15: Su mejor medicina

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(Corregido, SEP, 2021)

Joselyn

No llevo intenciones de ser pesimista, soy la persona más optimista del mundo, pero algo me dice que está noche puede no terminar del todo bien. No solo voy bien tarde para la mejor cita que me han pedido en la vida, sino que para ponerme más de mal humor, esta noche pareciera como si toda la gente de la ciudad hubiesen salido a la calle —vaya usted a saber a qué—y hay un tránsito de los mil infiernos. Sin contar, para empeorar más la situación, que el restaurante no está precisamente cerca.

Estoy ansiosa por llegar e ignoro mirar la hora para no desesperarme más. Mis manos sudan alrededor del volante y no sé por qué razón mi corazón está tan acelerado que siento una quemazón horrible en el pecho. Estoy tan desesperada.

Los semáforos cambian cada dos segundos—lo que no ayuda con mi desesperación de llegar—y la fila de carros delante de mí me tiene al reventar de los nervios. Vuelve a cambiar la luz de verde a roja y mi cabeza cae sobre el volante, desesperada cuando me toca detenerme por décima vez desde que salí de mi departamento y aún me falta un poco para llegar.

El reloj dice: nueve veinte.

Hasta el tiempo está en mi contra, está corriendo demandado deprisa para ponerme más ansiosa.

Joder, solo quiero llegar y saber que él está ahí, aun esperándome. Que tiene tantas ganas de verme que me esperara así me tarde cinco horas... Bueno, que tampoco soy tan importante, ni la reina de Inglaterra merece que la esperen tanto, pero que esté ahí.

De pronto se me ocurre pensar en la que dijo Cara, ¿de verdad mis ojos tienen brillito?

Me rio de mis propios pensamientos. Esas son cosas de mi mejor amiga que al igual que mi madre no dejan de insistir en que ya debería entregar mi corazón a un hombre. Si por ellas fueran formarían una sociedad con el fin de buscarme un marido, ¿qué ganas de verme casada cuando por mi cabeza esa idea ni se asoma?

Son las nueve cuarenta cuando finalmente aparco en el restaurante italiano. Llego y suspiro con alivio. Apenas si soy consciente de haber cerrado la puerta de mi coche. Salgo del vehículo con el corazón desbocado y corro hacia el lugar cuidando de no pisar en falso con esos tacones tan altos que me puse y romperme la madre, tampoco quiero dar un espectáculo frente a un restaurante lleno de gente.

Entro por una puerta de cristal que me conduce a la recepción, inmediatamente se me acerca una mujer con una sonrisa más falsa que su melena rubia. Es teñida. Tengo buen ojo.

— ¿Puedo ayudarle en algo, señorita? —me pregunta en un tono agradable para mi sorpresa.

—Sí, tengo una cita con alguien esta noche —le contesto amablemente a la joven mujer.

Con la mirada busco en el lugar, queriendo ver al motivo de que mi corazón este tan acelerado. Veo muchas cabezas masculinas pero ninguna con ese cabello azabache que distinguiría hasta en mil cabezas juntas.

— ¿Me podría decir su nombre por favor?

Miro a la rubia de farmacia.

—Ethan Forter —le digo rogando que me diga que está en alguna mesa esperándome.

Ella hace una mueca.

—Lo siento, señorita. Me parece que la persona que busca se acaba de marchar hace no más de diez minutos, exactos.

La desilusión cae sobre mí como un balde de agua helada, congelándome. Se fue, no me esperó. ¿Esas eran sus ganas de verme? Bueno, que tampoco puedo juzgarlo, llegué casi a las nueve cuándo la cita era a las ocho: ¡Diez minutos! Un poco más y casi lo alcanzo.

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