Capítulo 17: Tempus regressus est

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La copiosa lluvia caía sin tener el mínimo indicio de que se detendría pronto. El viento soplaba los árboles y movía las hojas en vaivén. El frío invadió el cuerpo de Harry, quien sostenía el libro entre sus manos con la mente confusa. No entendía cómo podía haber aparecido así como así desde el cielo, menos en un momento como ése, donde lo que menos quería era volver; su mente y su corazón querían luchar.

Abrió el libro y lo hojeó, poniéndole un Impervius para que éste no fuera afectado por la lluvia que seguía cayendo. Le leyó y buscó aquella página; seguía ahí intacta. Siguió pasando hoja a hoja y las demás teorías sobre el Viaje en el tiempo. Sabía que la única forma de volver a su época estaba ahí, pero irse no quería. Sin embargo, sabía que estaba siendo egoísta con sus amigos.

Caminó de vuelta hasta el castillo. Tuvo mucho cuidado que no toparse con Filch, no podía encontrarse con él, por lo que optó por ocupar algunos de los pasadizos que conocía por el Mapa del Merodeador. Claro, con ninguno podía ingresar a la Sala Común, pero al menos uno le dejaba bastante cerca del retrato, lo que le daba más posibilidades de poder librarse de ese hombre.

Encendió la punta de su varita con un Lumus y avanzó cuidadosamente. Iba lento, no quería volver tan pronto porque sabía que los Merodeadores y Ron le preguntarían hacia dónde había ido y no tenía ni siquiera alguna excusa en mente. Finalmente llegó al final del pasadizo y se detuvo a escuchar. No quería ser encontrado por ser demasiado descuidado, pero supo que no había nadie y salió finalmente.

Caminó hasta donde estaba la Dama Gorda, quien le miró recelosa.

—¿Contraseña? —preguntó de forma altanera.

—Pasteles saltarines —contestó Harry.

En cuanto ésta le permitió entrar, caminó hacia la habitación de los hombres. Ahí ya todos estaban durmiendo plácidamente, por lo que caminó quedamente. Antes de siquiera poder cambiarse a un pijama, ocultó el libro bajo su almohada, fijándose de que Ron o alguno de los otros no se diera cuenta de esto. Luego de eso, y después de cambiarse, se tendió en la cama y cerró sus ojos intentando conciliar el sueño. Quería dormir ya, así al día siguiente podría pensar con  más claridad acerca de si debía o no contarle a sus amigos.

Cuando despertó, al día siguiente, se sentó en la cama con confusión. Arrugaba los ojos por el sol que le molestaba desde la ventana, pero prontamente pudo abrirlos. Miró a su alrededor y sólo pudo ver a Ron, quien parecía que también había despertado hacía poco, mirándole desde su cama. Los demás chicos no estaban en la habitación, lo cual no pudo no extrañarle. ¿Acaso era tarde?

—¿Cómo amaneciste? —le saludó el pelirrojo de forma cordial, con aquella típica sonrisa en el rostro.

Harry le miró. Sabía que su mejor amigo extrañaba a su familia, al igual que Hermione. Él igual extrañaba a Ginny, quería verla pronto, pero no quería irse sin haber peleado contra Voldemort o al menos haber avisado a James y Lily sobre el peligro que Peter sería en un futuro. Era importante tener el tiempo para eso, pero Hermione no se lo permitía.

—Bien —sonrió Harry observándole—. Bastante bien.

—¿A dónde fuiste ayer? —curioseó Ron mientras se levantaba—. Intenté seguirte, pero te perdí apenas cruzaste el retrato de la Dama Gorda.

—Fui por ahí —respondió Harry intentando sonar indiferente. No quería contárselo aún, pero sabía que en algún momento lo haría sí o sí.

En ese momento entró Hermione. Estando con sus dos amigos, no pudo más que seguir pensando en lo egoísta que estaba siendo. Ellos habían hecho eso por ayudarlos, habían estado meses en ese lugar y aun así Harry no era capaz de agradecérselos como correspondía, no debía ser así. En su mente recorría continuamente la culpabilidad, mucho más cuando Hermione se sentó a su lado.

Viaje al pasado... ¿Será correcto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora