☾a.m [30]

22 3 0
                                    

Siente un sabor pesado en la boca. La lengua le pesa. Y la boca le arde. Le arde de decir tantas mentiras. Le arde de decir algo que no siente. Le arde. Y por más que pase las manos por ella, el malestar no se va. Tampoco cuando, nervioso, toma un trago de agua esperando que eso ayude. Está nervioso porque en unos minutos tendrá que volver a enfrentarse a lo mismo de siempre. A las mentiras. A ser algo que no es. Pero convengamos que es un proceso que vive todos los días de su vida. Agobiante. Tedioso. Cotidiano.

La tela de su saco ya no le es ajena en lo absoluto y hasta ha aprendido a tomarla con delicadeza, casi creyendoselo. Con la misma, prende sus botones y luego desliza el saco por sus hombros abatidos, cansados. Se pone sus zapatos que no son suyos y se peina de una forma a la que ya está acostumbrado sin embargo, no le pertenece. Se rocia con un perfume caro y varonil que definitivamente no le gusta. Habla con un acento extranjero aunque no lo tenga. Se mira en el espejo dando los últimos detalles y sale.
Ve a todos. Y todos lo ven. Como siempre. Les habla, hace cosas para agradarles. A veces funciona, a veces no. A veces ni siquiera le importa agradarles. Si al fin y al cabo ¿quiénes son ellos en su vida?, nadie. Él es para él mismo. Y para nadie más. Mentira. Deja de mentirte. Si te importa. No sos la excepción. Nunca lo fuiste. Es más, no sos para vos, sos para-
Cállate, me dice.
Silencio. Nadie habla. Ni yo hablo, para su suerte.
Hace lo que tiene que hacer y se va.
Se cierra el telón.
La gente aplaude.
¡Bravo!, gritan algunos. ¡Qué buena obra! Comentan otros a la salida.
Se desenvuelven de distintas formas pero todos aplauden las mentiras que dijo, la persona que él no era. La persona-personaje.
Pero así es su trabajo.
Ser alguien que no es, por un ratito.
Transformarse.
Pero tal vez, sólo tal vez, él lo lleve a la realidad más de lo que le gusta admitir.
Tal vez todos los días al salir a la calle se transforma para ser todo lo que ellos quieren que sea. Para agradarles.
Se transforma por un ratito. Por ellos.
Y por otro ratito. Por ellos, también.
Y al final, no sabe nunca, si alguna vez llega a ser él mismo completamente.
Si alguna vez logra separar los términos, las facetas, el ser.
Nunca sabe, si en algún punto, se saca la careta.
No lo hace.
Nadie nunca lo hace.
Yo soy para mí, soy lo que quiero ser, se repite como un mantra con el vacío colándose por el pecho.
Como si eso pudiera apagar la triste verdad, que se le asoma por el inconciente.
Que todos somos, y vos no sos una excepción, que todos somos y que mentis todo el tiempo. Te mentis.
La única y gran verdad. Que todos somos, pero somos para ellos.
Se cierra el telón. Se acaba la función. Por segunda vez, cuando él, cierra los ojos.

☾a.m.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora