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VICTORIA

Escuché el sonido de un vehículo estacionando a nuestras espaldas y me volteé para encontrar a ni más ni menos, que a James. Sonreí como una estúpida, sin importar en la terrible situación en la que me encontraba. La imagen de nuestro beso llegó a mi cabeza, haciéndome casi suspirar como una adolescente de quince años. Bajó del vehículo con una expresión muy seria, estaba molesto, sus pómulos se marcaban de una forma más violenta de lo común. Mis ojos negros lo recorrieron entero, con su expresión impasible, tenía las manos convertidas en puños. Una expresión de horror atravesó mi rostro cuando descubrí que su camiseta estaba completamente rojiza, no había un espacio de ella en la que no hubiera sangre. Solo tenía la certeza de que esa sangre no podía ser de él, caminaba demasiado bien como para estar herido. Caminaba bien, y hacía mí.

Cuando me quise acordar ya estaba caminando con pasos apresurados hacia él. Sin importar cuán cerca estaban Nick, Ryan, Logan e incluso el mismo Andrade, que no tardó en aparecerse en el patio en cuanto le informaron que había una intrusa, una intrusa interesante. Aún no había hablado con él.

En un abrir y cerrar de ojos, mis brazos rodeaban el cuello de James y sus manos mi cintura. Lo abrace como si la vida se me fuese en ello, como si fuésemos una pareja desde hace años, o como si, realmente fuéramos pareja. Lo cierto es que me sentí ridícula, y lo solté, despacio y sin apuro, estaba roja como un tomate, por la vergüenza de reaccionar así, y además porque habían quedado rostros de sangre en mi camiseta. Me sorprendí cuando lo descubrí con los ojos cerrados. Había disfrutado ese abrazo.

El ruido de una tos forzada nos sobresaltó.

Olvidé por completo la presencia de Andrade, James se espantó al verlo y se hizo hacía atrás.

Si me preguntaban diez minutos antes, como me imaginaba a Andrade, hubiese dicho que alto, musculoso, peinado hacia atrás, canoso, cincuentón e intimidante. Ninguno de esos adjetivos podía adaptarse a él. Tan equivocada estaba, que en cuanto apareció en mi campo de visión, reí porque ese, claramente no podía ser Andrade. Era de baja estatura, con unos cuantos kilogramos de más, una barba que le quedaba horrible, vestido con una camisa con los botones desabrochados, mostrando su vientre asquerosamente peludo y desagradable.

Cuando supe que lo era, gracias a las miradas de advertencia de los chicos, quise que la tierra me tragara, aún así me hice de seguridad y comencé mi discurso.

—Señor Andrade... Me gustaría trabajar para usted—Dije mirándolo a los ojos sin siquiera pestañear, eso podría hacerme parecer fuerte aunque estaba más débil que un perrito abandonado.

—¿Por qué?—Se limitó a decir.— ¿Por qué te arriesgas, sabiendo que podría asesinarte ahora mismo?—Preguntó muy seriamente. Las manos de James, se volvieron puños. Tuve ganas de decirle que estaba allí porque quería liberar a mi mejor amiga, si es que seguía con vida, de sus sucios brazos. Pero no podía hacer eso.

—Porque sé que te sirvo.—Achiné los ojos.—Te sirvo, sí, Andrade. No me tiembla el pulso para los trabajos sucios y con ese asqueroso recibimiento hasta tengo ganas de meterte un tiro entre ceja y ceja. Pero no lo haré, porque necesito dinero y sé que estoy en el lugar correcto para obtenerlo.—Dije todo eso lento, enfatizando lo del tiro, porque era cierto. Así sonaría más creíble.

Casi muero de la risa al ver que James tenía la mandíbula casi rozando el maldito suelo. Como la noche de la disco, al parecer uso bien las palabras amenazantes. Es como un maldito don. Te hago temblar, por miedo y por amor, con el simple hecho de hablar con las palabras justas.

—Un mes de prueba. Si no me sirves, te asesino y te tiro a un río. Como distraigas a James, también te mataré. Como me traiciones, te mataré. Como hagas algo que no me guste, te mataré.— ¿En serio? ¿Qué hace amenazándome? ¿Tiene miedo de mí?

