Capítulo 11: Es solo un sueño, espero

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—¿Qué es lo que quieres?—pregunté, llena de odio en mi mirada.

—¡Quiero que me perdones!—exclamo apesadumbrado.—No he podido dejar de pensar en ti...

—Alto.—interrumpo su discurso sentimental con el cual quiere engatusarme.—¡Me he cansado de repetirte esto una y otra vez! ¡NO QUIERO VERTE JAMÁS!

Alzo mi tono de voz al decir esas palabras y la rabia hace que mis mejillas se acaloren.

Está claro que no ha elegido el mejor momento para verme.

—¿Además, qué es eso de que volviste a la universidad?—le atribuyo.—¡Desapareciste hace un año cuando pasó lo que pasó! ¿No podías quedarte dónde estabas?

Él se encoge de hombros. Parece que mi último deseo si le ha dolido.

Y me alegro de que ese fuera el caso.

—No me llames. No me hables. Si vas estudiar en la misma universidad que yo, no deseo verte cerca de mí NUNCA.—vocifero.— No te quiero ver.

Siento como se me aguan los ojos y necesito alejarme de él cuanto sea posible, no puedo permitirme llorar frente a él.

—Chris...—Intenta hablar.

—Hasta nunca, David.

Me doy la vuelta hacia la universidad, entro a la escuela de artes y me encierro en uno de los baños de chicas. Cuando cierro la compuerta, lloro. Lloro tanto que me es inimaginable tener tanto líquido en mi cuerpo como para poder expulsar tanto.

Al relajarme completamente, salgo del baño y me dirijo como si nada hubiera pasado hacia mi siguiente clase.

Hoy el día será duro.

~•~•~

—Bien Drake, vamos a comenzar. No te molesta, ¿no?—me pregunta.

—No lo sé...Katherine...¿Es necesario que haya tanta gente mirándonos?—

—Tranquilo, Drake, estos hombres no podrá oír nada detrás de ese cristal, solo te oiré yo, ellos simplemente estarán tomando notas de tus reacciones.—me tranquiliza.

Giro mi cabeza hacia donde se encuentran los hombres con batas y gafas de científicos, están en la habitación contigua con grandes blocs de notas en las manos.

En la sala en la que me encuentro es una especie de pequeña réplica de un laboratorio de los que salen en las películas.

Todo en la sala es de color blanco. No hay mucho más que distinguir.

Estoy acostado en una camilla y a mi lado hay un aparato que si no me equivoco es el que estudia los ritmos cardíacos.

Katherine me había explicado más o menos que ella trataría de divagar en mi memoria para ver la posibilidad de hacerme recitar una descripción precisa y concisa de mis recuerdos, con una técnica similar a la hipnosis.

—Está bien, confío en ti.—le contesto.

Ella me sonríe y se pone su bata blanca y se la abotona por la cintura. Se pone unos guantes blancos y saca una libreta del cajón que se encuentra al lado de un sillón.

—Entonces, quítate la camiseta y acuéstate, Drake.—me dice con una sonrisa radiante.

Hago lo que me pide y cuando estoy acostado, agarre un par de electrodos y los conecta en mi pecho y cabeza.

Se da la vuelta y se sienta en el sillón, se inclina a verme a los ojos, apoya su mano en la barbilla y se queda quietecita unos instantes. Luego suelta algo que no tiene nada que ver con el tema.

Cartas de desamor a la chica equivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora