Capítulo 40: Final

198 24 4
                                    

Un pitido se escucha repetidamente a mi alrededor. Un poco aletargado abro los ojos y la luz me deslumbra al momento y por reflejo muevo la mano para evitar la luz hasta aclimatarme.

—Despertaste—escucho una voz femenina decir—Despertaste, Drake.

Enseguida, siento como los brazos de alguien me envuelven con calidez y cuando por fin dejo de ver borroso, noto que quién me está abrazando, no es más que nadie que Grace. Al liberarme de su abrazo, sonrío por inercia.

—Hola...—logro decir a duras penas.

—Ten.—ella me pasa un vaso con agua y lo tomo de inmediato, aclarándome la garganta.

Aprovecho y miro todo con bastante más calma y noto como me encuentro en una habitación del hospital, mi brazo derecho está conectado directamente al monitor y a unos cuantos sueros.

Dejo el vaso sobre la pequeña bandeja de plata que hay sobre la mesilla de noche al lado de la cama, al hacerlo, aprecio como sobre esta, se encuentra un plato con cucharilla en el cual seguramente antes había algún tipo de comida líquida como sopa o algo por el estilo debido a los restos, y justo al lado, una pequeña manzana roja ligeramente mordisqueada. Seguramente, esta era la comida de Christine. Levanto la vista hacia ella y veo cómo me está mirando de forma curiosa.

—¿Cuánto...?—pienso ligeramente lo que voy a preguntar y aun con dudas prosigo—¿Cuánto llevo dormido?

—Cuatro días.—me cuenta—Te desmayaste. Principalmente por toda la sangre que perdiste. Agradécele a Sam.

Con calma levanta mi camiseta y me toca los vendajes que envuelven todo mi abdomen y siento el tacto de su mano sobre mi cuerpo cálido, al ella notarlo, aparta tímidamente el brazo.

—Esto...—se sonroja un poco—El chaleco de David no pudo salvarte de esa puñalada...

—David. ¿Cómo está él?—me alboroto un poco y siento un respingo en el tórax por haberme alterado y recuerdo el disparo que recibí.

—No debes hacer tanto esfuerzo, todavía no has sanado...—me ayuda a recostarme acercándose a mí, tanto como cuando nos conocíamos, tanto que puedo oler su perfume—...Deberías...Er...Acostarte.

Al momento, sus ojos están clavados en mis labios y yo por mi parte, caigo en cuenta lo cerca que estoy de los suyos al oír claramente su respiración. Cuando justo pienso en besarla, ella decide apartarse súbitamente y vuelve a sentarse. Mis hormonas hacen lo correcto y también se calman mis ansias de besarla.

—David está estable. Y mejora más rápido a medida que pasa el tiempo.—respondiendo a mi anterior pregunta—La bala le perforó una parte del intestino. Pero pudo sobrevivir. Tu padre donó sangre para salvarlo...

Esto último llama mi atención.

—¿Mi padre está...aquí?—pregunto impresionado—¿Con David?

Grace parece que esperaba esa reacción y asiente lentamente.

—¿Cómo te sientes?—se levanta de su asiento y vuelve a sentarse a mi lado en la cama del hospital.

Miro hacia el techo y me pierdo pensando en todo lo acontecido en los últimos días. En como las cosas en Nueva York han cambiado para mí desde que decidí meterme en la vida de esta chica. ¿Desde cuándo la vida había sido tan difícil para alguien como yo que ni siquiera tenía que trabajar para ganar el pan de cada día? Supongo que esta es la vida real. La vida que no me enseñaban en mi infancia. La vida que no viví por las ganas de mi padre de mantenerme a salvo.

Cartas de desamor a la chica equivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora