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   Colombia era el país perfecto para una pequeña escapada, tras haber presenciado el frío y húmedo tiempo de Londres.

Al fin podía lucir sus piernas con un vestido floral que llegaba por encima de sus rodillas y podía atar su cabello, dejando ver su rostro a la luz del sol, sin tener que cubrirse con él para evitar el frío.
Recorrió las calles, mirando cada rincón de los mercados repletos de gente, admirando los colores vivos del lugar y el cálido ambiente.

Sonrió para sí misma cuándo consiguió encontrar una pequeña biblioteca.
Caminó entre las estanterías llenas de diversos libros, rozando la punta de sus dedos por encima de cada título, tratando de buscar uno que llamara su atención.

Hallando lo que buscaba, lo abrió con una pequeña sonrisa en sus labios. Aunque no pudo leer más allá al oír una leve tos a su lado.

Hey, ¿p-puedo invitarte a una cerveza? Me gustaría conocerte mejor, si es posible.

Ella le miró a los ojos y arqueó una ceja. Parecía ser de su edad, año más o menos, peinado largo y castaño hacia atrás, ojos cautivadores y marrones con una pizca de verde en ellos.
Su tono resultaba seductor, ella sabía que su intención era ligar, pero encontraba gracioso el ligero rubor en sus mejillas.

—¿Acabas de invitar a una chica al azar a tomar una cerveza? –rió, él se avergonzó bajando la mirada. 

—Sí, bueno, llamaste mi atención y me pareciste-...

—No, no, eso fue impresionante, en serio. Has sido directo. –hizo un gesto con su mano y volvió a reír, esta vez junto a él. —Pero no, lo siento, acabo de comer así que será mejor que busques a otra acompañante. 

Le dedicó una última mueca y prosiguió leyendo su libro, retomando dónde lo había dejado, pensando en que tal vez, él se iría pero su presencia seguía a su lado, no le tomó importancia hasta que habló de nuevo.

—¿Interesada en La Ciudad Perdida de Atlántida? –le vio sonreír ligeramente, y ella echó un vistazo a la portada del libro y asintió en su dirección.

—Sí, me encanta todo lo relativo al mar.

—¿En serio? –preguntó asombrado. —Bueno, ¿qué pensarías si te digo que estoy tras el tesoro de Henry Avery con mi hermano y un amigo?

Ahora si que le parecía interesante aquel desconocido. No tenía aspecto de un mal tipo, y si lo era, su atractivo lo ocultaba bastante bien, cómo un lobo con pelaje de oveja.

Pero decidió dejar pasar esta vez y alargó su delicada mano hacia él, con una leve sonrisa en sus rosados labios.

—Mi nombre es [__] [___]. –dijo ella. —¿Aún... sigue en pie aquella petición?

Samuel. –contestó, estrechando su mano sonriendo. —Samuel Drake, aunque prefiero que me llamen Sam. Y sí, prometo no defraudarte, eres la primera que no me rechaza. –rieron los dos.

Su nombre sonaba tan bien en sus labios. Quién pensaría que una simple charla llena de risas, fascinación por los piratas y sonrisas se convertiría en un principio en una amistad, que poco a poco se iría transformando en atracción

Era evidente en sus miradas. [__] se sonrojó, algo llevada por el alcohol, mientras Sam le confesaba que aquel día cuando se conocieron, él la encontró muy hermosa, casi imposible quitar sus ojos de encima, embobado, y que en un principio no se atrevía acercarse porque estaba algo avergonzado.

[__] le miraba con admiración y cariño.
No supo si el alcohol se había apoderado de ella, pero aquella noche le dejó claro todo lo que sentía por él sellándolo con un beso, un beso que seguiría hasta su habitación del hotel.
Ambos estómagos repletos de mariposas revoloteando, cosquilleos y caricias, que se apropiaba de los dos cuerpos, convirtiéndolos en uno solo en conjunto.

Pero había algo que a [__] no le gustaba.
Recordaba el día en el que Sam le contó el plan de entrar en la cárcel de Panamá para seguir con la búsqueda del tesoro de Avery.

—No tardaremos, te lo juro. –él dijo, dando un beso en sus labios. —Cuando tengamos el tesoro, vendré a por ti y nos iremos de aquí, los dos.

—Sam, ¿prometes que volverás? –contestó ella en un leve murmullo, sus ojos conectados con los de él.

Por ti, lo haré. –sonrió.

Cuando [__] se despidió de él, repetía dos palabras sobre sus labios, llenas de afecto y amor. Sin embargo, no sabía que aquel «adiós», iba a ser el último.

No sabía que Sam se escaparía de entre sus manos.

No sabía que Sam nunca iba a volver a cruzar esa puerta.

No sabía que Sam iba a desaparecer de su vida.

No sabía que Sam iba a morir.

Truthseeker » Sam Drake x lectora.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora