Capítulo 33

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Riley se quedó en el auto, esperando. Algunas personas caminaban por las calles, pocas se daban cuenta de que él estaba ahí y otros pasaban sin siquiera notarlo, por la oscuridad no podían distinguirlo, aunque no le importaba si lo reconocían o no, estaba resuelto de igual modo a permanecer en el lugar.

Una sexagenaria que pasó por un lado del auto y se dio cuenta de que había alguien a esas horas dentro del auto, se detuvo y se asomó un poco.

— ¡Santo Dios! — Exclamó— ¿Que hace alguien a estas horas de la noche por aquí? ¿Por qué no se va a su casa?

A Riley le pareció un tanto gracioso que la señora no lo reconociera y le agradó que lo viera como una persona más.

— Ah... Estoy bien, Gracias, dentro de un rato me iré —Le dijo con amabilidad.

— ¡Es peligroso! —Dijo la señora preocupada— Dios mío, los jóvenes de ahora ya ni siquiera se preocupan por su seguridad, son tan despreocupados — decía negando con la cabeza y se fue alejando. Riley se echó a reír y luego observó alejarse a la señora que luego entró a una casa que estaba a poca distancia.

A la mañana siguiente, Dylan, que había decidido dormir en el sofá de la sala, se levantó muy temprano, subió a la habitación de Amber, ella aún dormía, así que se lavó luego de buscar y por fin encontrar, en una de las gavetas de la peinadora un cepillo de dientes aún empaquetado.

Decidió salir a dar un paseo por el hermoso vecindario, y traer el desayuno para cuando Amber despertara.

Para su sorpresa, al abrir la puerta para salir, se encontró con Riley, que venía subiendo los escalones de la casa para tocar el timbre. Ambos se vieron sorprendidos por la coincidencia y luego Riley le extendió a Dylan su brazo con una bolsa de papel blanco de mediano tamaño en su mano.

— Compré esto para que desayune — Le dijo con cierta vergüenza en su rostro. Le causaba mucha dificultad mirarlo a los ojos.

Dylan no dijo nada por un segundo, observó un instante la bolsa. Riley rogaba por todos los cielos que Dylan aceptara la bolsa, que no lo dejara con el brazo extendido y lo humillara.

Al final Dylan agarró la bolsa, un poco de mala gana, pero dejó su orgullo aún lado.

— ¿Qué haces aquí tan temprano? —Le preguntó con tono un poco frío, se estaba esforzado por no hablarle ya de manera hostil.

— Sólo quería dejarle eso —dijo refiriéndose al desayuno—. Es lo único que puedo hacer por ahora, no salgas de casa, no debes dejarla sola ni un segundo, ella en este momento depende de ti— Las palabras tan sinceras y de preocupación que pronunció Riley le fueron de mucho agrado a Dylan. Por un instante pensó en que las últimas palabras que él había pronunciado en el departamento eran ciertas, pero deshizo esa idea de pensar rápidamente, quizás lo que en realidad quería era compensar a Amber por lo que le había hecho, esa acción aún no probaba las verdaderas intenciones, y si el caso en realidad era cierto, no pensaría el que lo iba a perdonar por el simple hecho de haberle traído  el desayuno.

Dylan asistió y nada más.

— ¿Cómo está ella? —Riley necesitaba saber si Amber había amanecido mejor, sólo así se sentiría más tranquilo.

— Aún duerme —Fue lo que recibió como respuesta.

— Cuida de ella, quisiera hacerlo yo, pero ya sabes que no puedo. Te envidio —dijo tratando de sacar una sonrisa, pero lo que logró fue sacar un gesto deprimente—. Debo irme —dijo dándose la vuelta y bajando las escaleras, luego se detuvo.

— Hay suficiente para los dos en la bolsa —dijo sin voltear a verlo.

— Le diré que tú se lo has traído, quizás el saber que estás pendiente de ella la haga sentir mejor —dijo rascándose la cabeza, tratando de ser comprensivo.

Mi arrogante tentacion{Editando}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora