Capítulo 16

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Frunce el ceño y trata de ver en cuanto abre los ojos. Sin embargo es cegado por un instante por la luz que se cuela por las cortinas blancas en la ventana de su habitación.

Se queja cuando su cuello comienza a doler porque quizá su cabeza no ocupa del todo su almohada.

Sin moverse mira a su alrededor y su corazón late rápido cuando la cara de su mejor amigo no esta más que a centímetros de la suya.

Mira sus labios entreabiertos y se siente culpable por el deseo que se mantiene en su interior. Los mira y sólo es capaz de hacer eso porque sabe que son adictivos. Cuanto más los pruebe más adictivos se volverían.

Mira cada parte de su rostro. Siente unas profundas ganas de llorar, sin embargo se retiene y lleva su mano hasta su rostro. Porque quizá Harry está más lejos de su alcance de lo que parece. Porque sabe que está frente a sus ojos, siempre lo estuvo. Estuvo en el pasado, su presencia abarcó la mayor parte de su infancia. Está en el presente, está con él, siempre lo está. Y ruega porque se quede, porque el pequeño de rizos chocolates se quede en el futuro.

Porque se ha encariñado y no se imagina no estar sin el en los próximos años. Porque si lo dejaba iba a costar no extrañarlo, ni quererlo.

Se fija en cada detalle ahora que él está profundamente dormido. Recorre con sus dedos cada facción, cada parte de él.

Y se ha dado cuenta de que ama mirarlo. Ama mirarlo sin importar que esté haciendo. Ama ser capaz de poder observarlo cuantas veces quiera.

Trata de obligarse que es un afortunado, pero no logra hacerlo. No logra conformarse con tan solo mirarlo, el quiere tocarlo, quiere besarlo cuantas veces quiera, quiere recordarle cada día lo mucho que lo ama, el inmenso cariño que le ha tenido desde el principio y lo enamorado que está de él por más que esté en algo con otra persona.

El odia no poder tenerlo de la manera en que lo quiere tener. Odia no poder complacerse, ni siquiera complacer a los demás.

Sus manos siguen navegando por su piel lechosa dañada a sabiendas de que corre el riesgo de que despierte en cualquier momento.
Con ese pensamiento rondando en su cabeza aún, mira como éste se retuerce porque le hace cosquillas.

Los ojos que tantas veces ha visto se abren y se vuelven a cerrar; repitiendo sus mismas acciones.

Sin embargo sus párpados parecen pesar y se mueve hasta quedar en el pecho del ojiazul; evitando la luz.

Traga saliva cuando cae en cuenta de que utilizó la excusa de que la luz del sol daña sus ojos para esconder su rostro y no dejar ver sus moratones. Sabe que Harry odia verse mal físicamente, sin embargo no es eso precisamente por lo que evita su mirada.

Louis entiende todo y decide no hablar para no presionarlo. A fin de cuentas el tampoco quiere llorar.

Acaricia sus rizos chocolates suavemente, sin prisas. Tiene la impresión de ser correspondido cuando Harry se aprieta más contra él.

Atrapa la sonrisa mordiendo su labio inferior, sin embargo Harry no está viendo. Ruega internamente porque Harry no escuche los latidos de su corazón. Pero él no le presta atención.
Él tiene la vista fija en la puerta y por primera vez cae en cuenta de que es color azul por los ojos de Louis.

Sus orbes verdes recorren cada parte de la habitación y piensa mucho. Piensa por ejemplo que quizás Louis ha madurado porque el color de la pared que solía ser rojo y verde ha sido pintada de un blanco pálido. Sin embargo sabe que no ha madurado del todo cuando el color de su puerta sigue de igual color y los dibujos que él de pequeño le regaló siguen colgados en la pared, al igual que un par de fotos de ellos juntos.

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