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25: Sin palabras

Corregido, SEP, 2021

Joselyn

Me uno al grupo de mujeres en el salón, con la misión de atrapar el ramo de novia que sería lanzado por Ariella.

En un principio no sentí el impulso de acercarme por ese ramo de novia como lo habían hecho todas las mujeres solteras de la fiesta, porque bueno, yo celebro a todo aquel que se case, pero nunca he soñado con caminar por el pasillo de una iglesia vestida de novia. ¿Yo no sueño con casarme?

Como por inercia mis ojos se desvían hacia la mesa donde está Ethan cuando siento el picor en mi cuerpo, indicándome que él está mirándome desde su lugar y efectivamente, está haciéndolo. Nuestras miradas colapsan la una con la otra, se entrelazan y se susurran palabras en un idioma desconocido. Siento mi corazón latir con bríos cuando siento que él está mirándome como si nadie más existiera en este lugar, solo yo.

Me veo sonriendo para él, viendo como arrastra una mano detrás de su nuca y se la acaricia un poco, pero sin soltar mis ojos.

No aparta ni un instante sus ojos de mí y yo tampoco puedo dejar de mirarlo, tampoco puedo dejar de verlo como si fuera el único existente aquí. A decir verdad, así es como he estado mirándolo durante toda la velada. He sido consciente de otras miradas masculinas sobre mí, pero a mí solo me ha importado la forma como, Ethan me mira y verlo solo a él y a nadie más. Es que incluso me di cuenta de que cuando, Ethan Forter está cerca de mí todo pierde enfoque. Es mi centro. Lo es todo. Es el hombre que me hace sentir cosas maravillosas, cosas extraordinarias que no he sentido nunca con nadie y estoy completamente segura tampoco sentiré con ningún otro. La forma como me mira, como me toca, como me besa y la manera como me siento estando a su lado, así sea teniendo charlas tontas o envueltos en placer y lujuria, es inefable. Me gusta, más que eso, me encanta, como me hace el amor, la mayor parte del tiempo es un animal salvaje, pero al mismo tiempo la conexión que nos une al follar no desaparece, está ahí. Se siente la unión y hasta la ternura, dejándonos ver que es más que sexo. Encajamos perfectos, como si hubiésemos nacido para ser el uno para el otro.

Me siento tan bien al lado de ese hombre que yo misma, que siempre he huido de las ataduras, me sorprendo. De repente no quiero estar alejada ni un solo segundo de él, solo deseo mirar sus ojos gris plata, besarlo, charlar de tonterías, tomarle fotos aunque no le gusten, pero increíblemente me deja hacerlo porque le gusta más verme, ¿feliz?

Estoy estúpidamente pérdida por ese hombre con todos los sentidos. Extrañarlo cuando no está se ha vuelto una rutina y querer controlar el tiempo para que no pase cuando estamos juntos, se ha vuelto mi deseo más grande en la vida.

Sin embargo, no todo es bueno, está ese hombre que ha aparecido para no dejarme en paz.

Dante Hamilton.

El infeliz no se ha aparecido en mi oficina luego de aquel día ni le he visto desde entonces, pero eso no significa que no siga jodiendo mi vida. Los ramos de rosas han seguido llegando a mi casa todas las malditas mañanas durante la última semana—Flores que tiro a la basura— con una frase en todas: «Vas a ser mía», y aunque no llevan su firma no tengo que ser muy inteligente para saber que se trata de ese enfermo.

No sé qué hacer. He estado investigando para ver si encuentro algo sobre él que decirle a mi padre, que para mi mala suerte sigue de viaje, y lograr que rompa su sociedad con él y así poder quitármelo de encima como tanto anhelo.

No obstante, para mala suerte mía, no hay nada que diga a qué clase de monstruo me estoy enfrentando, pues solo se habla de sus negocios. Lo único nuevo que descubrí buscando con más ahínco fue que sus padres murieron hace años en un incendio—los biológicos— siendo el apenas un niño de siete años, fue a parar a un albergue infantil y cuando tenía no más de diez años fue adoptado por Flavio y Loretta Hamilton.