Capítulo 27: Un mal tercio

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—De verdad que tu amigo, es bastante molesto.—me comenta Drake mientras camina junto a mí.

Hago oídos sordos y continúo nuestro camino hacia la puerta de la clase de matemáticas.

—Es aquí.—anuncio—Entremos.

Drake se ríe y abre la puerta, me da un empujoncito y entra detrás de mí.

—Vayaa...—suelto—De verdad eres todo un caballero.

—Bueno, eso dicen.—le resta importancia a mi cumplido, con modestia.

Nos sentamos juntos en las butacas del nivel medio y tratamos de tener una conversación.

Es increíble como Drake hace caso omiso a todas las miradas que lo acosan desde cualquier ángulo.

O se lo tiene muy creído, o de verdad es muy simplón y sincero. Sea lo que sea, de verdad me encanta estar con él.

—¿Um? Vaya, es raro.

—¿Qué? ¿Qué es raro?—pregunto extrañada.

—Es que han pasado diez minutos.—inicia—Llevamos hablando diez minutos y nada extraño ha pasado: Nadie nos ha interrumpido, ni has decidido salir corriendo. De verdad. ¿Recuerdas aquella vez que casi me atropellas? ¡No pude pedirte tu teléfono!

No puedo evitar reírme ante sus infantiles bromas y lo golpeo en el hombro.

—¡Oye! ¡Más respeto!—carcajeo—Por tu parte, todavía no has decidido quitarte la camiseta y desnudarte en público.

Drake se sonroja y gira la cabeza. Un gesto que solo lo hace ver más infantil, pero adorable.

Pasados unos minutos, Drake se torna serio y me mira.

—Christine.—abre enormemente los ojos.—¿Qué es lo que sucedió entre David y tú?

Me muevo intranquila. No me gusta hablar de eso...

—¿De verdad quieres saber?—pregunto franca.

—Si no te molesta mucho, sería bueno saber que pasó entre ustedes...—se golpea la nuca con suavidad—Aunque creo que tal vez sea demasiado...

—No, no, está bien.—lo tranquilizó.—Te contaré.

—Cuando estábamos en la secundaria, conocí a este chico, David Montecarlo. Un chico divino.—reprimo una sonrisa y Drake la corresponde.—Y pues, empezamos a salir y así pasó el tiempo...El caso es que entramos a Columbia hace casi dos años y pues, ¿qué te puedo decir? Él simplemente la cagó.

—¿Te dejó?

—No se podría decir que específicamente, eso fue lo que ocurrió, ya que yo fui quien lo dejó.—me rasco la barbilla.—Digamos, que me puso los cuernos.

Drake se sorprende.

—¿Enserio?

—Fuimos a una fiesta en casa de uno de sus compañeros y desapareció por un rato, cuando lo encontré, estaba en una habitación a oscuras con otra.—suspiro y agacho la cabeza.—Y pues... ya puedes imaginar el resto de la historia.

—Oh. Lo lamento mucho la verdad.—me consuela.

—No importa.—advierto—Además, no eres tú quien debe sentirlo.

Drake se encoge de hombros y solo me dedica una sonrisa, bastante sincera. De verdad no me cansaría de mirar esta escultura de hombre.

—Oye, ahora que lo pienso Christine.—me arroja fuera de mis pensamientos y vuelve a sonreír—¿Qué harás este sábado en la tarde?

Cartas de desamor a la chica equivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora