¿Y ahora?

2.8K 239 87
                                    

Sentada en la terraza, dejabas que el viento chocara contra tu rostro. 

Era un día soleado, pero hacía bastante frío. Claro, porque se encontraban en invierno. 

Tu expresión era vacía. 

-Hija... ven adentro, vas a tomar un resfriado.- Era tu padre, apoyado en la ventana que daba a ese gran balcón.

Lo miraste, y luego te levantaste, para seguirlo hacia el comedor. Era hora de almorzar. 

Había pasado un mes, y unos cuantos días más... desde que se habían ido de la ciudad. 

El recuerdo de aquel día te hacía sentir un dolor en el pecho. 

Antes de subirte al auto, tuviste una especie de "ataque de arrepentimiento", e intentaste regresar adentro de la casa. 

-¡No puedo hacerlo, tengo que quedarme aquí!... ¡Tengo que hablar con Daiki!...- Gritabas, aferrándote a la puerta. 

Mientras tu mamá se veía terriblemente apenada, y volteaba la vista para no ver lo que sucedía, tu papá se veía obligado a tironearte de la ropa, y agarrarte muy fuerte de los brazos, para llevarte con él. 

-¡Has sido tu quien quiere esto, (T/N)...!, ¡Estamos haciéndolo por ti, nosotros estamos bien aquí, pero tu siempre serás lo más importante para nosotros!- Decía él, con un tono de voz que dejaba claro su dolor, al verte así.

-¡No, no!... ¡Tengo que hablar con él!... ¡Él dijo que me amaba ¿no?!... ¡tiene que dejarla, yo lo alejaré de ella!- Tu cara había empezado a adquirir una sombría furia. 

-¡Ya basta, (T/N)!, ¡Por favor sube al auto!- Tu madre te sujetó por los hombros, y con los ojos llenos de lágrimas, se veía suplicante. 

Los vecinos habían salido a observar la situación. Era inevitable que escucharan, puesto que esos gritos eran demasiado fuertes. 

-¡Ya es suficiente!- Soltó tu padre, dándote una cachetada. 

Tu madre se tapó la boca, pero sabía que eso había sido lo correcto. 

-... Nosotros no somos tus marionetas, (T/N).- Dijo el hombre, tomándote del brazo y abriendo la puerta del auto para ti.- Tal como lo has dicho, estás enferma, y nos encargaremos de que te recuperes... sea cual sea el precio, yo recuperaré a mi hija... así que sube al auto.- 

Los ojos del hombre mostraban una mirada tan intimidante y segura, que no pudiste hacer otra cosa que hacerle caso. Ambos adultos te siguieron, e hicieron partir el vehículo de inmediato. 

Ellos sentían cierta vergüenza, por haber hecho ese escándalo justo antes de dejar la casa. 

Unos veinte minutos después de haber iniciado el camino, te quedaste dormida. No habías podido pegar los ojos la noche anterior. Además, silencio era lo único que había. 

-... ¿Qué es lo que está pasándole a nuestra hija?- Preguntó tu mamá, asegurándose de que no pudieras escucharla. 

-No tengo ni la menor idea... lo sabremos cuando lleguemos allá.- Contestó, con la vista fija en el camino.- Pero las cosas que dijo... me preocupan mucho... parece una loca.- Sentenció, resignándose a decir aquella palabra que estaba evitando. 

La mujer alzó las cejas.

Nisiquiera tenían un lugar propio a donde llegar. Se alojarían en la casa de tu tía, la hermana de tu padre. Ella vivía con su hijo de diez años, en una vivienda que era bastante amplia, por lo que al menos no estarían hacinados. 

La primera noche fue terrible. Tuviste llantos explosivos, y deseabas romper todo a tu alrededor. Cuando pensabas en todo lo que había sucedido... en lo que habías perdido. 

Me enfermas (Aomine x lectora) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora