Capítulo 28: Uno a Uno

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—Qué día más agotador.—me quejo mientras estiro los brazos.

Sam me mira desconcertado.

—¿Podrías decirme quién fue el que te obligó a usar todos tus créditos y coger todas las clases que te permitieron?—hago silencio mientras me reprocha—Exacto, nadie, eso significa, que eres idiota.

Lo ignoro por completo y saco las bolsas de deporte del maletero. A su vez, dejo los útiles escolares dentro del auto. Le paso su bolsa a Sam y me coloco al hombro la mía.

—De verdad no puedo creer que vaya a hacer esto...—Sam susurra.—Drake. ¿Por qué me obligas?

Repito mi técnica de ignorarlo y simplemente me coloco en marcha hacia el campo.

—¿Cómo es eso de que estás saliendo con Christine Monroe?

Me paro en seco y lo miro directamente a los ojos.

—¿Cómo sabes eso?—pregunto levemente sorprendido—Más bien, ¿quién te dijo eso?

—Solo dime si es verdad, estúpido.—pone los ojos en blanco.

—O sea, no es verdad, o sí, no, no estoy saliendo con ella.—alego—Solo es mi amiga. Ya te lo había dicho.

—Solo amigos.—me mira, irónico.—Te creeré.

Sonrío y continúo caminando.

—Saldremos el sábado.—le escupo.—La invité a salir hoy.

—Ya era hora...—se ríe.

—Si ya lo sabías. ¡Para qué preguntas!—miro con desdén a Sam quien comienza a reírse con mayor fuerza.

Llegamos al campo de fútbol.

—Sam, ¿quién es el entrenador?—pregunto.

—Buscamos al señor Norris.—me explica—Aquel hombre de la gorra azul.

Entramos al campo y nos acercamos al entrenador, quien en el momento se encuentra dirigiendo al equipo completo en una sesión de estiramientos.

—Buenas tardes, entrenador Norris.—Sam saluda sin muchos ánimos.—Le traigo a un interesado en formar parte del equipo.

Sam me señala y el hombre (un armario de algunos dos metros), me mira de pies a cabeza.

—Y bien. ¿Qué sabes hacer?—pregunta tratando de intimidarme, que de hecho, se le da muy bien.

—Soy buen punta, señor.—afirmo.

Se queda un rato en silencio y luego se dirige a Sam tras terminar de analizarme.

—¿Quieres intentarlo otra vez, Samuel?

Le doy un codazo a Sam para que responda.

—Emm...Sí, vine a eso también.

El entrenador se relaja un poco más y luego se quita la gorra y se rasca la cabeza.

—Bien, al menos parecen útiles. Les dejaré unirse si sobreviven al entrenamiento, vayan a cambiarse, después les presentaré al capitán; él se encargará de ver si valen para algo.—se aleja de nosotros y nos señala los vestuarios.

Nos dirigimos hasta allá y Sam empieza a pasar su dedo pulgar por su cuello en señal de lo jodidos que él cree que estamos.

—Venga ya, dramático.—le suelto—Tenemos el visto bueno del entrenador. Nos irá bien.

Cartas de desamor a la chica equivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora