VICTORIA
—Abby, pásame el labial rojo. Este no me gusta. Ya te lo he dicho, no insistas. —Volví a repetir, ella estaba segurísima de que el labial color fucsia quedaba mejor con mi vestido negro ajustado. Pero para mí no era así, y el rojo iba bien con mis labios carnosos.
— ¡Toma! ¡Eres fastidiosa!—Gritó mientras me revoleaba el labial por los aires, gracias a ciertas habilidades mías, logré atraparlo sin problemas. <<Ventajas de un pasado como el mío>>
—Gracias por su consideración. —Sabía que con eso iba a desenojarse, era una loca fangirl de Los Juegos del Hambre. Esa tarde se había ofendido porque no tuve ganas de contarle lo que sucedió en la universidad, siguió insistiendo incluso cuando comenzamos a prepararnos para salir de fiesta.
Había logrado convencer a Cameron de que Abby si se cabrearía si yo me iba con él, y a pesar de que ellos "habían arreglado" logré que se lo creyera. De todas formas, lo que menos me apetecía hacer el día de mi cumpleaños era romperle el corazón al chico que más cerca de entrar en él había estado en años. Por lo que lo evité, y tampoco le di la dirección del local al que iríamos. Aunque, de seguro se aparecería allí, así era Cameron, todo un loquillo... en muchos aspectos.
—¿Ya puedes decirme qué cojones pasó hoy?—Insistió Abbs, fastidiada. Pero no tenía ganas de contarle que tengo tres semanas de castigo por delante. Asique, solo le conté lo justo y necesario.
—Cameron me hizo reír en clase de sociología, y ya ves como es la maldita profesora.—Iba a continuar pero me interrumpió, molesta.
—¿Dónde tienes la jodida cabeza, Victoria? Yo estuve en clase contigo y te perdí el rastro cuando te sacó de clase para ir a dirección. Luego sacó a otro chico, y creo que lo echó.—Tenía razón, ella había presenciado "el incidente".
—¿No sabes quién era ese chico, verdad?—Puse los ojos en blanco. Esperando una eufórica respuesta que no llegó.
—La verdad, ni siquiera lo vi más que de espaldas. ¿Por qué preguntas?—Me interrogó Abbs, en segundos enloquecería.
—Ryan Smith...—Su boca formo una enorme O y yo me morí de risa. ¿En serio tanta babosidad por el capullo aquel? Que ni siquiera sabía controlar su risa de foca retrasada, por más guapo que fuese.
—¡JODER! ¡JODER! ¡ESE GUAPETÓN! ¡DIME QUE AL MENOS LO SALUDASTE! ¡LO CRUZASTE!—Estaba peor de lo que yo pensé.
—Fui a dirección con él. Y cálmate. Y pásame mi campera de cuero negra. –Dije seca, el tema del capullo me tenía los ovarios rozando el suelo.
*
La discoteca estaba tan abarrotada de capullos que Abby y yo teníamos que estar tomadas del brazo para no perdernos entre la gente. Por supuesto, que lo primero que hicimos fue correr a la barra, donde dejaríamos todos nuestros ahorros del mes. Y también la dignidad haciéndole ojitos al barman para que nos regale algunas cervezas (sin resultado).
Ya estábamos a punto de irnos a la pista cuando el chico que trabajaba en la barra me tendió una cerveza y me dio un papel. Se acercó a mi oído por encima de la barra que nos separaba y me dijo:
—Esto viene de parte del chico que está allí, señalo con la cabeza. Me dio también esto.—me dio el papel abollado y lo tomé.—Ahora ya vete de aquí.—Creo que no le caímos muy bien al muchacho. La sorpresa me la llevé cuando al girar mi cabeza para ver quien había sido el amable mal intencionado que me regaló un trago, y vi nada más y nada menos que al capullo de risa vergonzosa. Me sonrió ampliamente, mostrando todos sus dientes perfectos. Le saqué el dedo corazón mientras que con la otra mano abrí el papel.