21

216 13 1
                                    

CRISTIAN

Me estaba poniendo cada vez más molesto.

— Esto no va a funcionar. —Repetí por décima vez en una hora pero Victoria seguía poniéndome esa especie de crema color piel en mi rostro. Me sentía ridículo.

— ¿Puedes callarte un maldito segundo? Ahora tengo que ponerte labial.

— ¿Es muy necesario?

— Si quieres que el plan funcione, lo es. —Tenía razón, si quería poder pasar a ver a Charles debía estar bien disfrazado.

— ¿Le invito un trago, señorita? —Soltó Mathew y de suerte no le di un puñetazo.

Estaba muy nervioso y el maldito vestido no me ayudaba, nunca me había sentido tan incómodo.

— He terminado. Sólo te falta ponerte la peluca, y ese tapado de piel para que no se noten tus brazos.

Dos horas después estaba bajando del coche con rumbo al hospital, molesto porque Adam y Nick no habían dejado de sacarme fotos en todo el maldito viaje. Agradecí que Abigail no nos acompañara esa tarde porque de ser así estoy seguro de que habría bromeado todo el maldito tiempo y no lo habría soportado, demasiados nervios.

Repetí la historia mentalmente por última vez y finalmente entré. Atraje las miradas de todos, en especial la de la recepcionista, quien era mi objetivo en ese momento, si no lograba engañarla no podía entrar a ver a Charles.

Finalmente me acerqué con pasos firmes, en realidad con lo que más se les asemejaba ya que Victoria me obligó a ponerme unas botas enormes con un taco súper fino, que parecía que se rompería en cualquier momento.

— Buenas tardes. —Dije con la voz más afeminada que logré fingir.

— Buenas tardes... señora. ¿En qué puedo ayudarle? —Tuve ganas de decirle que si dejara de mirarme con esa desconfianza me haría un favor enorme.

— Soy la madre de Charles Williams y exijo verlo, ahora mismo.

— ¿No es un poco joven para ser la madre de Charles?

— Le agradezco el halago —Improvisé. —Pero en un momento así solo quiero estar con mi hijo. —El ceño de la recepcionista se frunció y luego su rostro se suavizó, pretendiendo comprenderme, o eso creí.

— Necesito sus documentos, Sra. Williams.

— ¿No creerá que en una situación así me preocupé por tomar mis documentos, verdad? — Sentí que mi corazón se saldría de mi pecho o que la peluca rojiza que llevaba en la cabeza se me caería en cualquier instante.

— No es que no le crea, Sra. Pero debe entender, que debido a la situación sospechosa en la que su hijo fue herido, no podemos dejar pasar a cualquier persona que se presente y diga ser su pariente.

— ¿Y si analiza nuestra sangre? ¿Cuánto tiempo le tomaría?

— Está bien, dejare que pase, pero no sacaré a la custodia de la habitación.

— ¡Gracias! —La voz me salió un poco gruesa pero traté de no darle demasiada importancia.

Comencé a caminar tras ella por los lastimosos pasillos del hospital, donde tanta gente lloraba y otra estaba contenta. Cada persona es un mundo, ¿verdad?

— Aquí es. Por favor, ella es la madre del paciente, deja que ingrese. No te alejes de la puerta. —Dijo dirigiéndose al musculoso guardia que se encontraba frente a la puerta, antes de darse la vuelta y volver a trabajar.

— Tienes quince minutos. —Soltó el guardia, y finalmente entré.

Charles parecía dormido, como siempre lo hacía, tranquilo y en paz. Casi parecía alguien que no tenía problemas, o al menos problemas del tipo que él sí. Caminé lentamente alrededor de su cama, observando todos esos cables y el respirador al que estaba conectado. Hasta que me detuve frente a un papel que se titulaba "Historia Clínica de Charles Williams" mi corazón dio un vuelco cuando al leerlo descubrí que habían conseguido su nombre desde la base de datos de una prisión, donde había estado por robo a mano armada. Pero no fue tan grave como el vuelco que dio al leer que estaría en coma por tiempo indeterminado y que si no despertaba, lo desconectarían, porque no había un familiar directo que se hiciese cargo de los gastos de mantenerlo allí.

— Me ocuparé de eso, te lo prometo. —Susurré antes de sentarme a su lado para hablarle. —Sabes que nunca aprendí a expresarme, pero creo que si alguien me preguntara ahora mismo que es lo que siento, le diría que dolor. Porque eso es lo único que me llena desde que me haces falta, hermano. No pude evitar que te sucediera esto, y lo siento. Vi en algunas películas que cuando alguien está en coma supuestamente escucha, y corriendo el riesgo de que no sea así, te pido perdón. Perdón por ser un cobarde — Las lágrimas estaban asomando. — por dejarte sólo en un horrible lugar. Perdón por haberme metido en un mundo del que no se puede salir vivo. Perdón por no poder ser tu hermano. Prometo que cuando salgas de ésta (porque sé que lo harás) te explicaré todo, y te pediré perdón de nuevo y todas las veces necesarias. Te llevaré a vivir conmigo, y te presentaré a unas personas que son muy especiales para mí. En especial una chica. Creo que me enamoré, ¿Sabes? — Limpié unas lágrimas con mi mano. —Debo irme Charles. Volveré, te lo prometo. Te amo, hermano. —Finalicé, antes de darle un beso en la frente.

El guardia miraba detrás de la puerta, conmovido por la imagen, ya que claramente no había oído mis palabras. Aunque de pronto su cara se transformo y supe porqué en cuanto vi la peluca en el suelo.

Y entonces corrí, sin darle tiempo a agarrarme, me alejé por los pasillos, y juro que la cara de la recepcionista prometía haberlo sabido todo desde el principio.

Peligrosa VictoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora