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Mi última clase de los martes y jueves era "Teatro musical", no era obligatoria, pero Chris y yo apostamos. Él aseguró que yo no tomaría esa clase porque no si no podía hablar en público, tampoco podría cantar ni bailar en una obra musical; y tenía razón, la idea me provocaba náuseas, pero decidí probarle a Christopher (y a mí) que podía lograrlo. Lamentablemente, el profesor no se iba a presentar la primera semana. Algo así decía en la página de internet de la escuela. Ahora ya no tenía nada más que hacer ahí, la clase de francés solo era los lunes y miércoles. Así que tenía dos opciones: 1. Esperar a que Christopher saliera de su última clase; ó 2. Irme a casa para llegar más temprano.

Opté por la primera opción, pero iba morir achicharrado por el sol si esperaba a Christopher afuera del Fiesta. Pasar tiempo en la biblioteca no era del todo fatal si sacabas un cuaderno, un lápiz y te ponías a escribir canciones; o si sacabas un cuaderno, un lápiz y fingías hacer tarea mientras revisabas Facebook y Twitter.

Entré a la biblioteca, estaba casi desierta, era lógico sabiendo que apenas iniciaba el año. Nadie necesitaba cosas para estudiar. Me senté en una mesa que estaba destinada para 6 personas, eso era más cómodo que buscar un cubículo individual. Saqué la libreta y el lápiz y me puse a garabatear.

La diversión de hacer rayones al azar me duró 5 minutos. Me estaba durmiendo cuando un movimiento llamó mi atención, era una de las chicas de francés. Iba revisando el celular y de vez en cuando alzaba la vista para ver por dónde caminaba. La seguí con la mirada, se sentó en una mesa igual a la mía. Se puso a ver el celular, su piel se veía más pálida porque llevaba puesto un vestido corto color azul oscuro. Aún no sé que me pasó en el momento, pero simplemente me volví valiente de repente, tal vez era el hecho de que no hubiera absolutamente nadie más y que estaba por quedarme dormido, guardé la libreta y el lápiz en la mochila y caminé hacia su mesa.

—Hola —dije en voz demasiado baja y me regañé por eso, pero gracias al silencio eterno de la biblioteca, logró escucharme.

—Hola —Apenas alzó la mirada para después volver a su teléfono. Tenía los ojos color café, más claros que los míos pero más oscuros que los de Christopher.

—¿Puedo sentarme? —dije un poco más fuerte. Me miró arqueando las cejas.

—Sí, siéntate.

Me senté en frente de ella, y el silencio incómodo se hizo presente, así que hice una pregunta sin importancia:

—¿Esperas a alguien?

—No.

—Entonces...

—¿Te conozco? —interrumpió volviendo a apartar su vista del celular.

—Soy Joel, voy contigo en francés —fue lo único que se me ocurrió decir, la voz me tembló.

—¿Eres el que lame su codo? —sentí calor en las mejillas.

—Sí.

—¿Y es cierto?

—Sí.

—Quiero ver.

—¿Qué?

—Lame tu codo.

Sentí que toda mi cara estaba roja. Toqué mi codo con la punta de la lengua.

—Ahí esta... —qué situación tan rara, pero yo mismo me había puesto en esa situación.

—Cool. Por cierto ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar con tu amigo? Ya sabes, el "cara bonita"

—Está en clase, mi profesor de teatro no vendrá esta semana, así que decidí perder el tiempo aquí —evita el silencio incómodo, evita el silencio incómodo... —¿Y tú?

Pide un deseo » joel pimentel || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora