Capítulo 32

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Riley ya agotado de golpear la puerta decide ceder, estaba desesperado, Amber estaba siendo muy terca, y tenía razones para comportarse así, le daba la razón, y asumía su culpa. Pero el saber que ella estaba destrozada y que por su culpa estaba derramando lágrimas, lo hacía sentirse que iba a enloquecer, y se sentía como la cosa más inservible de todas.

El rostro de Riley estaba pálido, reflejaba cansancio y agotamiento, su labio roto ya había dejado de sangrar, pero aún dolía y estaba inflamado. Se peinó el cabello hacia atrás, frustrado, sin saber ya que hacer.

Dándose por vencido y completamente acabado se introdujo en su auto y decidió marcharse, al ir por la carretera no dejaba de pensar en ella. Todo iba tan bien ¿Cómo puede ser posible que algo construido con amor verdadero y cariño incondicional se desplome en cuestión de segundos? Fue tan repentino como una bofetada sin previo aviso y vaya que lo sacudió.

Respiraba con impotencia y no pudo evitar que una lágrima corriera por su mejilla, con furia le dio un golpe al volante. Se estaba controlando para no pisar por completo el acelerador del auto y correr a mil por hora.

Llegó al apartamento y disimulando la crisis por la que había pasado y habiéndose ya limpiado las lágrimas, tiró las llaves del auto en la pequeña mesa de vidrio que adornaba la sala.

Dylan estaba en el balcón mirando hacia la oscura playa que apenas era alumbrada por luces de apartamentos y edificios que la rodeaban. Parecía estar esperando a Riley.

Cuando este llegó, Dylan caminó hasta el medio de la sala y se cruzó de brazos con el ceño fruncido y la mirada fija en Riley.

— Debería partirte la cara ahora mismo —soltó con evidente molestia.

Riley se detuvo al escucharlo.

— Ya lo hiciste —dijo el chico señalando su labio roto con obstinación.

— ¡Entonces debería partírtela otra vez!—musitó—. Te mereces más que eso por haber actuado de la manera que lo hiciste.

Ha Riley le dolía la cabeza, un dolor punzante que lo torturaba ahora se hacía más pronunciado, cerró los ojos mientras bajaba la cabeza y colocaba la mano en su cien derecha. No tenía fuerzas para discutir.

— Cállate Dylan, no sabes nada—le advirtió— si continúas con esto te aseguro que no me podré contener más y te haré comer polvo—dijo sin dudar ni un segundo de sus palabras.

— ¡Já! ¿Y crees poder hacer eso? —dijo con cierta soberbia en sus palabras.

— ¡Aunque sé que me vencerías, me conformaría con tan solo darte un puñetazo, imbécil! —-Exclamó harto de Dylan.

Este último no se contuvo y camino con paso firme hasta donde estaba el y llevado por la ira que le causaron sus palabras lo agarró del cuello de la camisa con fuerza.

— Ten cuidado con lo que dices mocoso ¿Acaso se te olvida con quien estás hablando? — Le advirtió con severidad. Se estaba volviendo de nuevo una disputa enconada.

Riley no respondió, más sin embargo no apartó su mirada firme de la de Dylan demostrando que no le intimidaba. Se sacudió con rabia para librarse de las manos de Dylan, luego de lograrlo, se dio media vuelta para irse a su habitación, la disputa le causó pereza, simplemente no quería permanecer ahí, no valía la pena.

Dylan lo agarró del brazo para detenerlo, ¿acaso pretendía que todo acabaría ahí y eso sería todo?

— ¿A dónde crees que vas? No todo termina aquí. Dime una cosa Riley, ¿Acaso no sentiste ningún remordimiento de conciencia? ¿Tan despiadado te has convertido?

Mi arrogante tentacion{Editando}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora