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CRISTIAN

Con todo lo que ya os he contado, creo que han notado que Victoria está loca. Pero también tiene un gran corazón, lo descubrí esa tarde, después de visitar a Charles.

Cuando Vick me dijo que tenía un regalo para un amigo especial, primero pensé que era ironía y que le daría un tiro en las pelotas a alguien que la había jodido. Cuesta aceptarlo pero fue lo primero que pasó por mi cabeza. La verdad estaba muy lejos de aquella teoría.

Nos alejamos de la residencia, algo vigilantes, no sabíamos si la chica que nos interrumpió había llamado a la policía o si sólo se había marchado con la firme idea de que Victoria y yo éramos dos lesbianas besándonos. La pelinegra cargaba una enorme caja, no tenía ni idea de lo que había allí dentro.

Caminamos y caminamos, bajo miradas descalificativas, hasta que Victoria me dijo que habíamos llegado. Y la verdad mis ojos no creían lo que había frente a ellos; el maldito auto de hojalata en que ella se manejaba antes de conocerme (y ganar mi Cruze).

— ¿Dónde demonios está mi Cruze, Victoria? ¡No me subiré a eso nunca más! —Dije recordando aquella vez que la encontré llorando a un lado de la carretera, lo más difícil no fue consolarla, sino encender la maldita chatarra.

— Tranquilízate, solo quiero ponerlo a salvo. Sube. —Dijo rebuscando en su bolsillo en busca de las llaves.

Una vez arriba, lo encendió y manejó un par de cuadras hasta llegar a un extraño lugar, en el cual había una enorme fila de personas.

— ¿Vienes? —Me preguntó mientras bajaba del auto y buscaba la caja en el asiento trasero.

— Claro.

Me resultó extraño ver, que a medida que avanzábamos, me daba cuenta de que las personas de la fila, eran en su mayoría personas con capacidades diferentes, algunos iban en silla de ruedas, algunos parecían tener retrasos madurativos, me di cuenta de que era un centro para esa clase de personas, pero ¿qué es lo que Victoria quería allí? ¿Mataría a un pobre enfermo? Me auto regañé por pensar algo así de Vick.

— ¡Danniel!

— ¿Quién es Danniel? — Pregunté confuso hasta que vi a un hombre venir hacia nosotros entre la concentración de gente. Se movía en silla de rueda y le faltaban las dos piernas, me dio un poco de impresión. Así que solo me quedé contemplando la escena desde unos metros más alejado.

— ¿Cómo estás niña? ¿en qué lío te has metido? ¡Te vi por el maldito televisor! ¡estás loca! —Le dijo, negando con la cabeza, pero se notaba que decía las cosas con cariño.

— Si tú lo supieras... —Dijo Victoria riendo. —Mira Danniel, tengo que hablar contigo y tengo un pequeño regalo para ti, pero pasemos dentro, mejor. —Danniel asintió confuso, y Victoria me miro para hacerme una señal de que la siguiera, eso hice sin más y los tres comenzamos a pasar entre la gente hasta que logramos entrar en el centro. Había algunos enfermeros, un par de sillones y algunas camas, y a lo lejos un viejo televisor.

— Siéntense aquí, tú y tu amiga. —No pude evitar soltar una carcajada, al igual que ella.

— Danniel, es un chico.

— Oh... lo siento. —Dijo avergonzado.

— No te preocupes. —Lo tranquilicé. Miré a Victoria, y le hice un gesto de que se apurase, teníamos que largarnos pronto.

— Bien Danniel. Seré breve, en unos minutos tengo que irme. Así que te resumiré todo: —respiró hondo y hasta yo me preocupé—tu historia me ha inspirado más que cualquiera, y me convenció de estudiar abogacía. Mi madre enfermó y debo cuidarla, y hacerme cargo de su empresa. La cuestión es que, ya que no podré estudiar para enviar a prisión a la perra de tu cuñada, te he comprado un regalo, uno que te servirá para salir adelante. Y espero que lo disfrutes mucho. Te quiero, Danniel. —Ambos teníamos los ojos abiertos como platos, la expresión de Danniel era no sólo confusa sino que también sorprendida.

— ¿De qué hablas Victoria? Sabes que puedo continuar arreglándome así. No necesitabas comprarme nada. —Su semblante pasó de transmitir confusión, a transmitir asombro en el exacto momento en que Victoria sacó dos prótesis de la caja. Eran dos piernas metálicas y modernas, sólo con verlas podríamos afirmar que se asimilan mucho a las piernas reales.

— ¿Estás de coña? ¿Eres loca? ¿Cuántos órganos has vendido para comprar esto? —Soltó Danniel a la vez que una catarata de lágrimas se desprendían de sus ojos.

— Cierra el pico. —Dijo Victoria doblando los ojos y acercándose a abrazarlo. A mí, sinceramente no me salían las palabras. Sin dudas, me alegraba que Victoria me haya ganado en aquella carrera.

— ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!

A decir verdad me hubiese gustado quedarme observando la escena por algún tiempo más, pero fue imposible ya que un policía arribó el lugar y por la cara con la que nos observaba a Vick y a mí, pude descifrar que era hora de marcharnos.

—Vick, tenemos que irnos. —Fueron palabras suficientes para echarnos a correr, sin mirar atrás, pero con una enorme sensación de bienestar en el pecho. Ella era una chica buena. Yo estaba con una chica buena, y no podía sentirme más afortunado.  

Instagram: @maidittler 

Peligrosa VictoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora