Mas que un final digamos que es un "Comienzo"

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Parpadeó confundido cuando las teclas del piano resonaron en sus oídos. Sus ojos se contrajeron y llenaron de lágrimas. Su acompañante lo miró alarmada, iba a preguntar, pero fue tarde cuando él ya se encontraba corriendo a donde las teclas de piano lo llamaban. Se tropezó varias veces, pero igual se levantó. Bajó escaleras y revisó todos los salones de piano, pero no estaba allí. Sólo quedaba ese lugar.

Corrió escaleras arribas jadeando por tanto movimiento, pero llegó al último piso, donde hay un piano oculto al final del pasillo. Llegó hasta la puerta y se quedó paralizado con la mano en la manija, alzó la vista un poco atontado y sudado y encontró una fina espalda con un cabello azul amarrados en dos coletas.

Moviéndose con cada nota distinta, dejando todo lo que es en esa canción que ambos habían escrito cuando eran niños, con la promesa que nunca se abandonarían, con la promesa de que siempre se harían sonreír entre ellos, con la promesa que sólo debían tocarlas juntos. Pero sabe que no es culpa de ella.

Es toda mía.

¿Quién fue el que se alejó bruscamente? ¿Quién fue el que rompió su corazón incontables veces? No puede ser de una manera por fuera y otra por dentro, ambos desgarrándose al mismo tiempo por no poder estar juntos. Como si tomaran el hilo rojo atado en sus dedos y lo hicieran un nudo, que tendrían que desatar con mucho cuidado para no romperlo.

Las lágrimas se deslizaron por sus blancas mejillas llegando al suelo, pero no era consciente de ellas, sólo estaba allí escuchando el piano. Notó la tecla en falso de la más joven y como esta comenzaba a temblar, luego negaba con la cabeza y volvía a retomar la canción. Entonces entendió.

Ella tiene miedo de olvidarlas.

Un poco de su orgullo dolió, pero más dolió el hecho de que no fuera con él que buscara ayuda para recordarlas, encerrada en un cubículo sola, como siempre, apenas la veía con Juvia ahora, como si apartará a todos y ocultará su sufrimiento, como cuando niños.

Los recuerdos de una tarde calurosa y una hermosa sonrisa mientras ambos movían sus dedos en el piano más grande que ellos vinieron a su mente, incluso podía comparar las notas y serían casi las mismas, pero estas tienen un sentimiento diferente al de aquella vez. Aún más cuando fue que vio la sangre salir de su nariz y sus ojos apagarse. Ante ese ese estimulo se alarmó y abrió la puerta de golpe, logrando que su acompañante voltee confundida, pero con los ojos aun llorosos.

- ¿Qu...?

Calló, no dijo nada, su voz quedó atorada en su garganta, rápidamente volteó y limpió su rostro y guardó sus cuadernos. Se levantó del piano con la mirada en el suelo y pasó por su lado, cuantas ganas tuvo de tomar su brazo como aquella vez, pero esta vez no se detuvo - ¡No te vayas!

Abrió sus ojos sorprendida y su cuerpo enteró se tensó – I-Ittoki-kun... por favor... suélteme... - pidió con voz temblorosa.

- ¡Me niego! ¡Esa canción es de ambos! ¡Tú prometiste que sólo la tocaría conmigo! ¡Estás rompiendo tu promesa!

- ¡Habla el que las rompió todas!

Las lágrimas cayeron al suelo de forma consecutiva, sintió su corazón encogerse por completo al ver el pálido rostro rechoncho lleno de lágrimas y un gran sonrojo de vergüenza cubriendo sus mejillas. Sintió sus ojos picar, pero su rostro no ayudaba mucho, literalmente desde hace mucho que se había quedado sin expresión alguna.

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