(Corregido, SEP, 2021)
Joselyn
Las puertas mecánicas del súper mercado se abren en cuanto me acerco. La atravieso ajustándome la bolsa en el hombro, a continuación busco el lugar donde se hayan acumulados en filas todos los carritos de compras. Tomo uno y empujando de él hacía delante; evitando tropezar con otras personas con carros, me dispongo a hacer mis compras.
El primer pasillo al que me dirijo es donde puedo encontrar los cereales favoritos de mi hija. Meto dos cajas dentro del carrito y seguido agarro del mismo estante una funda de galletas con forma de animalitos que a mi niña le encantan, metiéndolas dentro también y al final otra de dulces que trato de que no coma más de uno o dos al día porque luego tiene dolor de estómago.
La mayor parte de mi tiempo estoy haciendo todo por hacer feliz a mi hija. Me preocupo siempre por darle lo que le gusta, aunque con mi actitud de madre consentidora la malcríe bastante cuando no soy capaz de negarle nada. Y porque ya lo dije muchas veces, Anabella pasó por cosas demasiado duras para una niña de su edad y mi única misión en la vida, actualmente, es lograr que ella olvide ese doloroso episodio. Pero claro, es verdad que la mimo, la consiento y como dije hasta la malcrío, pero me gusta enseñarle a ser responsable con sus cosas. Es pequeña pero la he enseñado a valerse por sí misma, a bañarse sola y ponerse su ropa, aunque a veces la ayude. Le prohíbo dejar sus cosas tiradas por doquier y si lo hace, la obligo a recogerlas y colocarlas en su lugar. Soy su madre, no su esclava. También le prohíbo maltratar los juguetes que se le compra solo porque mami tiene para comprarle por montón, sus tíos o abuelos. Le enseño día con día que tiene que valorar lo que tiene, más que nada porque existen muchos niños en el mundo que no tienen nada y ella más que nadie lo sabe, antes de mí, no sabía lo que era una muñeca, por ejemplo. Por mi parte, no sé si estoy haciendo bien mi trabajo de madre, probablemente me equivoque muchas veces, pero siempre intento dar lo mejor de mí.
Reviso los artículos de la lista y continúo con mis compras, girando en los pasillos donde pueda encontrar todo lo que necesito. La música suena en los altavoces arriba y me encuentro tarareando las letras de las que me sé en un tono bajo, tranquila. Me gusta el chocolate así que meto algunos en mi carrito, tampoco puede faltar una funda de Doritos y otra de Ruffles. Me gusta bastante la comida chatarra, lo admito.
Un momento más tarde con el carrito ya equipado con todo lo que había ido a comprar, estoy escogiendo unas cajas de tampones cuando una voz ronca y masculina emite mi nombre.
—Joselyn.
Al girar sobre mis talones, me doy cuenta de quién se trata y le regalo una amplia sonrisa. Es Eeker Montana. Mis ojos caen en su carrito y lo primero que veo son pañales. No tengo que preguntar lo que significa. Katia y su novia desde que íbamos juntos a la universidad y con la cual se casó años después, boda a la cual asistí, parece haber dado a luz. Sé que estaba embarazada y la última vez que los vi en una exhibición fotográfica la chica ya tenía seis meses de gestación.
—Eeker, qué placer verte —emito, en un tono agradable. Es el muy alto y como decidí quitarme los tacones y reemplazarlos por unas sandalias planas que casi siempre cargo en mi auto, luzco más baja que él y me veo en la obligación de alzar más de la cuenta la cabeza—. ¿Cómo estás?
Me sonríe.
—Pues ya vez, maravilloso —me enseña una amplia sonrisa, señalándome al mismo tiempo el paquete de pañales—. Me he convertido en padre.
—Eso veo, felicidades, Eeker. —Él asiente, sin desaparecer su sonrisa. Parece un padre muy orgulloso—. ¿Niño o niña?
—Dos varoncitos hermosos y perfectos, son gemelos —suelta, con el pecho hinchado de orgullo.
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Romance[ Borrador +18] LIBRO 2 DE LA SERIE «AMORES INEVITABLES» Hermosa portada gracias al talento de @loffxbuks❤😘 El juego no hizo más que iniciar, pero ambos ya lo habían perdido... ¿o ganado? Se conocieron de la forma mas cliché que existe. Vivirán un...