5.

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Cuando llegamos a la cafetería de Economía, Chris ya estaba ahí. No pudo haber sido menos disimulado cuando vio que traía compañía, abrió los ojos como platos y abrió tanto la boca, que creí que iba a pegar un grito.

—Hola —fue lo único que dije, como si caminar al lado de Rebecca no fuera la gran cosa después de que Chris la haya "pedido para él".

—Ah, eh... —Chris trató de recuperar la compostura. —Hola, Joey. Y... Hola...hmmm... ¿Renata?

—Rebecca —corregimos la susodicha y yo al mismo tiempo. Los dos nos reímos por la coincidencia

—Claro, Rebecca.

—Lamento que esté aquí tarde, fuimos a almorzar y nos retrasamos un poco.

—No, no —dijo Chris en cuanto Rebecca terminó de hablar. —Está bien. No tengo mucho que salí.

—¡Hey, Bec! —los tres volteamos hacia el sonido donde venía la voz. Era Richard, tomaba de la mano a Mayte y caminaban hacia nosotros.

—¿Dónde estabas? —esta vez fue la de la voz chillona la que habló. Su cabello era más largo y claro que el de Rebecca, y aunque no soy un experto en moda, noté que todo su outfit era de ropa de diseñador —Te fuimos a buscar a la biblioteca, pero no estabas. Te llamé mil veces —Hablaba con su amiga como si Chris, Richard y yo no estuviéramos ahí.

—Ay, May. Lo siento —dijo Rebecca viendo las llamadas en su teléfono. —Estaba con Joel.

Parecía que Mayte apenas se daba cuenta de que estábamos ahí.

—Oye. Tú eres el que lame su codo —dijo Richard señalándome con una enorme sonrisa.

—Sí, eso creo —dije. Era el momento más raro de mi día.

—Bueno. ¿Vienes con nosotros, Bec? ¿O te quedarás más tiempo? —Mayte volvió a ignorarnos. —Sam se sentía mal, así que se fue a casa antes. Quedamos los tres.

—Pues, si ya no nos falta nadie, hay que irnos —dijo Rebecca. —Nos vemos en francés, chicos.

—Sí, adiós —dijo Chris. Yo sólo sonreí a medias y vi como los tres se alejaron.

—¿Qué parte de "me la pido" no se entendió? —dijo Chris algo molesto cuando estaban lo suficientemente lejos. —Creí que ya no tenías citas.

—No fue una cita.

—Comieron juntos, y ella tenía puesto un vestido. Fue una cita.

—Si es dentro de la escuela, no es una cita. Además puede que sólo no le guste usar pantalones.

—No sé si te diste cuenta, pero la de la voz de ardilla te miró de arriba a abajo.

—¿Y?

—Es lo que hacen las amigas de tu cita para darte el visto bueno.

—Qué estupidez.

—Si hubiera sido con la de los lentesitos me habría sentido orgulloso de ti por tener tu  primera cita en dos años. Pero la tuviste con la que me pedí para mí. Eres la persona más leal que conozco, y... —lo interrumpí antes de que continuara montando su drama.

—No fue una cita, ni siquiera me gusta y además no es como que puedas marcar territorio, bro —era verdad. Era una chica común que tomaba clase de francés conmigo. Y ya. —Me la encontré en la biblioteca, y ninguno de los dos tenía cosas que hacer, así que fuimos a matar el tiempo. ¿Nos vamos?

—No debes tener citas con las chicas que le gustan a tus amigos. —dijo levantando las manos en señal de rendición.

—Ya te dije lo que pasó.

...

—Hola a todos —dije en cuanto entré a casa.

—Hola —dijeron mis hermanos y mamá al mismo tiempo. —Pedimos pizza para comer hoy, ¿está bien?

—Sí. Bueno, ya almorcé con Chris. —mentí en la mitad de mi frase.

—Más para mí. —dijo Israel sonriendo satisfecho.

—Por favor no te quedes todo el tiempo encerrado en tu habitación —dijo mamá cuando ya iba por la mitad de la escalera.

Volví a hacer lo del día anterior y me puse a tocar acordes al azar. No habían pasado ni 20 minutos cuando tomé una sudadera, mi celular y bajé a la sala. Israel y Gabriel estaban viendo una serie en la TV.

—¿Y mamá? —pregunté al no verla alrededor.

—En su estudio, como siempre.

—Si pregunta, díganle que salí a dar una vuelta.

No solía dar caminatas, pero no tenía ganas de seguir encerrado en mi habitación. Pensé en lo que había hablado con Rebecca, sobre lo de estudiar música inspirado por mi abuelo. No mentía, claro. Pero, supongo que hablar del tema después de evadirlo durante casi cuatro años te vuelve a golpear de algún modo. Extrañaba a mi abuelo más que a nada, y por supuesto que lloré un río cuando falleció, lo hice en mi habitación, donde nadie me viera. El día que lo sepultaron mi madre lloraba a mares, mis hermanos también lo hacían. Con 14 años, yo sentía que tenía que ser la fuerza de mi mamá. Ya que mi hermano mayor parecía ausente del asunto todo el tiempo y mi padre casi se desapareció en cuanto pudo después de divorciarse.

Tenía que ser fuerte por toda mi familia.

Llegué al parque más cercano, me senté en mi columpio favorito. Estoy seguro de que me veía como un idiota. Me puse a llorar.

Pide un deseo » joel pimentel || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora