Capítulo 37: Inflexión

162 20 3
                                    


—¿Por qué demonios no contestas, Grace?—murmuro mientras piso el acelerador.

Ahora mismo estoy conduciendo a toda velocidad hacia mi casa, en busca de un panorama desde el cual ver las cosas con perspectiva: escape de la comisaría y no hay ni rastro de Grace o su familia en el hospital. Posiblemente lograron salir a tiempo. Pero... ¿Y si no fue así?

Sacudo mi cabeza para descarta esa idea de mi mente. Aparco el coche y salgo de este, caminando hacia mi casa. Subo las escaleras a la carrera y abro la puerta del departamento a una velocidad vertiginosa.

—¡Demonios, Drake!—se sobresalta Sam—¿Qué te ocurre?

Me excuso con la mano y me siento unos minutos para recuperar el aliento. Sam se coloca frente mío y cruza los brazos en una clara señal de enfado.

—No. No me vengas con esas idiota.—me mira a los ojos—Llevas todo el jodido día comportándote como un maníaco Drake. Así que no me vengas con esas, que necesito que me digas la verdad de lo que demonios sea que te esté pasando.

Me pongo en pie nuevamente y me fijo de nuevo en su rostro.

—¡Deja de mirarme con pena, idiota!—me grita—¿Piensas que soy un idiota? ¡Claro que me doy cuenta como me miras. ¡Deja de mirarme así!

Agacho la cabeza, avergonzado.

—Perdóname, Sam.—me aparto de él y me dirijo a la habitación.

—¡No maldita sea! ¡Vuelve aquí, Drake!—me exige—¡Deja de cargar con toda tu mierda solo! ¡No estás solo en este mundo, Drake!

Me detengo de inmediato, lo vuelvo a ver y decido que es justo ser sincero con él. Dejo caer los hombros y me siento en el sofá.

Le hago una señal para que se siente también y le cuento todo. Hasta como los Montecarlo están vivos y continúan haciendo de las suyas.

Sam, que había cambiado su expresión durante mi relato de los acontecimientos, pasó de una frustración absoluta a un sentimiento de asco y furia, pero sobretodo, tristeza y pena.

—Entonces tu papá...—dice con una voz débil.—Él me mintió...Me dijo que los Montecarlo habían muerto...

Me percato de que ese era un detalle que no había tenido presente hasta hora...Que los Montecarlo están vivos, mientras que papá le había dicho lo contrario.

—Mi papá tiene mucho que explicar—toco su hombro.—Y debe decirnos la verdad ahora que puede hacerlo, Sam. Debemos hablar con él.

Sam asiente, se levanta y toma el teléfono.

—Y yo tengo la mejor forma de lograrlo, Drake.—marca un número en el teléfono y lo arroja en mi dirección.

Tomo el teléfono y espero. Hasta que suena el clic de que alguien ha tomado el teléfono.

—¿Papá?—pregunto.

Unos segundos después, como si estuviese esperando la llamada, oigo como contesta con una voz casi mecánica, como si no fuese humana.

"Estoy en el edificio de la compañía, Drake" responde "Ven si quieres hablar".

De inmediato, mi padre cuelga.

Suelto el teléfono y miro a Sam.

—Iré contigo.—me advierte.

Asiento lentamente y le informo que nos vamos de inmediato. Él me indica que debe buscar algo y entra al estudio. En cambio yo bajo a la entrada para ir encendiendo el auto. Al minuto, Sam baja y se monta a mi lado, tomamos el rumbo hacia el edificio empresarial de la familia.

Cartas de desamor a la chica equivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora