Vino y letras: sensaciones embotelladas
Guía Peñín 2012 - Live tasting. Madrid 12/4/12
Los recuerdos nacen cuando muere la realidad, las más de las veces para revivir lo que se vivió, sólo a veces para seguir viviéndolo.
Primera parte. Guía Peñín 2012 - Live tasting.
Los mitos.
José Peñín, como Robert Parker, son fantasmas. Son nombres, con una cara que a veces se ven catando en fotografías. Pero no son seres reales. Son mitos. Son imágenes corporativas de una empresa, tras la cual hay personas, muchas seguramente, haciéndoles el trabajo y siguiendo sus directrices. Catan vinos, los puntúan según sus propios gustos y preferencias y con ello dirigen el mercado. Los productores producen según estos gustos, ponen en sus etiquetas los puntos que les han tocado y los consumidores consumen según estas valoraciones, lo que lleva a los productores a producir más, moviéndose en un círculo vicioso del que nadie quiere salir.
Hasta aquí lo que yo pensaba hasta hace unos días.
Desmitificaciones.
Personas.
José Peñín, que es una persona, ya no pertenece a la Guía que lleva su nombre. Ahora se dedica a viajar, escribir y beber vino con amigos, aunque de vez en cuando también cata, si bien ello ha dejado de ser su trabajo. Ahora quien cata es un grupo de expertos, tres, encargados de valorar los vinos de modo independiente, y la empresa (Guía Peñín, de renombre, con marca reconocida, prestigiosa y respetada) es ahora dirigida por otra persona, Carlos González, apoyado por Ana Hernández (marketing y comunicación) y Victoria Lara (redes sociales y web), más varios profesionales de diferentes áreas que completan el equipo.
Modos.
Las muestras las envían las bodegas, no hay restricciones, aunque se prefiere catar in situ. Las altas puntuaciones (más de 90) se discuten entre el grupo, minimizando la posibilidad de que un matiz de “gusto personal” se cuele en el resultado. Si un vino resulta sospechoso por salirse de su línea habitual, para bien o para mal, se repiten los análisis con una muestra comprada anónimamente. El control del procedimiento, aséptico y desapasionado, es total.
Preferencias.
No hay preferencias, sino valoraciones. Si el catador se deja llevar por sus gustos, es más, si simplemente adquiere un gusto personal que se haga oír por encima de la técnica, habrá perdido su capacidad para evaluar. En la guía no hay bebedores, hay profesionales, por formación y experiencia, que analizan un producto y lo juzgan en función de diferentes parámetros. No hay intrusismo profesional, no son amiguetes que saben de vinos y dan su opinión. Su veredicto no es arbitrario, y tampoco es de obligado cumplimiento para nadie. Lo que ofrecen son los resultados de los análisis, no una opinión personal. Se parece más a un examen tipo test que a uno de desarrollo. Después de catar casi 10.000 vinos al año, lo que sale es lo que hay. El círculo no es vicioso, sino virtuoso.
Medios.
La Guía en papel, la web de referencias, las futuras aplicaciones móviles y las redes sociales. Asimismo, son de vital importancia los diversos eventos públicos donde se presentan la guía y los vinos que en ella constan. Comunicación total para quién necesite, o simplemente quiera, ser guiado.
Yalocatoyo.
Álvaro Cerrada, el hombre que graba en vídeo las catas que hace en la cocina de su casa, el amigo que siempre sonríe y te estrecha la mano con fuerza antes de abrazarte con más fuerza, fue el artífice de la organización de este momento feliz, y el causante último de que yo estuviera allí, rodeado de rostros conocidos, unos, y otros por conocer. Su empresa, Yalocatoyo, es desde hace unos meses abanderada en aprovechar la nueva filosofía de comunicación de las redes sociales para hacer, de un modo diferente, lo que se lleva haciendo desde siempre: unir, en resumen, a las personas en torno al vino. A fin de cuentas, hablando de vino, siempre de compartirlo se trata.