—No me gustan las amenazas, Andrade. Así que no me vengas con tus estupideces. Estoy aquí porque quiero, y me iré si así lo deseo. Le podría ser muy útil a alguien más, alguien que tenga ganas de joderte. Quizás, justo, esa persona es una mujer. —Le guiñé un ojo. Andrade estaba jodidamente atónito y tuve miedo de que reaccione mal a mis palabras. Pero para mi sorpresa, hizo algo totalmente diferente.

—Me agradas.—Dijo sin quitar la vista de mi. Los tres hermanos y Nick estaban absolutamente asombrados.

—James, Logan.—Los llamé, me miraron curiosos.— Enséñenme las instalaciones.—Dije sin más antes de empezar a caminar hacia adentro de la mansión, con la cabeza bien en alto y con un objetivo en particular: Rescatar a Abigail.

Una vez puertas adentro, James fue el primero en hablar.

—¿Qué cojones estás haciendo, Victoria?—Había dejado de caminar al igual que Logan y yo.

Después de explicarle todo lo sucedido y echarle en cara mi estúpida idea de que él había tenido algo que ver con el secuestro de Abigail, me muestran el lugar, pero no hay ni rastros de ella. Lo que me angustia demasiado y me hace pensar en la peor de las cosas. ¿Y si la asesinó? ¿Y si no la vuelvo a ver?

—James... ¿Qué demonios hiciste?—Dije señalando su camisa ensangrentada, negó con su cabeza.

—No me apetece hablar, Victoria.—Dijo y se acercó a mi oído.—Quédate en mi habitación esta noche, y hablaremos de eso y de todo lo que tenemos pendiente.—Susurró, haciendo que toda mi piel se erice.

No me pude negar, y apenas unas horas después estábamos en su habitación. Me gustaría decirles que teniendo una noche de pasión, pero no. Yo me encontraba consolando su llanto, y diciéndole que todo iba a estar bien, que lo de ese tal Richard no había sido su culpa, sino culpa del ladrón.

Pero a decir verdad supe que algo me estaba ocultando y planeaba convencerlo para que me dijera la verdad.

Mientras acariciaba su cabello no podía dejar de pensar en lo hermoso que se veía hasta estando tan triste y deprimido. Claro que más lindo se veía sonriendo. Pero estaba tan débil, tan entregado a mí, con su alma abierta a contarme todas sus penas, que sentí cierta ternura. Ni siquiera nos habíamos besado esa noche, pero se quebró en cuanto me contó lo sucedido y no pude evitar tener esa reacción tan maternal pero a la vez romántica. Quería protegerlo de sus propias sombras. Pero me resultaba imposible sin saber la verdad absoluta, o, aunque la verdad absoluta no exista, y solo existan percepciones de la realidad, necesitaba saber su perspectiva. La real.

—James, sabes que puedes decirme la verdad.—Susurré. Un atisbo de sonrisa apareció en sus labios y me relaje de pronto.

—Cuando esté listo, lo prometo.—Dijo levantándose.

Sin tardar mucho, sin esperarlo si quiera, posó sus labios en los míos, volviéndome, a pesar de todas las desgracias, en la mujer más afortunada del universo. Sus labios se movían con destreza sobre los míos, volviéndome, no sólo afortunada sino también loca. Muy, muy loca.

Aunque le correspondí aquel apasionado beso, yo no estaba allí para liarme con James. Yo estaba allí para buscar a Abigail, y por muy adictivos que fuesen sus labios, no podía no ponerme a buscarla.

—James...—Susurré, alejándome despacio.

— ¿Qué sucede? —Aún no había abierto los ojos, se veía tan bonito.

—Necesito encontrar a Abbs...— Una solitaria lágrima resbaló por mis mejillas. Nunca me había mostrado tan sensible.

—Prometo que mañana a primera hora, daremos vuelta la finca y la encontraremos. Andrade se irá, tiene un negocio importante, no regresará hasta el atardecer y podremos buscarla.

— ¿Qué sucede si no la encontramos? —La voz se me quiebra de una forma jamás vista.

—Lo haremos, créeme. — Dijo antes de sonreír, y entonces me quedé dormida. Sintiéndome en el lugar más seguro del mundo entero. Aunque, en realidad, estaba en la boca del lobo.

Holaaaaaa♥ capitulo nuevo. Nuestra queridisima Victoria acaba de conocer a Andrade.

¿Encontrarán a Abbs?

Los amo ♥

Angel with broken wings.

Peligrosa VictoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora