojo, de hecho no le apetecía nada firmar los papeles del divorcio. Ya no parecía el espantapájaros que se encontraba siempre al llegar a casa, cubierta de papilla, zumo o simplemente con ropa de estar por casa y acosándolo con los problemas domésticos. Miró a Cristina, si era mucho más joven, pero no sabía porqué le apetecía pasar la noche con su esposa. Sí, se lo propondría, total, era su esposa, y no tenía a ningún otro. Sonrió para sí mismo. Estaba bien esto de hacer lo que uno quería, y continuó tomando su café.

¡Por fin!, ya se había acabado el suplicio. Miguel se había pasado la cena coqueteando con ella, con el consiguiente enfado de la mujer que se sentaba al otro lado. Ella intentaba mirar lo que hacía Malcom, pero las continuas llamadas de atención de Miguel la distraían y la incordiaban. Y luego estaba Héctor el compañero de trabajo de Miguel, que se había rozado en varias ocasiones con ella e invadía su espacio personal acercándose demasiado y echándole su aliento, una mezcla de enjuague bucal, tabaco y comida, tan asqueroso que le estaba dando ganas de darle un puñetazo. Estaba deseando que acabaran el café para salir de allí corriendo.

Malcom miraba fíjamente la mesa de Laura. Veía a la mujer muy solicitada entre dos hombres que la colmaban de atenciones constantemente aunque ella parecía un poco aburrida. Estaba muy guapa, ¿Sería como en sus sueños, valiente, divertida y sensible?, o como la mayoría de las mujeres y hombres que habían acudido a aquella reunión ¿avariciosas, insensibles y superficiales?.
Estaba deseando conversar con ella. Marc le había contado que había pasado una tarde fantástica con ella, que era amable y simpática, y le gustaba a Marc, eso ya era un punto a su favor. Esperaba no desilusionarse, llevaba mucho tiempo preparándolo todo. Todo esto era por ella. Esperaba que la espera valiera la pena.

La gente comenzaba a levantarse de las mesas. En una sala anexa habían organizado una especie de salón de baile-discoteca, habían instalado una orquesta y una barra libre de bebida. Había una pista de baile con luces psicotrópicas y grupos de sofás dispersos para los que disfrutaban de la música y la bebida en vez de del baile. Muchos de los invitados comenzaron a dirigirse hacia allí para seguir la noche.
Laura no quería. Le dolían los pies mucho, y no le apetecía nada lidiar con sus compañeros de mesa, y  algunos de ellos ya comenzaban a evidenciar los efectos del alcohol.

-Venga Laura, vamos a bailar un rato, le dijo Miguel levantándose de la mesa.
-No, no me apetece gracias, además creo que a tu amiga no le gustaría, le dijo mirando a Cristina. La mujer tenía el ceño fruncido y cara de pocos amigos.
-Bah!, seguro que no le importa, además, eres mi esposa, lo entenderá. Y la cogió del brazo.
Laura se soltó, y lo miró seria.
-He venido, he hecho de esposa abnegada durante todo el día, ya he cumplido. Si quieres más diversión pídesela a tu amiguita. Yo he cumplido mi parte del trato, espero que tu cumplas tu parte.
Se giró y salió apresurada del comedor dejando a Miguel bastante contrariado.
Cuando salía se dió de bruces con Héctor, que la agarró para que no se cayera.
-Querida Laura, vamos, vamos, nos tomaremos algo y bailaremos. Le dijo al oído insinuante.
Laura notó que apestaba a alcohol, y lo empujó un poco.
-Lo siento, me duele la cabeza, pero seguro que encuentras a alguien para bailar, le dijo mientras lo rodeaba para salir del salón.

Supiró cuando salió al vestíbulo, ¡por dios!, que les pasaba a esos hombres esta noche. ¡Que pesados!, estaba harta de todos los hombres reales. Era mucho más feliz en sus sueños. Y se entristeció mucho cuando se dió cuenta que en sus sueños tampoco podía estar con la persona que quería. ¡Que mala suerte!, bueno, la vida era así.

No le apetecía encerrarse en la habitación. Así que en vez de subir a su cuarto, se dirigió a los jardines exteriores. No había nadie y salía la música por las ventanas del salón. Llegaba una brisa suave  del mar, así que después de asegurarse de que nadie la veía, se quitó las sandalias. ¡Que placer!. Le dolían los pies horrores y se sentía de maravilla caminando descalza por el césped. Cuando llegó al borde del camino que bajaba a la playa se soltó el pelo. La brisa era allí más fuerte, y le estiraba el pelo hacia atrás. Le encantaba el rugido del mar.

Bajó a la playa y metió los pies en el agua. Las olas le lamían los tobillos mientras paseaba. Esperaba que Miguel cumpliera su parte del trato. Últimamente estaba bastante raro. Había cambiado mucho desde que se conocieron, parecía que ese afán de progresar en la empresa lo había vuelto más egoísta. Ya no era el Miguel de cuando se conocieron. Ya no la atraía, de hecho se avergonzaba de algunas de sus actitudes. Estaba deseando que la liberara. Miró a su alrededor, le encantaba ese lugar. Nunca olvidaría ese viaje, no todos los días se puede tocar el lugar de tus sueños. Se agachó a recoger una caracola. Se la llevaría de recuerdo.
De pronto oyó un ruido, era como un jadeo que se acercaba, se puso en tensión dándose cuenta de que estaba sola en una playa desierta. Notó el golpe mojado que la hizo jadear y doblarse, al mismo tiempo que una lengua le lavaba toda la cara ¡Tritón!, Laura abrazó la bola peluda mientras caía de espaldas en la arena riendo. El perro se retorcía moviendo el rabo y lamiéndola.
Un fuerte silbido llegó a sus oídos. Alguien llamaba al perro, lo soltó mientras se levantaba sacudiéndose las faldas. Intentó arreglarse un poco y recogió las sandalias que habían salido despedidas en el divertido encuentro. Entonces lo vió, parado delante de ella, hermoso, Malcom. Llevaba el traje desabrochado, la corbata suelta e iba descalzo. Su corazón comenzó a latir muy rápido.

-Hola Laura, su voz le llegó ronca, pero era su voz.
-Malcom.

En Mis Sueños (Historia Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora